OSVALDO ROSALES
09/07/2019 | 14:14 |
Para el experto chileno, “aunque suene algo utópico, en Argentina es indispensable un acuerdo nacionalde largo plazo”. Dijo que ese consenso le permitió a su país bajar la pobreza del 48 al 10%.
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–Usted es un analista destacado de la economía de América latina y conoce bien la problemática de la Argentina ¿Es sostenible un acuerdo de este tipo sin consolidar previamente el equilibrio macroeconómico?
–El equilibrio macro es un tema en sí. Alguien podría decir que es mejor esperar un buen momento macroeconómico (para el acuerdo), pero yo le replicaría preguntando ¿en qué momento de la historia argentina, en los últimos 50 años, se podría haber rubricado un acuerdo que tenga esa estabilidad?
–Otra manera posible de enfocar la cuestión es que tal vez esta sea la oportunidad de encararla.
–Exactamente. Eso es lo que iba a decirle. De repente la vida nos pone en determinada coyuntura y lo que puede ser un problema o un desafío se transforma en una oportunidad y, en una de esas, ayuda a consolidar también esa tan esquiva estabilidad macroeconómica en la Argentina.
–La competitividad depende también de decisiones muy concretas de políticas públicas, que pasan por lo impositivo, por la sustentabilidad del gasto público con el capítulo previsional como uno de los más importantes. ¿Cuáles debieran ser las prioridades, qué reformas debieran ponerse rápidamente en marcha?
–Me coloca a tareas complicadas… (risas)
–Esa es la idea.
–(Risas) Yo voy muy seguido a Buenos Aires. Una vez por mes me invitan unos colegas a un debate sobre temas de la economía internacional, así que sigo muy de cerca la Argentina.
Hay aspectos técnicos sustantivos, como el equilibrio fiscal, la reducción de la deuda, el tipo de cambio. Pero el eje en el abordaje de estos temas –voy a decir algo que suena algo idílico, algo utópico, pero que es indispensable– es un acuerdo nacional, público-privado, con una visión de largo plazo.
Insisto, creo que suena ingenuo para muchos. Pero cuando uno mira la severidad de los desafíos que enfrenta la economía argentina –como cualquiera de las economías latinoamericanas con el cambio tecnológico, el cambio climático, etc. –, pero en el caso particular agregándole los temas fiscales, los de la memoria inflacionaria, que ante cualquier movimiento la gente se va al dólar, de ahí no se sale sin un acuerdo nacional.
Yo creo que ese es el punto de partida. Algo he escuchado de las dos candidaturas que tienen más posibilidades, ojalá que eso se vaya consolidando en el camino.
–Esa fue una de las claves de la puesta en marcha del modelo chileno de los últimos 30 años de democracia, ¿verdad?
–Si, en parte. También es cierto que el margen que existía no era muy notable. Todavía teníamos al dictador como comandante en jefe. Teníamos una Constitución bastante restrictiva. Pero primó la idea de una transición gradual. Hubo un proceso que llamamos de renovación socialista, del cual fui parte, en el que vimos que la izquierda tenía que ser amigable con los equilibrios macroeconómicos, que no podía desechar la apertura comercial y que, claro, siempre debía haber una preocupación para hacerlo con equidad, con igualdad de oportunidades.
Y ahí no nos ha ido el todo bien. Seguimos con educación privatizada, con salud en lo central privatizada y tenemos grandes tareas por delante. Y por eso yo me comprometí como lo hice en la elección pasada.
Pero en el tema macro, en el tema dela apertura, allí efectivamente existió un consenso bastante considerable.
–El equilibrio fiscal no tiene ideología, es una condición necesaria para el funcionamiento de la economía.
–Absolutamente, eso lo sabe cualquier familia. Yo puedo gastar por encima de mis ingresos una vez, dos veces, tres veces, puedo tener una, dos, tres, cuatro, tarjetas de crédito. Pero en algún momento la bicicleta se chanta y tengo que pagar las consecuencias. Eso es válido para una familia, es válido para una empresa y es válido para los países.
–Hasta el momento no ha sido válido para la política argentina. Por eso la pregunta.
–Bueno, sí. Argentina ciertamente afronta un desafío fiscal de envergadura, tiene una deuda bastante elevada, tiene una renegociación bastante compleja a las puertas.
Pero el hecho de que coincida con un período electoral yo creo que va a obligar a que el Fondo Monetario flexibilice su criterio. Está muy comprometido el Fondo con la experiencia argentina y tendrá que ser suficientemente flexible como para que el país salga adelante.
–¿La política de equilibrio macroeconómico y apertura comercial que llevó adelante Chile durante las últimas décadas no fue un impedimento para que se hicieran políticas sociales eficaces, más allá de las tareas pendientes que usted mencionaba?
-Claramente, la posibilidad de crecer a tasas comparativamente elevadas, con inflación bajísima, con equilibrio fiscal, con equilibro en las cuentas externas, permitió una drástica reducción de la pobreza. Una reducción histórica en la pobreza.
La democracia heredó un 48% de la población chilena en situación de pobreza. Hoy estamos en un 10% y en 4 o 5% de pobreza extrema. Y es un tremendo logro.
Pero al mismo tiempo plantea desafíos nuevos, porque hoy día tenemos lo que en economía se llama la trampa de ingresos medios. Es decir, sectores que dejaron de ser pobres, pero que viven la angustia ante la posibilidad de abordar, por ejemplo, la enfermedad de un pariente. Se ven complicados porque tienen que endeudarse para financiar costosísimas operaciones o tratamientos. Eso genera otro tipo de desafíos y ahí estamos lidiando con ellos.
–¿Cuál sería el costo de no hacer las reformas pendientes y de no abrir la economía?
–El costo sería dejar de participar en posibilidades de crecimiento, de bienestar, de acceso a nueva tecnología, de mejor escenario para la innovación. Nadie podría decir que al no tener el acuerdo con la Unión Europea va a ser más competitivo, va a ser más innovador. Tampoco quiero decir que al firmarlo automáticamente vaya a serlo. Un acuerdo con la UE abre un mejor espacio para todos esos grandes objetivos.
Quisiera terminar con un mensaje, que ya lo escribí en 2016 en un artículo del diario La Nación de Buenos Aires, y es que para América latina el acuerdo UE-Mercosur debiera ser una gran noticia.
¿Por qué? Porque la Unión Europea tiene acuerdos de libre comercio con el Caribe, México, con los cinco de Centroamérica, con Dominicana, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y ahora con los cuatro del Mercosur.
Quedarían afuera solamente Cuba, Venezuela y Bolivia. Y no tengo dudas que en pocos años se van a incorporar.
Todos estos países tendríamos acuerdos con la UE en públicas, en servicios e inversiones, pero no los tenemos entre nosotros. ¿Por qué no nos aplicamos lo que ya tenemos con la UE? Ese sería el primer paso para hablar de una integración regional en serio. Con normativas compartidas en materia de comercio e inversión, que generarían certidumbre jurídica y mayor intercambio regional.
El paso adicional sería solicitar a la UE la llamada convención de origen. Es decir si todos tenemos acuerdos con la UE, que un productor de Argentina pueda usar insumos de Chile, de Colombia, de México, para poder exportar a cualquiera de las economías de la UE.
Y en ese momento no sólo estaríamos hablando de integración en serio a nivel regional sino también de cadenas de valor latinoamericanas.
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