Inseguridad en Argentina
22/03/2023 | 07:44
Redacción Cadena 3
Juan Federico
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Comercios baleados, guardias en estado de alerta y sepelios a los tiros
La escena fue entre violenta y grotesca. El joven pasó comercio por comercio en toda una larga calle y a cada uno le fue dejando un mensaje: "Pagan o balas".
La industria de la extorsión hace tiempo que es un negocio próspero para las bandas del miedo en Rosario. Una metodología delictiva que perfeccionó y llevó hasta el extremo la organización narcocriminal Los Monos, que no tuvo inconvenientes en balear a oficinas públicas, colegios y estaciones de servicios, siempre con algún mensaje: impunidad a la fuerza o pago de "protección".
En el medio, otras bandas se fueron plegando al mismo modus operandi. Los tiros contra fachadas se multiplicaron y los investigadores comenzaron a observar que entre los ataques planificados, con gruesos mensajes implícitos, también se colaban balaceras ejecutadas por personas que no tenían nada que ver con el crimen organizado y que acaso buscaban réditos ínfimos, o sólo un poco de figuración pública.
Balaceras ordenadas por expertos en delinquir y también por jóvenes arrasados por el consumo, cuya capacidad intelectual está seriamente en duda. Doble riesgo, cuentan los investigadores.
Aquel caso desnudó a los últimos. Tras amenazar uno por uno a los comerciantes, el "tiratiros" les informó que a partir de ese momento debían abonar una fuerte suma de dinero para evitar ser baleados y para hacerles más fácil el pago, les dejó por escrito su CBU. Quedó preso.
Lo grotesco de aquel caso puso al descubierto cómo la industria de la extorsión proliferó en Rosario. El presidente de la Federación Gremial de Comercio e Industria de la ciudad, Edgardo Moschitta, no duda al momento de describir esta situación.
"Se ha visto mucho la agresión sobre el comercio barrial, en alguna zona de la ciudad se ha dado que han comenzado por sectores o por rubros: en un momento fueron las estaciones de servicio, luego las concesionarias, luego fue directamente toda una calle o un barrio. Si bien hoy casi todos los grandes cabecillas del narcotráfico están presos, siguen trabajando desde la calle, con acceso a todo tipo de comunicaciones. Y además, eso dio lugar a una lucha en el interior de las mismas bandas", comenzó la radiografía.
Y continuó: "En Rosario, está medido, la mayoría de los casos violentos sucede en el 12 por ciento del territorio de la ciudad. Esto no tranquiliza a nadie, porque nadie garantiza que no se siga expandiendo. Y llama la atención que estando tan focalizado el fenómeno, cueste tanto trabajo morigerarlo".
En cuanto a qué daños generan las extorsiones, Moschitta apuntó que si bien es complicado medir el daño total, ya que no hay una cifra oficial sobre cuánto han pagado los comerciantes extorsionados, no dudó en asegurar que todo esto ha generado un daño producto del miedo que nadie puede medir. Empleados que renunciaron luego de que sus comercios fueran atacados a balazos y clientes de locales gastronómicos que optaron por no ir más tras una balacera, son sólo algunas muestras de estos efectos.
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También hay firmas que recibieron petitorios, de parte de sus empleados, para que dispongan transportes seguros para trasladarlos a oficinas o comercios ubicados en zonas violentas.
Si bien no se conoció de manera pública que haya existido algún pedido de dinero o una extorsión explícita, los ataques contra comercios en Rosario tuvieron trascendencia internacional el pasado 2 de este mes, cuando dos desconocidos en moto balearon el frente de un supermercado perteneciente a la familia de la esposa del futbolista Lionel Messi, Antonela Roccuzzo.
No se trata del único rubro afectado por el derrame de la violencia que hace dos décadas no deja de crecer en la ciudad.
El pasado 21 de febrero, sicarios abrieron fuego en contra de los deudos de Jorge Gustavo Maturano (45), quien había sido ejecutado de ocho balazos y estaba siendo velada.
Fue en medio del velorio que un auto se acercó hasta el frente de la Cochería Colonial, ubicada en Teniente Agneta y Pellegrini, en la zona oeste de la ciudad, y desde adentro dispararon una ráfaga de tiros en contra de las personas que a esa hora se encontraban en la vereda. Una persona murió y otras cinco, entre ellas una embarazada, fueron heridas.
