ANDRÉS MALAMUD
24/06/2019 | 09:23 |
“Están muy parejos y es muy poco probable que una de las dos principales le saque 10 puntos a la otra o que logre el 45%”, opinó el experto. Dijo que la polarización “nunca se fue” de Argentina.
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–¿Tras el vaciamiento de la tercera vía es posible que alguna de las fórmulas gane en primera vuelta?
–No me atrevería a dictar nada como imposible. Pero es muy difícil. Porque en este momento las fórmulas están muy parejas. Es muy difícil que una le saque 10% a la otra. Así que la única manera de ganar en primera vuelta es que una de las dos supere el 45%. No es imposible, pero hoy tampoco es muy viable.
No cuentan solamente aquellos votos que puedan sacar Lavagna y Urtubey, que algunos votos tendrán, aunque es muy difícil que sean mucho más del 10%. Siempre hay una oferta variada y la gente tiene muchas opciones. Es probable que algunas queden en el camino, que no pasen la barrera del 1,5% en las Paso. Pero van a llegar a octubre unas cinco o seis fórmulas. Así que siempre van a quedar unos votos desperdigados que le dificulten al primero el acceso al 45%.
–¿Qué condiciones deberían darse para que en un escenario de segunda vuelta Macri logre sacar ventaja? En el 2015 la diferencia fue muy exigua.
–Es importante la recuperación económica. Que nunca va a ser una recuperación seria, productiva, de fondo. El economista Carlos Melconian insiste con esto, con que el Gobierno está implementando un “plan picapiedra”, dice él, un plan que sirve para llegar hasta las elecciones. Es un plan de estabilización, no es un plan de crecimiento productivo. Eso viene después.
Por eso los dos grandes líderes, Macri y Cristina, están pensando en la gobernabilidad posterior. Porque hay que tomar algunas decisiones de reformas claves después de las elecciones, gane el que sea.
Pero en principio Macri todavía tiene chances de mover la economía, con recuperación salarial, con algunos subsidios y con algo de crédito. Con la condición de que el dólar se mantenga estable.
–¿La polarización llegó para quedarse a la política argentina?
–Nunca se fue.
Tuvimos una elección atípica, la del 2003, después de la explosión del 2001, en la que el radicalismo presentó tres candidaturas –López Murphy, Lilita y la auténtica, la de Leopoldo Moreau en esa época–, y el peronismo también se dividió en tres, con Menem, Kirchner y Rodríguez Saá.
Pero a partir de entonces lo que vimos es un proceso de reconstrucción de los dos espacios en los que se divide la política argentina: el espacio peronista y el espacio no peronista, al que en este momento es difícil llamarle de esta manera teniendo a Pichetto en la fórmula. Pero hoy se podría definir como el kirchnerismo, más o menos camuflado, más o menos moderado, y el antikirchnerismo.
–¿Cómo impactan en el imaginario de los votantes la extraordinaria licuación de las identidades partidarias y la incoherencia en los discursos?
–Si uno hace una encuesta y lo pregunta, la gente va a tener esta imagen justamente. Hay licuación de las identidades, ambigüedad, contradicciones y traiciones en el discurso. Y sin embargo la demanda electoral, las preferencias de la gente, son súper estables.
Córdoba es una de las provincias más expresivas a este respecto. Es profundamente antikirchnerista. Y esta es una de las cosas que va a definir el resultado. Córdoba después de todo fue la única provincia en la historia argentina que definió una elección. En 2015, si uno saca a la Provincia de Córdoba tiene a Scioli presidente. Macri sacó 700 mil votos de ventaja en todo el país y 900 mil en Córdoba.
Esta identidad fuertemente antikirchnerista de los cordobeses es la que puso a Macri en la Presidencia. Y esta identidad no es tan fuerte, no es tan marcada la división entre dos grupos en el resto del país, pero sigue siendo la que estructura la política argentina.
Los políticos se contrabandean de un partido a otro pero la gente la tiene un poco más clara.
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