Un "Maligno" que vale oro

Tenía que ser en la Plaza la Concordia, emblema de la Revolución, símbolo de las ideas renovadoras que Francia exportó al mundo en el siglo 18.

Debajo del obelisco de Luxor, al que el Maligno Torres, seguramente le hizo cosquillas en alguno de sus saltos.

Tenía que ser ante una multitud congregada al impulso de los deportes urbanos y, en especial, por esta disciplina espectacular e impactante que es el BMX Freestyle.

Tenía que ser un Maligno apasionado, que además tiene un nombre: José Torres.

Tenía que ser un cordobés, aunque nació en Santa Cruz de las Sierra.

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José Torres Gil, según el documento nacional de Identidad, es el Maligno para el corazón de mucha gente y de sus afectos.

El Maligno se enamoró de las bicicletas en el Parque de las Naciones, en el barrio Urca.

Hizo de un juego, una pasión y de una pasión una vocación profesional.

Fue campeón Xgames, plata en Lima y oro en Santiago en los Panamericanos, y clasificó a París 2024 a duras penas, superando dificultades de todo tipo.

Llegar a París era su sueño.

Pero no se conformó con eso, Torres entendió el día era hoy.

Las puertas de la gloria estaban entreabiertas y se la jugó en la primera pasada.

Literalmente voló más alto que ninguno, según los que saben. Sus transiciones fueron rápidas, de rampa a rampa, sus acrobacias espectaculares y prolijas.

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Los jueces evaluaron con un puntaje altísimo su primera pasada y esto significó meter presión a sus ocho rivales de la final.

El Maligno fue tercero en el orden de participantes y debió esperar el puntaje de 6 rivales más.

Cada pasada era un sufrimiento, cada calificación que se iba comunicando en el tablero un alivio.

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El alivio se transformó en explosión con el último puntaje conocido.

Puños apretados, lágrimas y el grito de Argentina.

Todo un país deportivo, necesitado de buenas noticias, se veía conmovido.

El Maligno Torres hizo historia, sumó la medalla de oro número 22 de Argentina en Juegos Olímpicos.

En un deporte urbano de riegos, los asumió a todos.

No se guardó nada y se llevó la medalla que soñó.

Sus recetas fueron simples:

Coraje y trabajo, talento y trabajo, imaginación y trabajo.

Prepotencia silenciosa del trabajo físico y mental para intentar ser el mejor.

Por eso, el Maligno Torres es de oro y forma parte del patrimonio deportivo que ya nadie podrá quitarnos a los argentinos en general, ni a los cordobeses en particular.

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El vapuleado deporte amateur de la Argentina sigue siendo tierra de milagros.

Ni las múltiples lesiones, ni el “no hay plata”, ni la supuesta superioridad de sus rivales, pudieron contra su sueño y su determinación

Tenía que ser en la Plaza de la Concordia de París, donde nacieron las revoluciones y las ideas renovadoras

Fue allí donde José Torres escribió el mejor capítulo de su biografía provisoria y abierta a nuevas hazañas.

Allí quedo en claro que el Maligno vale oro