Elecciones en EE.UU.
29/10/2020 | 21:50 | Si Trump pierde, la aldea global respirará aliviada. Algunos ganarán las calles para celebrarlo. En Europa también habrá festejos, pero los gestos serán más cautelosos en los despachos gubernamentales de todo el continente.
Adrián Cragnolini
Si en la madrugada del próximo miércoles se constata la derrota de Trump, y este admite entregar el poder (que todo está por verse), la Casa Blanca se habrá librado de su estilo zafio, torpe, rústico, soberbio, ególatra, racista, homófobo, supremacista y algunas lindezas similares.
Pero igualmente habrá juntado millones de votos, como hace cuatro años. Un dato nada desdeñable. Es la química social de gran parte de este país.
Si Trump pierde, la aldea global respirará aliviada. Algunos ganarán las calles para celebrarlo.
En Europa también habrá festejos, pero los gestos serán más cautelosos en los despachos gubernamentales de todo el continente.
Lo que pasa es que un "bye bye Donald, hello Joe" no asegura cambios profundos en la política exterior estadounidense, más allá de recuperar gestos formales elegantes y declaraciones bienintencionadas no exentas de la hipocresía habitual.
El trumpismo, ese modelo tuitero sin complejos y manantial inagotable de bulos, expone a Bolsonaro como uno de sus alumnos aventajados. Un tal Bannon anda abriendo franquicias por latitudes diversas, incluidas las europeas, donde le ha ido así asá. No ha logrado influir en los núcleos de poder, más allá de esferas ligadas a la ultraderecha xenófoba y falsamente liberal.
En ese grupo de WhatsApp que Trump podría formar para invitarles a su cumpleaños, se encuentran Viktor Orban, presidente de Hungría, un permanente dolor de cabeza para la Unión Europea; Polonia, elegida por Trump para molestar a Alemania, el holandés Partido de la Libertad, el UKIP del londinense Nigel Farage y el Frente Nacional de la francesa Marine Le Pen. En España, los medievales de VOX y el hierático Aznar.
Después del baño de realismo que pasó Boris Johnson cuando el virus lo despachó a terapia intensiva, el primer ministro británico marca distancias con el negacionismo del otro rubio. Un xenófobo más, el ultra Salvini no vive sus mejores horas en Italia.
Si Trump continúa por cuatro años más, Europa asume que vendrán curvas más cerradas y cuestas más empinadas en el difícil camino de las relaciones trasatlánticas.
Si los demócratas recuperan el poder, al alivio inicial de Bruselas le seguirá una actitud expectante con innegables dosis de precaución y una pizca de pesimismo.
Biden, un anciano refinado de tanto transitar por las alfombras del poder parlamentario, no vociferará el "Make America Great Again" de su antecesor, pero Europa ya no compra desengaños: no se espera una apertura comercial y arancelaria inmediata, un regreso generoso a alianzas como la OTAN, la devolución de la confianza en la Organización Mundial de la Salud y en la Organización Mundial del Comercio, y todos aquellos conciertos internacionales que Trump abandonó como se abandonan los zapatos viejos, sin hacerle falta 500 noches.
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