Opinión
08/08/2021 | 13:30 |
Jorge Parodi
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Juegos Olímpicos: Argentina, tierra de milagros
La historia se repite en cada edición de los Juegos Olímpicos.
Se trata de una versión libre de la exitosa telenovela "Argentina, tierra de amor y venganza".
En todo caso, el deporte de nuestro país protagoniza un remake que se puede titular: "Argentina, tierra de milagros".
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Al mismo tiempo en que se enciende el fuego olímpico, reaparece una multitudinaria y presuntuosa logia anónima y maliciosa que podemos denominar: "críticos de sillón", "haters u odiadores digitales", "sofistas de bar" o "frustrados cazadores de medallas".
Se trata de un grupo indiscriminado de opinadores vocacionales, que incluye a algunos mediáticos, que ejercen un derecho inalienable, con rango constitucional: el de hablar y escribir de lo que evidentemente ignoran.
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Lo hacen con pasión y convicción.
Son portadores de un virus que no tiene vacuna eficaz que lo elimine: el exitismo.
Aportan el criterio o la falta del mismo que aplican implacablemente para el fútbol: ganar o morir, solo sirve el primero, ganar es todo, el que pierde no existe, el segundo es el primero de los últimos, el meme debe humillar al perdedor y estupideces por el estilo, una especie de bilardismo mal entendido.
Bajo esos parámetros cuesta entender y explicar lo que sucede con el deporte argentino en Juegos Olímpicos.
Cómo explicarle a esa logia que, por ejemplo, salir trigésimo en una competencia olímpica, hasta puede ser un éxito, o que al menos puede que, en algunos casos, no sea un fracaso, según las circunstancias y el objetivo.
Cómo van a entender las horas de entrenamientos bajo condiciones paupérrimas de un nadador, de un remero, de un judoka o de cualquier deportista amateur en la Argentina.
Cómo cuantificar la cantidad de rifas, de empanadas y pastas frolas que tienen que hacer para vender, las noches durmiendo en aeropuertos, solo por cumplir con un sueño olímpico.
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Cómo van a entender que el día les queda corto en la misión de entrenar, estudiar y/o trabajar simultáneamente.
Cómo explicarles de la orfandad, del abandono, de la falta de apoyo de un estado ausente, sin una política clara, que les gambetea fondos, que brinda becas de manera arbitraria, que no les facilita los medios mínimos para competir dignamente.
Cómo hacerles pensar lo que ocurre todos los días con entrenadores mal pagos, clubes jaqueados sin posibilidad de sustento, federaciones olvidadas, medios de comunicación futbolizados y sponsors indiferentes.
En Tokio, en general, Argentina realizó una digna participación en deportes en conjunto y tuvo una magra cosecha de diplomas en los deportes individuales.
De las nueve representaciones en conjunto, nuestra delegación logró 3 medallas (Leonas, rugby y voley masculino), 3 diplomas (equitación, hockey y básquetbol masculinos) y tres eliminaciones en fase de grupo (fútbol, handball y las Panteras).
El coraje de esta nueva versión de la mística de las Leonas para ganar una medalla de plata, la épica de Los Pumas en el rugby 7 y el corazón de una conmovedora selección masculina de voleibol para obtener sendas y valiosas medallas de bronce, salvaron a la delegación argentina de una mayor frustración.
En deportes amateurs individuales y en vela sólo se lograron diplomas olímpicos que premian hasta el octavo puesto.
Lucas Guzmán, cuarto en taekwondo; Paula Pareto, séptima en judo; Agustín Vernice, octavo en canotaje; más los 3 diplomas en yachting: Victoria Travascio-Sol Branz quintas, Facundo Olezza sexto y Carranza-Lange fueron séptimos en sus respectivas clases.
Pero que unas pocas medallas no tapen el bosque.
Sin la intención de ser negativos, son resultados que se lograron “a pesar de” y no “gracias a”.
Esto engrandece los logros y atenúa los presuntos fracasos, que no son más que frustraciones.
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En la mayoría de los casos nuestros deportistas, más que los responsables, son los damnificados.
En Tokio se cortó la racha de ganar al menos un oro olímpico, que se daba desde Atenas 2004, hace ya 17 años.
Fue la actuación argentina más floja desde Barcelona ‘92.
Si hay decepcionados por la participación de nuestros deportistas en estos Juegos Olímpicos, es porque definitivamente están poco informados de la realidad del deporte argentino...
Tal vez ignoren que desde hace décadas nuestros deportistas amateurs están desfinanciados, que cobran poco y a destiempo, que no existe una POLÍTICA DEPORTIVA estatal, ni una planificación seria y constante sostenida durante años.
En ese contexto, los logros del deporte argentino tienen dimensión de milagros.
Más aún, con absoluta certeza se puede afirmar que, en materia deportiva, Argentina es tierra de milagros.
De vez en cuando, de tanto en tanto, como por arte de magia, brotan como la soja en la pampa húmeda algunas Leonas hambrientas, una legión de tenistas brillantes o una generación dorada incomparable, o bien deportistas iluminados, en disciplinas injustamente olvidados como Sebastián Crismanich, Georgina Bardach, Paula Pareto, Santiago Lange o Juan Curuchet.
Es que los deportistas argentinos viven en un contexto de país que les tira de la camiseta hacia atrás.
Sólo son ellos, junto a sus familias, a sus afectos, a sus clubes formadores (su segundo hogar en muchos casos) y a sus federaciones, contra todo y contra todos.
Incluso contra sus propios límites deportivos.
Es una lucha desigual de todo el día y de todos los días.
Claro, cada cuatro años (o cinco en este caso) aparecen de la nada, los críticos de sillón, los odiadores digitales, los sofistas de bar, los panelistas sabelotodo de la televisión o los frustrados cazadores de medallas.
Estos últimos disparan y no pueden dar en el blanco, simplemente porque tienen desajustada la mira.
Estos opinadores vocacionales, son los primeros que se suben al carro de los vencedores cuando llegan los podios y las medallas.
Los que se envuelven en las banderas celeste y blanca, y se suben a un balcón imaginario, junto con los políticos de turno que pretenden, como es costumbre, apoderarse de lo ajeno.
Los logros del deporte argentino son fruto del esfuerzo y el corazón de los deportistas y de unos pocos más.
En muchos casos tienen la dimensión de milagros.
En materia de deporte, sobre todo amateur, Argentina es tierra de milagros.
Sólo que cada vez son menos los creyentes.
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