La era de Francisco
05/04/2023 | 21:19
Redacción Cadena 3
El papa Francisco elogió las virtudes del sexo en un documental difundido este miércoles, describiéndolo como "una de las cosas hermosas que Dios les ha dado a los humanos".
El pontífice, de 86 años, hizo el comentario en la producción de Disney+ "Amén. Francisco responde", que captura una reunión que tuvo el año pasado en Roma con 10 personas de poco más de 20 años.
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Francisco fue consultado en el encuentro sobre una variedad de temas, incluidos los derechos LGBT+, el aborto, la industria de la pornografía, el sexo y la fe y los abusos sexuales dentro de la Iglesia Católica.
"El sexo es una de las cosas hermosas que Dios les ha dado a los humanos", dijo en el documental.
"Expresarse sexualmente es una riqueza. Así que cualquier cosa que reste valor a la expresión sexual real te disminuye y agota esta riqueza", dijo, refiriéndose a la masturbación.
También se le preguntó a Francisco si sabía qué es una "persona no binaria" y respondió afirmativamente. Reiteró que las personas LGBT+ deben ser acogidas por la Iglesia Católica.
"Todas las personas son hijos de Dios, todas las personas. Dios no rechaza a nadie. Dios es un padre. Y yo no tengo derecho a expulsar a nadie de la Iglesia", dijo.
Sobre el aborto, Francisco dijo que los sacerdotes deberían ser "misericordiosos" con las mujeres que han interrumpido un embarazo, pero declaró que la práctica sigue siendo inaceptable.
"Es bueno llamar a las cosas por su nombre. Una cosa es acompañar a la persona que tuvo uno (aborto) y otra muy distinta, justificar el acto", dijo.
Las declaraciones del Papa fueron publicadas por L’Osservatore Romano, el periódico oficial del Vaticano, que describió su conversación con los jóvenes como un "diálogo abierto y sincero".
El largometraje fue filmado en junio de 2022 en un edificio del barrio el Pigneto de Roma, cuando el Papa padecía un intenso dolor en su rodilla derecha. Por eso, se le ve frágil al caminar, pero no al contestar el cuestionamiento permanente de sus interlocutores, todos hispanoparlantes de entre 20 y 25 años, procedentes de España, Senegal, Argentina, Estados Unidos, Perú y Colombia.
Aunque en un inicio parecen cohibidos por el inminente diálogo con el líder de la Iglesia Católica, tras la llegada de Francisco pasan rápidamente de la timidez a la confianza y, a ratos, a la vehemencia, abordando, entre otros temas, el rol de la mujer en la Iglesia, el feminismo y el aborto, el testimonio de fe y la pérdida de la misma, la identidad sexual, el drama de la migración y el racismo.
Cuando la conversación se desplazó hacia el abandono que han hecho tantos católicos de la comunidad eclesial, Francisco propuso uno de sus argumentos más recurrentes: las periferias. “Cuando no hay testimonio, la Iglesia se oxida, porque se transforma en un club de gente buena, que cumple sus cosas religiosas, pero le falta el coraje de salir a las periferias. Para mí, esto es clave. Cuando miras la realidad desde el centro, sin quererlo, vas armando vallas protectoras, que te van alejando de la realidad y pierdes noción de la realidad. Si quieres ver qué es la realidad, anda a la periferia. ¿Quieres saber lo que es la injusticia social? Anda a la periferia. Y, cuando digo periferias, no sólo hablo de pobreza, sino culturales, periferias existenciales”, puntualiza.
Posteriormente, tomó la palabra Medha, una joven nacida en Estados Unidos, cuyos padres dejaron India buscando un mejor futuro para su familia, testimonio que se combina con el de Khadim, joven musulmán senegalés radicado en España. Ambos dieron cuenta del racismo experimentado por venir de lejos.
