Violencia en el fútbol
14/11/2024 | 17:02
Redacción Cadena 3
Gabriel Rodríguez
La “visita” de los barras de Instituto al predio de La Agustina fue la gota que rebalsó el vaso en la cabeza de Diego Dabove, pero esa no es la única referencia por la que el ex arquero dejó el mando en Alta Córdoba.
Desde aquí condenamos todo tipo de violencia, física o verbal, porque esa no es la manera de convivir dentro del fútbol.
Los barrabravas, aparentemente preocupados por el dudoso nivel futbolístico del equipo, les habrían exigido un mayor compromiso deportivo. Muy grave que semejantes personajes, cuya presencia debería generar el repudio generalizado del club y de la sociedad, pudieran ingresar al lugar de práctica futbolística y tomar contacto con los jugadores.
Claro que existe un trasfondo deportivo, muy difícil de manejar en un equipo que no le encuentra la vuelta al campeonato.
Instituto perdió cuatro de los últimos cinco partidos, tres de ellos de manera consecutiva y apenas sacó 5 puntos de 27 posibles, números que son insoportables más allá de entender el contexto.
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Pese a que la matemática aún lo ayude para entrar a la Copa Sudamericana 2025, no está armado para pelear cosas importantes, pero cuando más cerca tenía el objetivo se cayó.
Lo curioso es que cuando este mismo plantel perdió seis partidos seguidos, entre el 9 de marzo y el 15 de abril, cinco juegos de la Copa de la Liga y el único que disputó por la Copa Argentina, ni por asomo aparecieron los barrabravas para amedrentar.
Es más, jamás la dirigencia puso en duda la continuidad del entrenador, sostenido contra viento y marea para iniciar luego el actual Torneo de la Liga. Certamen que a la cuarta fecha lo encontraba con 7 puntos de 12 posibles.
El domingo 2 de junio le ganó a Gimnasia en Alta Córdoba 2-1, pero la felicidad no pudo ser plena.
Una bandera, colgada en el alambrado que da a la popular del gimnasio Angel Sandrín, no pasó desapercibida por el técnico y que le pedía a él y a los futbolistas que "pongan mucho huevo porque con la Gloria no se jode".
"Es una bandera rara. Me duele porque creo que no corresponde. Tengo muchos años en el fútbol, es difícil poner una bandera ahí sin que esté enterada gente importante del club, es muy difícil", señaló con un enojo evidente y agregó: "Me duele y me da bronca".
Entre líneas, había una mención implícita a los que manejan a la institución y no le faltaba razón. Aquella vez la sangre no llegó al río pese a que ameritó una reunión entre las partes para aclarar la situación.
Dabove alcanzó los 60 partidos dirigiendo a Instituto, superó a Lucas Bovaglio, y se convirtió tras la derrota ante Belgrano en el noveno entrenador que más cotejos estuvo en el banco del albirrojo.
Sus declaraciones tampoco tuvieron un hilo conductor. El año pasado no se ponía en tela de juicio si el equipo no clasificaba a la Sudamericana porque era el año del regreso a la máxima categoría.
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Pero el 2024 tenía otro sabor. Luego de ganarle a San Lorenzo, la Gloria quedó noveno en la general pero desde ahí no sumó nunca más de a tres.
Entre el “no pasa nada” si Instituto no entra a la Sudamericana al “ser una carga psicológica” al verse tan cerca y no poder, hay un mar de diferencia.
Lo sucedido el último martes es el problema de siempre. Las barras son la enfermedad que, a pasos agigantados, matan al fútbol argentino.
Son la miseria que prevalece. Los violentos que se mueven en los clubes como si fueran su casa. Tienen acceso a todo y a todos.
El mal momento del equipo fue la excusa ideal para que diez tipos irrumpieran en la práctica para “hablar” con el “Chino” Romero y el “Palomo” Alarcón. Los resultados no acompañan desde hace tiempo, y el clima está tenso.
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¿Serán hinchas esos? ¿Acaso no recuerdan que a Instituto le costó 17 años regresar a Primera División?
La gente de Instituto, o parte de ella, pareciera no tomar real dimensión.
¿Cuál es la solución? La que fuere parece estar lejos. Momento tras momento, los actos de violencia en las canchas o en los predios deportivos son tapa de todos los medios y nunca llegan respuestas.
Sabido es que las barras del fútbol argentino constituyen una verdadera lacra, apañada por dirigentes de los clubes y de la política, que en muchos casos se benefician de sus funestos "servicios".
En prácticamente todos, ya sea por temor o por conveniencia, prefieren mirar para otro lado a la hora de buscar alternativas para erradicarlas.
¿Qué hay que hacer para frenarlos? ¿Quién debe tomar las riendas de este grave problema que azota a la sociedad?
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Se lo comunicó al plantel tras el entrenamiento de este jueves. La salida se da tras una serie de malos resultados y después del apriete de barras a los futbolistas.
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