Día del Medio Ambiente
05/06/2024 | 13:00
Redacción Cadena 3
María Arrieta
Cuando hablamos de contaminación sonora, es importante diferenciar entre ruido y sonido, para establecer qué es contaminante y que no.
El sonido se define como propagación de ondas mecánicas (sean audibles o no), a través de un medio que esté generando el movimiento vibratorio de un cuerpo. En sí mismo, no se considera contaminante.
Mientras que el ruido se produce cuando un sonido molesta. En general, la contaminación acústica generada se la atribuye a la actividad humana. La Agencia de Protección Ambiental lo define como sonido indeseable que interfiere la comunicación y es lo bastante intenso para dañar la audición o es molesto de cualquier manera.
José Moreno, futuro licenciado en gestión ambiental, explicó que la molestia no es exclusivamente dada por el ‘nivel sonoro’, sino por otras condiciones: como el momento, las características tonales, la duración y la intensidad.
La fonoaudióloga Laura Mercado (MP: 7195), explicó a Diversidad que “los altos niveles de ruido incluyen mucho en el procesamiento de la comunicación y el lenguaje”.
“Cuando la intensidad sonora es alta, afecta la percepción del oído interno, que es cuando la banda sonora se convierte en energía eléctrica, por eso, se busca evitar el trauma acústico y se recomienda no usar auriculares fuertes, usar el protector auditivo para personas que trabajan en situaciones de frecuencia de mucha intensidad”, explicó.
En ese sentido, asegura que los ruidos altos tienen un efecto y consecuencias más marcadas en quienes usan audífonos y tienen problemas en el procesamiento auditivo.
“Todas las personas con trastornos del lenguaje tienen una base de dificultad para procesar la información auditiva. Cuando hay mucho ruido, esto se hace más severo”, explicó.
“Hay un solo procesador auditivo en el cerebro y se divide en sonidos del ambiente y otra parte sonidos del lenguaje. Podemos cerrar los ojos y dejar de ver, pero no cerrar los oídos y dejar de escuchar. Por eso, el procesador auditivo siempre está funcionando y recibiendo información”, agregó. En consecuencia, “cuando hay muchos niveles con información auditiva, las personas con dificultades en el procesamiento del lenguaje se ven afectadas”.
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“Se cansan más rápido, se fatigan, tienen más dificultades para decir lo que quieren decir y estas personas prefieren retirarse de estas situaciones”, concluyó.
Por su parte, la licenciada en fonoaudiología y docente universitaria responsable del área de Audiología CEMO, Lorena López Valencia, dijo que lo más importante es “relacionar a la contaminación sonora no con aquellos ruidos que generan molestias (como un escape de una moto, un auto o un martillo de la calle), sino con todos los sonidos creados por el hombre”.
“Son aquellos sonidos que producen placer y malestar y alcanzan determinado nivel de intensidad y pueden producir un daño en la audición”, explicó.
En ese sentido, advirtió que como sociedad estamos expuestos permanentemente a la contaminación sonora y lamentablemente nos estamos acostumbrando a un nivel de incomunicación permanente. Es decir, nos exponemos a situaciones donde la comunicación se ve interrumpida por grandes emisiones sonoras, ya sea cuando estamos en un bar o en nuestras propias casas.
“Hay que tomar conciencia del cuidado que debemos tener cada uno y crear esa burbuja auditiva”, recomienda.
“Son muy pocos los lugares donde nos podemos sentar y conversar sin tener una exposición alta al ruido y si a eso lo trasladamos a personas que tienen hipoacusia tenemos que saber que la comunicación se va a ver doblemente entorpecida en esas situaciones”, cerró.
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el ruido ambiental, como un problema de salud y ambiental creciente que afecta a más de 1000 millones de personas en todo el mundo.
Este puede provocarse por el ruido proveniente de calles, autopistas, tráfico aéreo, industrias, construcción, trabajos en la vía pública y conjuntos habitacionales.
El nivel de ruido recomendado por la OMS para garantizar una buena salud y bienestar es de 65 dB. Si la exposición es superior a 85 dB, ya hay riesgo de pérdida auditiva crónica. Mientras que, si la exposición se repite en el tiempo y por encima de 100 dB, hay riesgo de pérdida inmediata.
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