#Cadena3Elecciones
27/10/2019 | 23:00 |
Adrián Cragnolini
La imagen internacional de Argentina volverá a vivir esta semana otra prueba de consistencia política y madurez democrática según la actitud que tomen sus principales dirigentes en la gobernanza de la transición, la larga y extenuante transición hasta el 10 de diciembre próximo.
En un entorno continental acuciado por las revueltas chilenas y ecuatorianas, a veces violentas, otras pacíficas, Argentina parecía ser el siguiente eslabón callejero del descontento social contra la desigualdad.
Días atrás el corresponsal de un periódico francés en España me mostraba su extrañeza: “No entiendo cómo no se produce en Argentina un levantamiento similar a los estallidos de Chile y Ecuador, siendo que son realidades cercanas y homologables”. Me dejó con una sensación de alarma e inquietud, toda vez que las estadísticas de pobreza, distribución de una riqueza menguante y asfixia económica para amplias capas de la sociedad podrían servir de combustible para elevar la tensión en las calles del país, mucho más que las extenuantes marchas que por distintos motivos colapsan casi a diario principalmente las calles de la capital argentina.
Parece que las aguas no desbordarán el cauce. La nueva etapa surgida tras las elecciones presidenciales, abre un espacio de expectativa que conllevaría un sosiego de las demandas de la gente, al menos por un tiempo prudencial. Para ello se necesitará una actitud responsable de la dirigencia política, unas señales claras hacia la comunidad internacional y una estrategia coherente, no necesariamente continuista, en materia económica, fiscal, de aliento a las inversiones productivas no financieras, entre otras medidas. Argentina seguirá dependiendo del soporte económico externo, que un clima convulso en nada ayudaría a concretar.
Sin embargo, una transición modélica no será suficiente para encauzar la marcha del país. Atentos a la preocupante tendencia mundial hacia una recesión generalizada de la que casi nadie discute su llegada, aunque sí su grado y duración. No son buenos momentos para salir a pedir ayuda al exterior. Se necesitarán dosis extras de credibilidad, constancia, transparencia, persistencia y unas cuantas cualidades más. El gobierno de Macri arrancó con una confianza casi ilimitada en las instituciones internacionales. Su “volvemos a insertarnos en el mundo” se quedó muy lejos de sus objetivos en los hechos. Nos van a dar una nueva oportunidad, a regañadientes, pero los agentes internacionales nos la darán. De la probidad y oficio de los nuevos timoneles del país depende que no sea la última.