Ah, pero el campo

En general, cuando uno sufre de debilidad, lo mejor es buscar amigos que ayuden a apuntalarte.

Además, es difícil, muy difícil, que las palabras, sólo las palabras, convenzan a los otros de que hay fortaleza.

La economía se tambalea y cae por todos lados.

La comunicación del gobierno es contradictoria, imprecisa, se anuncia que se van a hacer anuncios, pero no se sabe cuándo.

Baldes de nafta a la incertidumbre.

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Pero el Presidente, el que debería guiar el barco en medio de la borrasca, se para y dice cosas como esta:

Que los argentinos se queden tranquilos, que está trabajando.

Que enfrenta los desafíos de la inflación, de los que especulan con el dólar y de los que guardan 20 mil millones de dólares en el campo esperando una mejor rentabilidad.

"Sepan que no me van a torcer el brazo", exclama de manera estentórea.

Hay que recordarle al Presidente, por si no se enteró que mientras se supone que él trabaja, la inflación sigue desbocada.

Las pruebas científicas y financieras se encuentran en un lugar llamado supermercado.

Esos que especulan con el dólar son argentinos que quieren salvar sus ahorros porque el peso, esos que emiten a mansalva y que provocan la inflación, no valen nada.

Y que el campo quiere mejorar su rentabilidad, claro que sí.

Pero el Presidente prefiere ignorar que el campo es el motor de la economía argentina.

Que es moderno, innovador, está a la vanguardia en el mundo, que la mayoría de los productores trabajan de sol a sol e invierten para cosechar cada vez más.

Que lo que ganan se derrama en cada pueblo y región de la pampa productiva.

Los santafesinos y los cordobeses lo conocemos muy bien.

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Y que, en todo caso, si no hay dólares no es culpa del campo, sino responsabilidad del descalabro de un Estado que le entrega al productor un dólar a 90 pesos y el resto lo gasta de manera dispendiosa.

Aun así, según Cámara de la Industria Aceitera y la Cámara de Exportadores, la liquidación de divisas del agro creció en junio 33 por ciento interanual y alcanzó los 4.231 millones de dólares, un máximo histórico para un solo mes.

En lo que va de 2022, superan los 15.000 millones de dólares.

Como cualquier enfermedad, lo primero que hay que hacer con la debilidad es reconocerla.

Después buscar ayuda. Y eso, sin ideas, a los gritos y con el dedo acusador es difícil de lograr.

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