Así, la conversación se centró en el drama global de la migración y el Papa aprovechó para denunciar tanto la explotación de personas en los países de partida, como la falta de moralidad de aquéllos que no los acogen.
“Esto sucede hoy. Ocurre en los límites de Europa y, a veces, con la complicidad de alguna autoridad que los manda de vuelta. Hay países en Europa, no los quiero mencionar para no tener un problema diplomático, que tienen pequeñas ciudades o pueblos casi vacíos, pueblos donde no hay más de 20 ancianos y campos sin cultivar. Y estos países, que están sufriendo un invierno demográfico, tampoco reciben al migrante”, sostuvo Francisco.
Según el Santo Padre, detrás de eso hay una conciencia social de corte colonialista, que favorece la explotación, y una cultura de la esclavitud encubierta por políticas migratorias que no buscan recibir, acompañar, promover ni integrar al migrante.
Pero los jóvenes le enrostraron al Papa que la Iglesia en el pasado colaboró y se sirvió de ese colonialismo. Él les respondió que, aunque dé vergüenza, siempre hay que asumir la propia historia y que ese criterio le ha permitido ir limpiando el Vaticano de la mundanidad espiritual que ha encontrado, pero que sigue filtrándose. “La reforma de la Iglesia tiene que empezar desde dentro y la Iglesia siempre tiene que ser reformada, siempre, porque, a medida que avanzan las culturas, las exigencias van cambiando”, reflexionó.
Dora, joven evangélica originaria de Ecuador, se quebró al contarle al Santo Padre que sufrió acoso escolar y una soledad que la oprimió hasta el punto de pensar en quitarse la vida. Él la consoló, la invitó a llorar tranquilamente y, cuando ya estuvo más serena, le preguntó a qué se dedicaba. Dora respondió que es maquilladora teatral y el Papa le devolvió la sonrisa diciéndole: “Te voy a llamar para que me hagas más lindo”.
En ese momento, los truenos de una tormenta que se desató en el exterior interrumpieron por instantes la conversación, que giró hacia uno de los momentos más tensos del documental. Milagros, argentina, se presentó como catequista católica y, a la vez, como orgullosa activista pro aborto. Puso en las manos del Papa un pañuelo verde estampado con la reivindicación “Aborto libre, seguro y gratuito”. Francisco acogió el gesto y dejó que fluya un debate entre las mujeres del grupo, entre las cuales sólo una se manifestó contraria a la interrupción del embarazo y favorable a la defensa irrestricta de la vida que está por nacer.
Luego, el Papa tomó la palabra y lo planteó tanto en términos pastorales como biológicos. “A los curas siempre les digo que, cuando se acerca una persona en esa situación, con un cargo de conciencia, pues es dura la huella que deja un aborto en la mujer, que, por favor, no pregunten mucho y sean misericordiosos, como es Jesús”, afirmó.
“Pero el problema del aborto hay que verlo científicamente y con cierta frialdad. Cualquier libro de embriología nos enseña que, al mes de la concepción, ya está delineado el ADN y están dibujados todos los órganos. Por tanto, no es un montón de células que se juntaron, sino que es una vida humana”, subrayó.
Así, el Pontífice avanzó en su argumentación y, como lo ha hecho otras veces, abrió preguntas. “¿Es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema? O, si yo recurro a un médico, ¿es lícito alquilar un sicario para que elimine una vida humana para resolver un problema?”, los cuestionó el Papa.
Jorge Bergolgio valoró la sensibilidad de las jóvenes respecto al drama de la mujer que se enfrenta a un embarazo indeseado, pero insistió en que “conviene llamar a las cosas por su nombre”. Al respecto, aclaró: “Una cosa es acompañar a la persona que hizo esto y otra cosa es justificar el acto”.
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El tema cambió, pero la tensión aumentó cuando Juan, español, casi impedido de hablar por la congoja que lo embargaba, le contó a Francisco que, cuando tenía once años, fue abusado en reiteradas ocasiones por un numerario del Opus Dei que trabajaba como profesor en su colegio.
