LEILA VECSLIR
06/09/2019 | 07:56 | "La idealización del pasado kirchnerista encontró terreno fértil porque las políticas de Macri no dieron resultado", analizó la socióloga. Dijo que “falta una pedagogía” sobre la cuestión fiscal.
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Entrevista de Carlos Sagristani
Leila Vecslir, especialista en sociología política, dijo a Cadena 3 que mientras Mauricio Macri propuso una “ética del sacrificio” para salir de la crisis, Cristina Kirchner y el Frente de Todos elaboraron un discurso para que la sociedad idealice su período de Gobierno.
“Quieren hacernos pensar a los ciudadanos –profundizó–que entonces no hubo inflación ni pobreza, que todas las medidas económicas beneficiaban a todos los sectores, desconociendo lo que fue el enfrentamiento con el campo, por ejemplo”.
También subrayó que “esa estrategia discursiva encontró un terreno fértil porque las medidas económicas y las políticas que diseñó el Gobierno de Mauricio Macri no surtieron el efecto deseado. Y esto lo reconocen los mismos gobernantes”.
Enfatizó que en realidad “hay que poner un poco de sacrificio para conseguir el goce. Una cosa no se puede dar sin la otra. Pero también depende de cuán dispuestos estemos y cuánta inteligencia colectiva tengamos para establecer acuerdos”.
Vecslir, licenciada en Sociología por la UBA y Magister en Género, Sociedad y Políticas por la FLACSO, se desempeña como docente de Sociología en la Universidad Nacional del Sur. Es autora de numerosas publicaciones de su especialidad.
–En un reciente artículo en La Nación explicabas el nuevo escenario político como el resultado de la confrontación entre la ética del sacrificio que propuso Macri y la épica del goce que ofreció Cristina ¿Podés ampliar este concepto?
–De por sí la política argentina está estructurada en torno a la confrontación. Hace muchos años venimos viendo que prevalece esta idea de derrotar al oponente más que proponer algo propio.
Más allá de eso, lo que veo es que hay dos formas distintas de presentar estos proyectos políticos.
Cuando asumió Mauricio Macri nos propuso desde el primer momento sanear las cuentas públicas, postergar el placer, el goce, hasta tanto se organizaran las cuentas nacionales.
Cristina Kirchner, el Frente de Todos, vienen haciendo el ejercicio de que intentemos recordar el pasado kirchnerista como un pasado que era puro goce. Es una estrategia discursiva que nos pide que rememoremos esos doce años en que gobernaron como un período histórico en el que no hubo ningún tipo de sufrimiento, ninguna carencia.
Eso es un poco lo que llamé la ética del sacrificio y la épica del goce. Una épica es un relato heroico, donde hay héroes, donde se narra una hazaña. Esa estrategia estuvo pensada para que idealicemos el pasado.
–¿Y porqué deberíamos confundir ese pasado con una suerte de paraíso perdido?
–En realidad todas las campañas políticas y todos los espacios diseñan estrategias de comunicación para orientar el voto del electorado. Y en su estrategia lo que está tratando de hacer el Frente de Todos es idealizar el pasado. Hacernos pensar que en aquel momento no hubo inflación, que no hubo pobreza, que todas las medidas económicas beneficiaban a todos los sectores, desconociendo lo que fue el enfrentamiento con el campo, por ejemplo.
Pero al mismo tiempo esa estrategia encontró un terreno fértil porque las medidas económicas y las políticas que diseñó el gobierno de Mauricio Macri no surtieron el efecto deseado. Y esto lo reconocen los mismos gobernantes.
–¿Se puede pedir sacrificios sin explicar ni hacer pedagogía sobre de su necesidad y sentido? ¿Hubo un default político del gobierno de Cambiemos?
–Sí. Claramente faltó una explicación del tamaño de déficit fiscal que tenemos, faltó una explicación clara y contundente acerca del gasto público poco racional. El gasto público no es de por sí malo. De hecho es un motor económico en todos los países. Lo que tenemos es un gasto púbico poco controlado, poco racional, que no llega adonde tiene que llegar, no se destinan los recursos a las prioridades.
