Inseguridad en Argentina
16/02/2023 | 12:30
Redacción Cadena 3
Juan Federico
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El jubilado que quería cambiar el barrio y fue acribillado por los narcos
La Matanza tiene adosadas toda una serie de connotaciones poco elogiosas. Se trata del partido más grande del conurbano bonaerense, ubicado a pocos minutos de la Capital Federal, donde todas las carencias estructurales parecieran amontonarse. Un territorio en disputa constante, gobernado por barones de la pobreza, cuya precariedad no deja de causar asombro.
González Catán es uno de los enclaves empobrecidos que forman parte de esta realidad. Ubicado al frente de Laferrere, otro bastión caliente del conurbano, hace tiempo que las bandas narcos hacen estragos en sus calles de piedras y tierra maltrechas.
"Si llueve, vas a tener que venir otro día", es la primera referencia que llega cuando avisamos de nuestra intención de ir hacia barrio Fátima, donde el domingo 7 de noviembre de 2021 se escribió uno de los ataques mortales más significativos de los últimos tiempos.
Aquella noche, René Mendoza Parra, un jubilado que había nacido 78 años antes en Bolivia y que se había asentado en Argentina tres décadas atrás, estaba a punto de irse a dormir, tras una jornada plagada de reuniones.
Don René, como lo llamaban todos allí, era un referente barrial. Había montado un comedor solidario y no dejaba de insistir ante cualquier autoridad para intentar modificar la realidad de todos los días. Se negaba a colgar los "ganchos", pedía alumbrado público, veredas transitables, soñaba con el cordón cuneta y el asfalto, motorizó una campaña para que llegara el agua potable y, ya cansado de vivir con miedo, había comenzado a insistir por la presencia de Gendarmería Nacional y una garita policial.
Al fondo de esa zona, hacía ya un tiempo que una banda narco compuesta por paraguayos y argentinos estaba tomando cada vez más espacios. La vera del río Matanza, que une Laferrere, González Catán y Virrey del Pino ya era posesión de este grupo organizado. Se trata de un vasto enclave que reúne a más de medio millón de personas. Uno de los bolsones de pobreza más importantes del conurbano.
Allí, entre los matorrales, escondían la droga y vivían agazapados, seguros de controlar cualquier acceso. Ya había quedado demasiado atrás en el tiempo la época en la que los vecinos podían ir a pescar o a intentar cazar algo en aquellos márgenes perdidos a manos del narcotráfico.
Un copamiento territorial que ya en 2021 se había vuelto insoportable, en medio de una degradación social profunda. Recorrer este rincón del conurbano significa adentrarse en una precariedad absoluta. Una intemperie colectiva en la que el gris de las viviendas parece inundar la vida de todos los días. Narcotráfico empapado en la pobreza, dejando a la mayoría de los vecinos ajenos a este flagelo como rehenes silenciosos.
Don René pretendió levantar la voz. Y lo volvió a hacer en la reunión que mantuvo con otros miembros de la comunidad y el jefe de la Policía local aquel domingo a la tarde.
Por eso, cuando a la noche dos jóvenes llegaron hasta su casa, golpearon la puerta y preguntaron por él, diciendo que iban para darle una mano "por lo de la reunión", el jubilado se levantó de la cama y se asomó a la vereda. No le dieron tiempo a nada.
Los dos precoces sicarios, armados con poderosas pistolas nueve milímetros ("como las que usa la Policía", subraya hoy su hijo René) abrieron fuego de inmediato. Lo acribillaron de 14 balazos.
Cuando su familia intentó ayudarlo, dispararon varias veces más. Luego escaparon.
La investigación llegó a dos jóvenes sospechosos, que viven a pocas cuadras de la casa de Don René. Uno de ellos, Braian Leonel Roque, está prófugo, por lo que el Ministerio de Seguridad de Buenos Aires ofrece 5.000.000 de pesos para dar con él.
El otro, Kevin Maza, fue atrapado y en mayo comenzará a ser juzgado.
René, el hijo del jubilado asesinado, asegura que estos jóvenes habrían ido, cuando eran más chicos, al comedor solidario que gestionaba su padre. No tiene dudas de que fueron "soldaditos" mandados por algún capo narco.
Sin embargo, la investigación judicial nunca encontró, hasta ahora, al autor ideológico de la ejecución de Don René.
El crimen fue aleccionador, de la peor manera. Hoy, la familia del jubilado vive con una custodia policial permanente frente a la casa. Los vecinos intentan hablar poco o nada sobre lo sucedido. Con la mirada enfocada hacia la zona del río, dicen mucho más. Saben que las bandas criminales tienen ojos en todos lados. "Acá tenemos chicos y no queremos tener problemas. Don René se metió con lo que no tenía que meterse", cuentan en la misma cuadra.
Otra mujer, que pasa caminando, asegura con total naturalidad que los que venden droga están más al fondo del barrio. Los mismos que controlaban el río antes del crimen de Don René y que ahora lo continúan haciendo.
Varios más evitan contestar. Saben que la vida sigue cada día en ese mismo punto del conurbano, al que Don René quería salvar, pero que hoy, a más de un año de su crimen, continúa mostrando el mismo derrotero que él denunció hasta que lo mataron.
Porque nada cambió desde entonces. Todo se profundizó.
Su crimen sólo trajo más miedo y silencios. Un mural, con su rostro iluminado, intenta rescatarlo del olvido obligatorio en el que el intentan sumergirlo el crimen organizado y todos sus cómplices estructurales.
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