El ofensor fue condenado por la Justicia Civil, aunque con una pena reducida. El Papa se mostró adolorido, pero, sobre todo, sorprendido cuando ese joven le entregó una carta escrita por el mismo Francisco. Era la respuesta de puño y letra del Pontífice dirigida al padre del joven, diciéndole que la entonces llamada Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) se haría cargo de este caso a nivel canónico. El joven, quien reconoció que ya no es creyente, le explicó que la CDF dictaminó que ese profesor debía ser restituido en su buen nombre, exonerándolo de responsabilidad.
Francisco se comprometió a revisar el caso, pero los demás lo cuestionaron por la respuesta generalmente negligente de la Iglesia al abuso de menores por parte de sus ministros. El Papa expresó su dolor por estos hechos y, de modo detallado, les dio a conocer todo lo que se está haciendo para combatirlos, porque, al menos en la Iglesia, “estos casos de abusos con menores no prescriben”. “Y, si por los años prescriben, yo levanto la prescripción automáticamente. No quiero que esto prescriba nunca”, sentenció, seriamente.
Con el nombre de Celia, se presentó otra muchacha española que explicó que es no binaria y cristiana. “¿Sabes lo que es una persona no binaria?”, le preguntó a Francisco. Él respondió que sí, pero ella igualmente explicó que “una persona no binaria es aquélla que no es ni hombre ni mujer o, al menos, no totalmente ni todo el tiempo”.
Después quiso saber si en la Iglesia hay espacio para la diversidad sexual y de género, y él contestó ampliando el horizonte al desafío eclesial de la inclusión: “Toda persona es hija de Dios, toda persona. Dios no rechaza a nadie. Dios es Padre. Y yo no tengo derecho a echar a nadie de la Iglesia. Más aún, mi deber es recibir siempre. La Iglesia no puede cerrarle la puerta a nadie. A nadie”.
Acto seguido, el Pontífice lanzó una crítica a quienes, apoyándose en la Biblia, promueven discursos de odio y justifican la exclusión de la comunidad eclesial del llamado colectivo LGTB. “Esa gente son infiltrados, que aprovechan la Iglesia para sus pasiones personales, para su estrechez personal. Es una de las corrupciones de la Iglesia”, aseguró.
Pero los temas candentes no se detuvieron y Francisco fue interpelado acerca del rol de la mujer en la Iglesia, que se lo plantearon desde la posibilidad de abrir el sacerdocio a las mujeres. Como lo ha expresado anteriormente, el Papa argumentó que “no es mejor ser sacerdote que no serlo” y que esto tiene un sustento en la teología, que enseña que el ministerio ordenado es para los varones.
El Santo Padre añadió que las mujeres están orientadas en la Iglesia a algo mucho más importante, que es la maternalidad, y privar a las mujeres de eso, según Francisco, sería privarlas de su originalidad, ejerciendo sobre ellas un machismo ministerial.
Por ende, explicó el Papa, la promoción de la mujer va en la línea de su propia vocación dentro de una Iglesia que en sí es mujer: “Es la Iglesia y no el Iglesia”.
El montaje audiovisual mostró al Santo Padre que, pese a no verse siempre cómodo, permitió que los jóvenes se expresaran con libertad, aun cuando muchos de sus planteamientos contradijeran la enseñanza de la Iglesia en distintas materias.
Tal fue el caso de Alejandra, colombiana, quien desafió al Papa desde el oficio con que sustenta su vida. Se presentó como creadora de contenido pornográfico que distribuye en redes sociales, una labor que, según ella, le ha permitido valorarse más y estar más tiempo con su hija.
Francisco escuchó con atención y, siempre comenzando con algo positivo, valoró la potencialidad de las redes sociales como un instrumento para facilitar la comunicación y establecer relaciones humanas.
