Nadia es perfecta

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Nadia es perfecta

13/08/2022 | 14:21 | Con 14 años, Comaneci logró lo que nadie pudo en la historia de la gimnasia artística: fue calificada con un 10 por los jueces, conmocionando al mundo del deporte y consagrándose como una leyenda.

Redacción Cadena 3

Jorge Parodi

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Nadia es perfecta

El número 10 es sinónimo de la excelencia, es hermano mellizo de la perfección, es el máximo nivel posible, es todo aquello que está libre de errores.

En fútbol el 10 es Diego, es Messi, es Pelé.

Los cordobeses cuando todo está ok, decimos de "De die"

En los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, la rumana Nadia Comaneci, una adolescente de apenas 14 años, logró lo que nadie en todo la historia de la gimnasia artística había podido: Fue calificada por los jueces con el máximo puntaje: un 10 enorme que conmocionó al mundo del deporte y la convirtió en leyenda.

Con su gracia, con su flexibilidad, con sus movimientos impecables, con horas y horas de entrenamiento, la Nadia Comaneci lo hizo y ya nada fue lo mismo en su disciplina, ni tampoco en su vida.

Jugando con las palabras, se puede decir que se sabe que nadie es perfecto, pero ese día Nadia lo fue.

El domingo 18 de julio de 1976 Comaneci asombró al mundo con su rutina en el ejercicio de barras paralelas asimétricas.

Sus notables giros, la fuerza en sus brazos, poco habitual para una joven de su edad, la gracia de cada una de sus movimientos deleitaron al público y convencieron a los jueces.

Durante 20 segundos la rumana exhibió su destreza sin igual, se suspendió en el aire con un grácil vuelo, prácticamente floto con su frágil humanidad de 30 kilos y 1,62 de altura y finalizó su rutina con una salida perfecta.

18.000 espectadores in situ, en el Fórum de Montreal y millones de personas en los viejos televisores en blanco y negro, no podían creen lo que estaban viendo.

El público explotó, pero al mismo tiempo se vivió un momento de desconcierto.

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Es que el tablero marcó un 1,00. Nadie entendía nada, el juez tuvo que mostrar sus 10 dedos para salvar el error técnico del marcador, es que el tablero de la empresa Omega no estaba preparado para una 10, calificación que nunca jamás se había dado otorgado en la historia de la gimnasia artística femenina.

La ñiña-mujer que habitualmente retaceaba sonrisas, está vez mostró un gesto parecido a la alegría, con su cola de caballo un tanto improlija, con su malla blanca con tiras azul, amarilla y roja, los colores de la bandera de sus país, Nadia Comaneci se convirtió en una leyenda del deporte mundial.

La prensa de todo el planeta la eligió para sus portadas.

Mientras tanto, la niña prodigio fue utilizada por el Régimen autocrático de Nicolae Ceasescu como la cara visible del éxito.

El dictador rumano, premió a Comaneci con una casa, un sueldo del estado y varios honores patrios, luego de su consagración en Canadá.

Nadia Elena Comaneci nació en Onesti, Rumania, un 12 de noviembre de 1961. Su nombre Nadia deriva de Nadejde, que significa esperanza.

Los técnicos Béla Károlyi y su esposa Marta la descubrieron en la escuela y comenzaron a entrenarla duramente, con jornadas interminables de más de 6 exigentes horas diarias de prácticas.

La pareja de entrenadores pulió un diamante en bruto y la convirtieron en la mejor gimnasta de todos los tiempos.

Pese a lo controvertido del método de entrenamiento, Nadia dijo que si decían que haga 5 rutinas, ella hacía 7.

A los 11 años Comaneci ya era campeona mundial juvenil de gimnasia artística.

Fue la gran figura de los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976 con tres oros, a los que sumó dos más en Moscú en 1980.

En total logró en su carrera 9 medallas olímpicas, más dos de oro en los mundiales.

Al mismo tiempo que la delegación Argentina se volvió de Canadá sin ninguna presea y no participó en Rusia por decisión política de la dictadura militar.

En los juegos Olímpicos de Moscú en 1980 siguió acumulando éxitos, con 4 medallas, dos de oro y dos de plata, pero la presión sobre Nadia era insoportable, por parte del gobierno de su país que la vigilaba constantemente.

En 1981 sus entrenadores de toda la vida desertaron de Rumania y Nadia decidió dejar la gimnasia en 1984, para dedicarse a enseñar.

Comaneci se convirtió en una especie de hada cautiva.

A partir de ese momento no la volvieron a dejar salir de Rumania para competir y su vida se convirtió en un infierno.

Nadia residía junto a su madre y apenas tenía para vivir. Estaba desesperada, agobiada y se sentía cautiva.

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Ceasescu temió que pudiera seguir los pasos de sus entrenadores y reforzó la férrea vigilancia día y noche sobre la campeona olímpica.

Nicu Ceaucescu, hijo del dictador, se encaprichó con Nadia, la acosaba permanentemente y no la dejaba en paz. Comaneci no podía establecer ninguna relación estrecha con nadie, consciente de que la vigilaban.

Pese al miedo de las represalias que pudiera haber contra sus padres y su hermano Adrián, Nadia tomó una arriesgada decisión: escapar.

Una fría y oscura noche de noviembre de 1989 salió de su casa, cruzó un bosque junto a cinco desconocidos, atravesaron un terreno pantanoso, con agua sucia y fría que les llegaba hasta las rodillas y llegó a la frontera con Hungría, allí arribaron a una comisaría y tras identificarse partió hacia Austria y de ahí a Estados Unidos, donde comenzó una nueva vida.

En su momento declaró que huyó de su país porque quería ser libre.

Menos de un mes después, se producía en Rumania un levantamiento contra el régimen comunista de Ceausesco, quién fue detenido junto a su mujer, declarados culpables y fusilados.

En 1994, ya viviendo en EEUU, Nadia se comprometió con el gimnasta estadounidense Bart Conner, con quién se casó en Rumania dos años después.

Actualmente está vinculada al mundo de la gimnasia, mientras de ocupa de obras de caridad en todo el mundo y se dedica a su familia.

Su vida es digna de un guión cinematográfico.

Uno de los libros que mejor trata la vida y la figura de Comaneci es la novela de Lola Lafón: La pequeña comunista que no sonreía nunca.

La historia de Nadia Comaneci tiene distintos y apasionantes capítulos.

La adolescente de 14 años que asombró al mundo de la gimnasia artística llevando a su disciplina a su más sublime expresión.

La ciudadana ilustre de una dictadura que vivió en primera persona la opresión y decidió ser libre.

La leyenda olímpica que rompió con el mito de la gimnasia, que indicaba como la vida misma que "nadie es perfecto", ocurre que un día de 1976, y al menos por unos segundos, en su especialidad, y con la licencia que nos permite de jugar con las palabras, se puede afirmar que "Nadia fue perfecta".

*Texto y narración de Jorge Parodi; edición de Erika Andújar.

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