No se trató de un caso excepcional. Desde hacía un tiempo, los encargados de las cocherías venían advirtiendo una mayor violencia en torno a los velorios de personas asesinadas en ajustes de cuentas: amenazas a los familiares, tiros en los cortejos o directamente adentro de los cementerios.
Ante esta situación, decidieron elaborar un protocolo especial, adaptando el que habían elaborado para la pandemia por el Covid. Ya no hay más velorios durante las noches, cuando las salas se cierran.
"El protocolo para el servicio de cochería es una ampliación del protocolo que surge por el Covid 19, en cuanto a la cantidad de gente y los horarios. Acá se ha ido complicando el tema de la inseguridad, por lo que se amplió el protocolo y seguimos con la misma característica: estamos velando en horario diurno, entre las 8 y las 20, porque después la gente ya no está en la calle. Y también pedimos seguridad a través de la Policía, con la idea de llegar al cementerio sin inconvenientes. Desgraciadamente es como que se rompieron los códigos, ya no existe el respeto a esta actividad como ocurría antes. Los empleados tienen miedo de llevar adelante la actividad ante este tipo de ataques", indicó Luis Pinilla, titular de la Asociación de Empresas Fúnebres de la Provincia.
En los cementerios, agregó, también se acortan las inhumaciones cuando observan que se está haciendo de noche.
En los centros de salud también han tenido que adaptarse a esta realidad violenta. El Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca) es una referencia al momento de tomar el pulso social de la ciudad, ya que se trata del principal centro de urgencias de Rosario. Allí, cada día llegan a la guardia personas baleadas, apuñaladas y con graves heridas por siniestros viales, entre otros motivos.
"El trabajador que llega al Heca sabe que va a trabajar con traumatizados, con heridos de arma de fuego y de arma blanca. Ya entes de la pandemia, en el Heca se atendían 40 heridos de arma de fuego por mes. Ahora se advierte cómo cambió la complejidad con la que llegan los pacientes: con más heridas, graves, que requieren terapia, prolongadas internaciones, repetidas cirugías, altos costos", comenzó a contar el director del hospital, Ignacio Bitar.
Y resaltó: "En el Heca pasan entre 2.600 y 4.000 personas por meses. El 10 por ciento es por siniestralidad vial. Y el 1,2 por ciento son heridos de arma de fuego. Es un hospital que cumple un rol fundamental, de pacientes graves, de complejidad alta. Ha pasado que un mismo paciente que curamos por una herida de arma de fuego, llega a la semana con más tiros".
En cuanto a cómo esta violencia social se infiltra en el hospital y en el trabajo diario de quienes deben acudir a los barrios ante las emergencias, Bitar señaló: "Tenemos capacitaciones continúas desde la Secretaría de la Salud para abordar las violencias y comités para intentar acompañar a los familiares. Hoy se nota un cambio de códigos, hoy el guardapolvo blanco no es un código para que no te toquen, para entrar en un barrio catalogado en el mapa de calor como rojo hay que entrar con un patrullero, esto se viene observando desde hace rato. El médico antes era intocable, el guardapolvo te ponía en un lugar de respeto. Ahora ha cambiado".
¿Quiénes son los que llegan a las guardias tras ser atacados a balazos? "El herido de arma de fuego -respondió Bitar- antes eran jóvenes de entre 30 a 45 años. Ahora vemos que la franja se ha extendido hasta abajo, entre los adolescentes, y hacia arriba también, con más grandes. Y entre las mujeres también se ha incrementado".
El Heca ha tenido que ir adaptándose a esta realidad. De las 60 habitaciones con internados, seis tienen guardias en las puertas: las personas están con decreto de detención o se sospecha que pueden ser atacadas de nuevo.
Un Comité de Análisis de Riesgo evalúa el contexto en le que ingresa cada paciente: por qué causa llega, si estuvo en algún enfrentamiento, quiénes son las personas que lo acompañan. Si bien se trata de un hospital de puertas abiertas, en la que no se le niega el ingreso a nadie, el alerta en el que se vive en Rosario obliga a agudizar la mirada, aún en medio de una emergencia.
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