Luego, el Papa abordó la moralidad de los contenidos que éstas pueden difundir. “Si tú, a través del medio, vendes droga, por ejemplo, estás intoxicando a la juventud, estás haciendo daño, estás fomentando un delito. Si tú, a través del medio, haces contactos mafiosos para crear situaciones sociales, es inmoral. La moralidad de los medios depende de para qué los uses”, sostuvo.
Entonces, María, la joven católica que previamente se había manifestado contraria al aborto, arguyó lo pernicioso que resulta la pornografía tanto para quien la produce, como para quien la consume. A partir de eso, Francisco retomó la palabra y recordó que el que hace uso de la pornografía disminuye humanamente. “El que es adicto a la pornografía es como que fuera adicto a una droga, que lo mantiene en un nivel que no lo deja crecer”, sentenció.
El diálogo derivó hacia el tema de la masturbación y el Papa optó nuevamente por ampliar la mirada, ofreciendo una aproximación sana a la sexualidad: “El sexo es una de las cosas bellas que Dios dio a la persona humana. El expresarse sexualmente es una riqueza. Entonces, todo aquello que disminuya la real expresión sexual te disminuye a ti también, te parcializa y te empobrece esa riqueza”.
“El sexo tiene su dinámica, tiene su razón de ser. La expresión del amor es probablemente el punto central de la actividad sexual. Entonces, todo aquello que te lo tire para otro lado y que te lo saque de esa dirección te disminuye la actividad sexual”, agregó.
El Pontífice reconoció que en la Iglesia “la catequesis sobre el sexo todavía está en pañales” y aseguró: “Los cristianos no siempre hemos tenido una catequesis madura sobre el sexo”.
El documental se cerró con el contraste de las experiencias de dos mujeres en el seno de la Iglesia: una, alimentada y bendecida por la fe; la otra, herida y dañada profundamente.
En este contexto, María volvió a manifestar sin complejos su fe católica y su pertenencia a la Iglesia, de la que se mostró orgullosa. A ratos, con la voz entrecortada, ante la mirada de otros nueve jóvenes que han disentido sostenidamente con ella a lo largo de la conversación, María explicó cómo su relación con Cristo le da sentido a su vida.
El Papa la escuchó con atención, la admiró, pero la previno de que su camino será difícil: “El testimonio de fe que das a mí me toca el corazón, porque hace falta ser valiente para decir lo que estás diciendo en esta reunión. Gracias por tu testimonio. No te quiero asustar, pero toma fuerzas y prepárate para la prueba. Sigue haciendo bien estas cosas, pero, cuando llegue la prueba, no te asustes, porque también en el momento de oscuridad está el Señor, que se esconde”, le aconsejó directamente Francisco.
Pero la experiencia de María se opone al desgarro y la lejanía de Lucía, joven peruana que perdió la fe en Cristo tras sufrir años de abuso de poder y psicológico mientras buscó servir a los demás como miembro de una comunidad de religiosas.
Le explicó al Papa que es más feliz ahora que no es ni católica ni creyente, mientras imágenes de su vida cotidiana la mostraban abrazada cariñosamente con otra muchacha. Francisco no buscó convencerla de algo distinto. De hecho, le explicó que muchas veces la verdadera valentía está en abandonar aquello que nos daña, en tomar distancia: “Este lugar malo, este lugar de corrupción, este convento me deshumaniza: vuelvo adonde salí, a buscar la humanidad de mis raíces. A mí no me escandaliza eso”, le expresó el Papa con una mirada paterna, que arrancó una sonrisa en Lucía.
Así concluyó la conversación y dio paso al agradecimiento del Santo Padre por la experiencia compartida.
Reconociendo las diferencias de pensamiento y opinión manifestadas en el diálogo, Francisco subrayó que ése es el camino de la Iglesia: “En la diversidad, todos unidos, todos hermanos, en una fraternidad que nunca se debe negociar”.
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