Diario de un confinado
16/04/2020 | 10:31 |
Adrián Cragnolini
¿Ser un ciudadano responsable pagando impuestos o dadivoso y caritativo soltando donaciones discrecionalmente para recibir exenciones tributarias?
¿Temita, eh?
Contextualicemos...
Al desatarse con tanta velocidad y virulencia la invasión del coronavirus por el planeta, las economías de todos los niveles oficiales empezaron a desequilibrarse ante la desviación presupuestaria para cubrir primero las necesidades de los sistemas sanitarios públicos de cada país y luego para salir en auxilio de los más perjudicados por la incontenible crisis económica.
Organismos supranacionales, jefes de estado, gobernadores y alcaldes de grandes y pequeñas ciudades se precipitaron a conseguir recursos para cubrir estos apremiantes gastos.
Les voy a describir un ejemplo. La presidenta de la Comunidad (provincia) de Madrid, se lanzó a gestionar aportes caritativos de grandes empresarios españoles para reforzar el presupuesto de la sanidad madrileña, severamente afectada por la insuficiente inversión pública en la última década.
Consiguió así varios millones de euros para destinar al aprovisionamiento sanitario, que fueron convenientemente vociferados por algunos medios de prensa, con una implícita invitación al agradecimiento servil de la sociedad por recibir esa “desinteresada” aportación.
De desinteresada nada. El régimen fiscal español permite jugosas desgravaciones a quienes realizan donaciones de este tipo. Del 37% de media. Sea persona física o societaria. Donar 300 millones de euros permite recuperar casi 120 millones.
Más de la tercera parte, que entonces, ¡oh sorpresa! es aportada por el tesoro público, es decir, nosotros. Poco se dice eso.
Un agradecimiento tramposo
Pero lo más controvertido de estos comportamientos es la carga moral que debe soportar la sociedad ante estos supuestos piadosos. Gobernantes y formadores de opinión nos empujan poco menos que a postrarnos en señal de gratitud por tan loable acción, dándoles entonces un plus de notoriedad que contrasta con el anonimato de quien paga al fisco lo que corresponde, sin alharacas.
Como lo definieron algunos expertos del sector de la salud, "el sistema sanitario público no debe depender para su funcionamiento de donaciones más o menos altruistas, sino que los recursos deben salir de los impuestos", sostiene Mariano Sánchez Bayle, portavoz de la Asociación Española por la Defensa de la Sanidad Pública.
Una diputada regional de Podemos, Isabel Serra, afirmó que "La sanidad pública no puede depender de la caridad o del humor con que se levanten los millonarios. Lo que necesitamos es que las personas como Amancio Ortega paguen sus impuestos". Mas claro, agua.
Amancio Ortega, por si alguien no lo sabe, es español, de Galicia, dueño de la textil multinacional Inditex, la de las marca Zara entre tantas, una de las más grandes fortunas personales del mundo.
Está donando anualmente varios millones de euros para la adquisición de equipamiento médico destinado a enfermedades específicas.
Vean este titular de Diario 16 de hace unos meses:
Aunque soslayásemos esa información (no deberíamos) cabe matizar aquí esa caridad debería llegar a los responsables que definen los criterios de salud pública, sin condicionarlo a una enfermedad concreta.
Cabe aclarar finalmente que Amancio Ortega es apenas una muestra de otros numerosos personajes públicos que optan por este tipo de colaboración que tantos resquemores provocan en una buen parte de la sociedad española.
Hasta siempre, Luis
Acabo de enterarme de que el coronavirus se ha llevado a Luis Sepúlveda, un gran escritor y periodista chileno, radicado hace muchos años en el norte español, en Asturias. No voy a hacer su obituario aquí, solo plasmar un reconocimiento personal por el placer que tuve al leer algunos de sus libros, como Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, Patagonia Express o Diario de un killer sentimental. Gracias por todo Luis.
Hasta mañana!