Un artículo decía hace poco que en otros países se resolvieron estas crisis inflacionarias dándole toda la responsabilidad del destino de los recursos al Ministerio de Economía. Nosotros tenemos un Estado que descentraliza el gasto, lo cual hace muy difícil verificar que esos recursos, que salen del sector privado, lleguen adonde efectivamente tienen que llegar.
En ese sentido me parece que falta una pedagogía política que explique que el gasto público debe ser racional y que debe estar dentro de la medida de nuestras posibilidades.
–Claro, pero que además le dé sentido al sacrificio diciendo qué se puede lograr si eso sucede. Porque en todo caso la estabilidad macroeconómica debe ser el punto de partida de una perspectiva de desarrollo, de un mejoramiento particular también de las personas.
–Si. La estabilidad macroeconómica y algo que es cultural y social, que es dejar de lado la confrontación y empezar a construir consensos.
Hace no muchos años, cuando fue presidente de Uruguay, José Mujica reunió a distintos políticos y les dijo: Miren, no alcanza la carne para todos. Tenemos que exportar carne para lograr más recursos económicos, y nosotros vamos a comer carne de peor calidad. Y en Uruguay no hubo un desmadre por esta situación.
Lo que nos pasa es que a nivel cultural tenemos muchas dificultades para establecer consensos. Entonces la estabilidad macroeconómica no va a llegar si no dejamos de lado esta política de la confrontación constante. Que no se vive solamente en el Gobierno y la política. Se vive en las instituciones, en el mercado, en la sociedad civil.
Y si además no tenemos reglas claras, es muy difícil que podamos construir políticas de mediano y largo plazo.
–¿Una vez que reabrió los mercados de crédito Macri cayó en la tentación de postergar el ajuste y las reformas para mostrar, él también, cierta épica del goce?
–Claro. Creo que lo recurrente en la Argentina son las crisis de pago de la deuda pública. Si hubiésemos reorganizado los gastos de una forma racional no hubiéramos tenido que acudir al FMI, por ejemplo.Ese es un poco el círculo vicioso en el que estamos metidos, que explica los movimientos económicos.
Y sí, hay que poner un poco de sacrificio para conseguir el goce, ¿no? Una cosa no se puede dar sin la otra. No son dos polos opuestos. El goce tiene que ver con el sacrificio, pero también depende de cuán dispuestos estemos y cuánta inteligencia colectiva tengamos para establecer acuerdos.
–¿El Gobierno de Macri no se enamoró del endeudamiento porque le daba la posibilidad de hacer política evitando aquel sacrificio que había pedido?
–Sí, claramente. Creo que ningún gobernante quiere asumir el costo político de una reestructuración del gasto público.
Cuando tuvimos doce años de Gobierno populista esto se pudo sostener por el precio de la soja y por otras condiciones coyunturales,externas y argentinas también.
–Y porque veníamos de un ajuste fenomenal después de la crisis del 2001-2002.
–Exactamente.Creo que el gobierno de Mauricio Macri fue víctima también de esta estrategia de decir: Sostengo el gasto público a pesar de que eso implique endeudarme. Y se quedó a mitad de camino.
Igual, quiero decir que esos atisbos de ajuste que se dieron fueron súper crudos para la gente. La economía real está muy golpeada. La gente común, el ciudadano de a pie, vivió el ajuste en carne propia.
No nos olvidemos de los aumentos de tarifas, la inflación que no se pudo controlar.
–Y sobre todo los efectos del ajuste cambiario que terminó imponiendo el mercado cuando se le cerró el crédito a la Argentina, ¿no?
–Así fue. Y además el tema es que para sostener la estructura estatal que tenemos –nacional, provincial, municipal–lo que se hace es poner impuestos al sector privado. Y el sector privado es el único que genera riqueza. El Estado lo que hace es distribuirla.
Entonces ahí tenemos un problema estructural muy grave, que no vamos a poder resolver a menos que nos pongamos de acuerdo sobre qué Estado queremos tener y cómo lo queremos llevar adelante.
En ese sentido hay un montón de problemas por resolver. Lo peor, lo más triste de este último proceso, fue que para muchos significó una expectativa de que realmente se iban a sanear las cuentas públicas e iba a llegar el progreso.
Ahora estamos ahí, intentando reestructurar la deuda y viendo cómo salir del paso. Entonces, en vez de poder pensar a largo plazo, seguimos pensando en el día a día. Y eso es algo muy nocivo para un país.
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