Caso Ayerza
22/02/2025 | 07:39
Redacción Cadena 3
Marcos Calligaris
A comienzos de la década de 1930, un crimen ocurrido en Córdoba y vinculado a la mafia siciliana estremeció a la sociedad de la época. El secuestro y posterior asesinato de un estudiante de Medicina, Abel Ayerza, nieto e hijo de dos de los médicos más prestigiosos del país, causó un hondo impacto y sus repercusiones llegaron hasta el Congreso, donde se clamó por la pena de muerte mediante silla eléctrica. A 93 años del crimen, los documentos, testimonios e investigaciones sobre aquel caso siguen revelando un complejo entramado de crimen organizado y errores fatales.
La dinastía Ayerza
Abel Ayerza (1906-1932) pertenecía a una familia de una importante tradición médica. Su padre, Abel Teodoro Ayerza (1861-1918), describió la hipertensión arterial pulmonar idiopática, hoy conocida como "enfermedad de Ayerza" y llegó a ser una figura eminente de la medicina argentina, destacándose como profesor de Clínica Médica y como presidente de la Asociación Médica Argentina. Su abuelo, Toribio de Ayerza (1815-1884), fue un médico guipuzcoano que emigró a Buenos Aires, donde practicó la primera traqueotomía en el país y fundó junto a Guillermo Rawson la filial local de la Cruz Roja.
El enorme prestigio del que gozaba el apellido Ayerza en el ámbito de la salud pública se vio sacudido por la tragedia cuando Abel, de solo 26 años, fue secuestrado por una organización mafiosa de raíces sicilianas que operaba en Rosario, apodada entonces la "Chicago argentina" debido al auge del crimen organizado.
Un secuestro en medio del campo
El 23 de octubre de 1932, Ayerza y sus amigos —Santiago Hueyo, hijo del ministro de Hacienda del presidente Agustín P. Justo; y Alberto Malaver, cuyo padre era funcionario del gobierno de Marcelo T. de Alvear— regresaban de una función de cine a la estancia familiar "El Calchaquí", en Marcos Juárez. El mayordomo, Juan Bonetto, conducía la voiturette Desoto que se detuvo al ver un automóvil estacionado a la vera del camino con un aparente desperfecto mecánico.
La situación dio un vuelco cuando un hombre, con fuerte acento italiano, sacó un arma y otros dos surgieron de entre los pastizales. Tras atar a Malaver y a Bonetto, la banda obligó a subir a Ayerza y Hueyo a su vehículo y se dio a la fuga, no sin antes pinchar los neumáticos del Desoto para impedir cualquier persecución.
La mafia siciliana y una ciudad bajo sospecha
Por aquellos años Rosario era escenario de violentos ajustes de cuentas y extorsiones regidos por dos figuras de la mafia siciliana: Juan Galiffi (alias "Chicho Grande") y su antiguo lugarteniente, Francisco Marrone (conocido como "Chicho Chico"). Esa compleja red delictiva había perfeccionado la industria del secuestro extorsivo, generando terror y silencio.
Aunque no se pudo comprobar la participación directa de Galiffi, varios de los implicados en el cautiverio de Ayerza se relacionaban con su entorno. Entre ellos, Vicente y Pablo Di Grado, que alquilaron una casa en Corral de Bustos, donde mantuvieron oculto a Abel. Aun así, un detalle reveló este paradero: Hueyo recordaba el ladrido ronco de un perro y describió con exactitud el piso de la vivienda. Alertados por lo publicado en la prensa por aquellos días, los Di Grado mataron al animal y levantaron el piso para evitar ser identificados.
La negociación del rescate y el telegrama fatal
Inicialmente, los secuestradores exigieron 120.000 pesos y pidieron que la familia no involucrara a la policía. Ayerza llegó a escribir cartas a su madre, Adela Arning, pidiendo que no dudaran en pagar. Para concretar la entrega del dinero, los delincuentes establecieron instrucciones precisas: durante cuatro días seguidos, un auto debía circular con una bandera argentina en el radiador por la ruta Rosario-Marcos Juárez a la misma hora, con el fin de facilitar el contacto con los secuestradores.
Sin embargo, una fuerte tormenta retrasó ese tránsito y complicó la entrega. Pese a todo, el 30 de octubre la familia logró que un allegado entregara el dinero a Salvador Rinaldi, quien recibió el maletín con 120.000 pesos en Rosario. El criminal prometió la liberación "mañana o pasado", según reconstruyó la Justicia.
El quiebre llegó por un telegrama en clave que debía transmitir la confirmación del pago. La frase "Mándeme el chancho" se convirtió, en la mala interpretación final de los captores, en "Maten al chancho". Así, Abel Ayerza fue asesinado de un escopetazo por la espalda el 1 de noviembre de 1932.
Existe, no obstante, otra hipótesis sostenida por la policía cordobesa: los secuestradores, temerosos de ser descubiertos y de que Ayerza pudiera reconocerlos, decidieron eliminarlo aun antes de recibir un mensaje claro. El hallazgo del cuerpo, encontrado recién el 22 de febrero de 1933 en un maizal cercano a Chañar Ladeado, provocó una honda conmoción en todo el país y protestas multitudinarias.
Un crimen que sacudió la política y la Justicia
El triste desenlace impulsó un debate en el país sobre la aplicación de la pena de muerte. Incluso, varios sectores exigieron la introducción de la silla eléctrica, similar a lo que ocurría en Estados Unidos. Sin embargo, el Congreso finalmente no aprobó el proyecto.
Los tribunales condenaron a perpetua a varios miembros de la banda, entre ellos a Pablo Di Grado, Vicente Di Grado y Romeo Capuani. Aunque a Juan Galiffi no se le pudo probar una conexión directa en el crimen, sí fue deportado a Italia en 1933 por otros cargos y falleció en 1943 en Milán, en plena Segunda Guerra Mundial.
Devastada, la madre de Abel, Adela Arning, donó fondos para la construcción de la Parroquia Nuestra Señora de la Merced, en Ranelagh, inaugurada en 1936 en memoria de su hijo.
Te puede Interesar