JORGE LIOTTI
15/08/2019 | 15:29 |
“La comunicación de ayer fue un buen gesto institucional y así lo leyeron inicialmente los mercados”, dijo el analista político. “Es prematuro decir si esto la tranquilidad llegará a octubre”.
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– La primera respuesta de los mercados es positiva ¿alcanza con esta tregua para sostener la gobernabilidad hasta octubre?
–La realidad es día por día. En el arranque de este jueves el escenario fue un poco mejor, a partir de la lectura positiva que hicieron los mercados de la comunicación entre el Presidente y Alberto Fernández. Y también, del mensaje que envió el propio Fernández planteando que le parecía que era razonable un dólar a 60 pesos.
Eso generó una distensión de los mercados y descomprimió la corrida.
Ahora, es muy prematuro todavía planearse que esto es garantía de un proceso electoral y una transición tranquila. Falta muchísimo tiempo, hay mucha preocupación por cómo se administra este período intermedio, sobre todo de acá a octubre que es el más complejo porque no hay un presidente electo.
Lo del miércoles fue una señal institucional muy positiva y lo del jueves fue una señal política de Alberto Fernández muy buena para aportar tranquilidad y los mercados reaccionaron en consecuencia.
–¿Hasta qué punto son compatibles las necesidades de la gobernabilidad y las necesidades electorales de los candidatos?
–Como la elección fue muy contundente el domingo, no digo que esté asegurado el triunfo de Fernández pero está muy encaminado. Mucho más, después de lo que pasó esta semana, que afecta más a Macri que a Fernández.
Alberto tomó una decisión crucial entre el miércoles y el jueves, que es no apostar a la explosión de todo. Ese pudo haber sido un camino. De alguna manera echarle leña al fuego y que se termine de incendiar el gobierno. Y luego venir como el salvador que recupera de las cenizas a las instituciones o a la economía.
Está tomando un camino de mayor moderación. Sin comprometerse totalmente, porque él ni siquiera es presidente electo. Pero sí poniéndole voz a la intranquilidad que estaba generando en los mercados el deterioro de la situación del gobierno.
La reacción del mercado el jueves fue mucho más nítida que aquella que generó el miércoles el discurso el Presidente. Esto está hablando de un trasvasamiento de poder en lo fáctico como expresan los mercados así, brutalmente.
–¿El silencio de Cristina es una aprobación tácita al giro de Alberto Fernández?
–Por el momento Cristina se mantiene en el rol que más o menos vino tenido durante la campaña, de una exposición pública acotada. Se mostró siempre con el libro y bajó algunas líneas desde allí, pero no interfirió en el accionar de la campaña ni en la estrategia de Alberto.
El miércoles se dio por primera vez una situación importante desde lo simbólico. El movimiento mayor se produjo en torno al búnker de Alberto y no en el Instituto Patria, el lugar de Cristina.
Igualmente no se puede ser ingenuo. Esta semana, por ejemplo, generó mucho resquemor la reaparición de (Carlos) Zannini al lado de Cristina. Eso a muchos que estaban pensado en una nueva construcción les generó cierta desilusión.
Estas son de alguna manera pequeñas rendijas para espiar un futuro que todavía no conocemos del todo. Por ahora ella ha adoptado la postura de no interferir en la estrategia de Fernández de tratar de adoptar una postura de moderación y un mensaje de equilibrio para no complicar más la situación.
–Pero es prematuro tratar de analizar si se mantendría como una jefa política activa con Fernández en el poder, o si se replegaría a un segundo plano.
–Estoy de acuerdo. Todavía eso no lo sabemos. Está claro que Alberto es un dirigente que si bien no tiene peso electoral, acaba de lograr su primer triunfo el domingo. Fue muy contundente, en gran medida por los votos que le aporta la estructura tradicional del peronismo y la del kirchnerismo en particular.
Es un tipo con una mirada y un carácter propio. Creo que va a tratar de compatibilizar su visión con las demandas de Cristina y del sector kirchnerista más puro, haciendo un equilibrio. O sea, va a tratar de articular con ese sector.
Pero no sabemos qué hay del otro lado, cuánta presión y cuánta exigencia va a haber y cuál será el rol concreto de Cristina.
También se empieza a vislumbrar una lógica probablemente más peronista, más amplia y heterogénea en la composición del esquema de gobierno nacional. Y un esquema mucho más de núcleo duro kirchnerista en la Provincia de Buenos Aires. Allí sí se visualiza un peso muy fuerte de La Cámpora, con una gravitación distinta de Kicillof, de una empatía directa con Cristina.
–¿Cómo interpretás la denuncia de Carrió sobre un presunto fraude peronista en el que involucra a organizaciones narco? ¿Salió a limar el frágil acuerdo de gobernabilidad entre Macri y Fernández, a militar la grieta?
–No sé cuán viable es la denuncia. El resto del oficialismo se corrió. Hablaron varios actores, Gerardo Morales y el senador Esteban Bullrich diciendo que no acompañaban ese pensamiento, sobre todo cuando el resultado electoral fue tan contundente. En segundo lugar, porque en general la fiscalización corresponde al oficialismo, no a la oposición.
Creo que Carrió está tratando de sacudir a la militancia. Ella dio un discurso muy fuerte en la reunión de gabinete ampliado. Pidió no aflojar, no bajar las banderas, militar, fiscalizar.
Está tratando de evitar un derrumbe más estentóreo que el que se produjo el domingo y por ahí termina apelando a este tipo de denuncias, que no son muy conducentes para el clima de este momento.
Sí está claro que el oficialismo tuvo problemas graves de fiscalización, aunque parezca curioso. Lo admiten en el propio gobierno. Y Piccheto lo reflejó también.
Lo del fraude es irrelevante, porque cuando las diferencias son de 15 puntos no tiene sentido.
–Pero la actitud de Carrió fue políticamente muy complicada en un contexto en el cual el gobierno busca una distensión con el candidato opositor.
–Sí. Es curioso, porque por otro lado ella estaba tratando de llevar calma y evitar que se desmadre la situación. Se había juntado con Macri. Le acercó parte de estas medidas paliativas que se anunciaron.
Está involucrada en el sostenimiento de la gobernabilidad. Después tiene estas disrupciones propias de ella. Le habrán acercado algún dato, y planteó la denuncia.
En el oficialismo no cayó bien porque creen que no era oportuno.
–¿Qué creés que puede pasar con el futuro de Juntos por el Cambio tras una probable derrota electoral en octubre? ¿Se va a mantener la unidad de la coalición?
–Es muy difícil de visualizar hoy. Pero en principio yo creo que va a haber una renovación muy grande. Sospecho del rol de los radicales, más que de Carrió. Me da la impresión de que Lilita es más probable que se quede cerca del Pro. El debate interno en el radicalismo es muy fuerte.
Hoy la estrategia es tratar de salvar todo lo posible el poder remanente. Ya sea la gobernación de Mendoza, que todavía está en juego, como la elección en CABA, que es clave para que en todo caso el macrismo tenga un bastión de reconstrucción posterior a esta elección. Rodríguez Larreta tendría un rol central ahí.
También habrá que ver a nivel de cohesión a nivel de cuerpos parlamentarios, cuántos legisladores siguen teniendo. Porque si el número se cae mucho, ahí también el oficialismo tendrá una merma muy grande. Habrá que observar el mapa final después de octubre, que va a tener los números reales, y a partir de ahí cómo queda.
Imagino un radicalismo un poco corrido y una renovación muy completa de lo que hoy es el Pro, probablemente ya sin un liderazgo de Macri, A él lo imagino fuera de la gestión concreta del espacio.