Grandes del Deporte
23/04/2022 | 16:14 | Por Jorge Parodi.
Redacción Cadena 3
Jorge Parodi
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Oscar "el Negro" Ortiz: "El último wing Izquierdo"
"El Negro" Oscar Ortiz fue el último gran wing Izquierdo del fútbol argentino.
Encerrado en una cancha, entre el marcador de punta derecha, la línea de lateral de cal y la de fondo, el "Negro" Ortiz supo ganarse la libertad a pura gambeta, freno, desborde y algún centro preciso, que casi siempre terminaba en gol.
Ortiz abría las ventanas de ese pequeño espacio para que su fútbol tomara alas, era el dueño de las llaves que abrían los caminos hacia el gol. Su vínculo con la pelota fue fraternal, sus botines y el balón fueron hermanos del alma.
Ortiz lucía un flequillo negro tan desfachatado como su gambeta indescifrable. La camiseta número once le quedaba a medida, cualquiera sea el color: con la de San Lorenzo, la de River, la de Independiente, con las tres fue campeón.
En tiempos de tácticas mezquinas, de equipos que buscaban el utilitario equilibrio, con los wines convertidos en ventiladores o "ala Tornantes", para darle oxígeno a los volantes.
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En tiempos en los que nacían los laterales volantes, en que le cambiaron la denominación para llamarlos extremos, Ortiz fue por izquierda, lo que Houseman por derecha: los dinosaurios de una especie en extinción en la reservas naturales del fútbol: LOS WINES.
Heredero en la Argentina de Félix Loustau, de Pinino Más, del Picki Ferrero por izquierda y de Oreste Corbatta, Boyé y del loco Bernao por derecha, ni hablar de Garricha, en Brasil.
El "Negro" Ortiz hacía magia con su zurda y hoy sería campeón en la tabla de las asistencias y el galán de las novelas de centros, con el final feliz del gol. Nunca se dejó encandilar por las luces de la fama, ni fagocitar por el complicado ambiente del fútbol. Siempre fue un voraz lector, que entendió que el fútbol sólo era la parte entretenida de la vida en sociedad.
Para Oscar Ortiz, el fútbol fue sólo un hermoso juego, en el que a veces se ganan campeonatos por accidente, por culpa o gracias a una pelotita caprichosa, que a veces entra y otras pega en el palo. A él le gustaba jugar a la pelota y si era en el barrio mejor.
Su día más feliz en el fútbol no fue el 25 de junio de 1978, cuando la Selección se consagró campeón del mundo, sino a los 12 años cuando ganó el campeonato de la sexta con el BAP Junin con un gol suyo de tiro libre sobre la hora, ese día se subió a la bicicleta y se fue llorando de alegría hacía el Club de Pescadores, donde vivía su madre.
En ese momento la sexta jugaba con zapatillas y la quinta con botines, con su gol lo ascendieron a la categoría donde podría usar por primera vez botines para jugar al fútbol. Ese gol fue su pasaporte a los botines de verdad.
Al "Negro Ortiz" no le gustaban ni las concentraciones, ni los entrenamientos, sólo quería jugar. No fue un profesional ejemplar, paradójicamente fumó desde los 15 años hasta que dejó el fútbol, pero tenía un físico que respondía y los domingos la rompía.
Oscar Alberto Ortiz nació en Chacabuco, Provincia de Buenos Aires, el 8 de abril de 1953. Está casado, tiene dos hijos y dos nietos.
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En su Chacabuco llegó a vivir en un Hogar de Niños, junto a su hermana. A los 7 años, después de la separación de sus padres, se fue a vivir a Junín con su madre, quien trabajaba en un restaurant. En esa época el Negro Ortiz dormía en el altillo y salía a pescar para comer.
Jugó en el Bap, de Junín, donde fue enganche y goleador. En 1969 pasó a San Lorenzo, vivió en la pensión del club. De enganche pasó a jugar como wing izquierdo y debutó en primera en 1971, con 17 años. Integró el plantel Bicampeón de 1972, dirigido por Juan Carlos Lorenzo,
En 1974 fue figura del San Lorenzo de Osvaldo Zubeldía que se adjudicó el Nacional de ese año.
En 1975 fue el asistente perfecto para que su compañero Héctor "el Gringo" Scotta convirtiera 60 goles, siendo el máximo goleador en toda la historia del fútbol argentino en una sola temporada.
Estuvo en Gremio de Porto Alegre en 1976 y un año después se incorporó al River que dirigía Ángel Labruna.
Allí ganó el Metropolitano 1977, en el que River venció a Boca en la Bombonera en la anteúltima fecha y Víctor Marchetti fue el goleador del certamen asistido por un deslumbrante Oscar Alberto Ortiz con la camiseta 11.
Luego fue tricampeón con el equipo Millonario, en el Metro 79’, el Nacional del mismo año y el Metropolitano del 1980, asistiendo a Leopoldo Jacinto Luque y a Ramón Ángel Díaz.
Pasó por Huracán, donde jugó poco y en 1983 fue campeón con Independiente, con el Pato Pastoriza de técnico.
Cerró su carrera a los 29 años jugando fútbol Indoor en Estados Unidos y en Apeadero de Saladillo, donde se consagró campeón del torneo Regional.
Con la camiseta número 16, Oscar Alberto Ortiz integró el equipo campeón del Mundo en Argentina 1978, donde jugó 6 de los 7 partidos. Fue titular en 4, incluso en la final ante Holanda.
En total disputó 23 partidos con la camiseta de la Selección desde 1975 hasta 1979.
No tiene ni una sola foto, ni cuadros, ni camisetas, ni la medalla de campeón (que perdió en una mudanza) que le recuerde aquella Copa del Mundo que supo conseguir y que ni siquiera llegó a tocar, porque no le pareció importante hacerlo.
El "Negro" Ortiz siempre JUGÓ al fútbol, porque para él sólo era un juego. Supo ser libre y volar con una pelota en sus pies, a pura gambeta y centro-gol, escapándole a la cárcel que le imponía el escaso espacio del encierro entre el marcador de punta, las líneas laterales y de fondo de una cancha.
Oscar Alberto Ortiz nunca entendió la sobrevaloración del fútbol en la sociedad.
Fue un campeón del Mundo que no necesito tocar la tan ansiada Copa, para sentirse protagonista de una hazaña deportiva.
El "Negro" Ortiz fue el último dinosaurio con la camiseta once, que no fue un “okupa” del sector izquierdo del ataque, sino que le dio sentido a la idea de ampliar el volumen de la cancha a pura destreza y habilidad.
Oscar Ortiz siempre estuvo convencido del aspecto lúdico del fútbol, por eso disfrutó de jugarlo.
Dibujo gambetas, amagues, enganches y pisadas. Fue un jugador con vocación de gastronómico que servía en bandeja, en forma de centros-goles que otros gritaban dentro de la cancha, en las tribunas y en sus casas.
Cuando visite un Museo de la Memoria del fútbol, en la sala más extrema del sector izquierdo, con la camiseta once y gambeteando hasta a los flashes, como un dinosaurio entrañable e inolvidable, usted podrá encontrar a Oscar Alberto el Negro Ortiz, el último wing izquierdo del fútbol argentino.
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