La Argentina, hoy
18/08/2021 | 20:44 | El filósofo, poeta y traductor dijo a Cadena 3 que ésa es la principal arma discursiva de ese relato del poder. Opinó que el Gobierno tiene un “concepto senil de la política” y que la oposición carece de una cultura alternativa.
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Santiago Kovadloff: “El populismo explota la rentabilidad del desencanto”
El filósofo, ensayista, poeta y traductor, Santiago Kovadloff, dijo este miércoles que el populismo “explota la rentabilidad del desencanto” y consideró que en las próximas elecciones legislativas estarán en juego “la reconstrucción de una república o una autocracia”.
En una extensa entrevista con Cadena 3 en el marco del ciclo “La Argentina, hoy”, que se emite todos los miércoles a las 19.30 en el programa “Informados, al regreso”, Kovadloff afirmó que el populismo no es una cuestión meramente discursiva, sino algo a lo que hay que “prestarle mucha atención”.
“No deja de ser un relato. Ahora bien, tiene una coherencia interna muy grande, porque sabe explotar muy bien la rentabilidad del desencanto, por un lado, y ha convertido sin escrúpulos al pobre en alguien que ha descubierto una forma siniestra de rentabilidad de su condición, que es vivir del Estado”, argumentó.
“También hay sectores ideológicamente importantes, con cultura, que apoyan al populismo, desencantados del mecanismo democrático”, agregó.
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En ese contexto, Kovadloff remarcó que, en el proceso electoral que se avecina, estarán en juego “dos concepciones antagónicas de nación”.
“El oficialismo funda su concepto del poder en la subordinación de la ley a ese poder. La otra fuerza, de orientación republicana, aun vacilante, aspira a volver a otorgar a la ley vigencia y supremacía sobre el poder”, señaló.
“Esta confrontación, que desconoce valores compartidos, que no responde a una misma idea del bien común, nos plantea una disyuntiva dramática, porque se trata de elegir entre la reconstrucción del sistema republicano ajustado a la Constitución nacional y un modelo de país donde la autocracia y la reducción de los tres poderes a la hegemonía del Ejecutivo puede echar por tierra la posibilidad de un futuro plenamente democrático”, expresó.
Consultado acerca de cuáles son los problemas más importantes que acucian al país, el pensador describió tres que, a su entender, son los más relevantes: la fragilidad institucional, la falta de una educación que le confiera un sentido ético a la economía y la carencia de previsibilidad.
En otro tramo de la conversación, opinó que la palabra del Alberto Fernández “perdió credibilidad” y consideró que el Presidente es “un hombre sin convicciones”.
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Con respecto al manejo de la pandemia y a la campaña de vacunación, disparó: “Se ha procedido con una ligereza en términos de la concepción del prójimo, que, de alguna manera, el Gobierno tendría que asumir y ser juzgado por ella”.
En ese marco, se refirió al parate productivo que tuvo el país con la cuarentena por el coronavirus. “El trabajo es un elemento constitutivo de la subjetividad. Es aprender a hacer. Nos da identidad ontológica. Mediante el trabajo, me constituyo en un ser humano”, reflexionó.
“La subestimación del trabajo es la subestimación de la posibilidad de ser un proyecto para mí mismo y el país. Esto evidencia que, al no privilegiar el trabajo y la producción, le sumó al concepto tradicional de pobreza, que es la carencia de recursos, otra dimensión significativa, que es el empobrecimiento existencial de la sociedad. Es la conversión de una comunidad en algo fantasmal, detenido en el espacio y tiempo por un concepto de trabajo que lo homologa al riesgo, sin entender que el riesgo de no trabajar es ya parte de la peste que padecemos”, abundó.
Al respecto, reflexionó sobre la noción de decadencia: “Una nación es decadente cuando el repertorio de respuestas, que tiene para enfrentar sus problemas, es disfuncional y no es capaz de dar solución a los desafíos que le plantea su época”.
“En el gobierno vemos una actitud senil, envejecida. Tiene conceptos fuertemente anacrónicos, desgastados, acerca de lo que es el porvenir, al que concibe como materia de repetición de fórmulas pasadas que podrían haber servido en la primera mitad del siglo XIX con criterio feudal: aislarnos y producir dentro del propio territorio aquello que necesitamos para durar”, sentenció.
“Hay una diferencia fundamental entre vivir y durar. Éste es un gobierno que aspira a la duración de la población, puesta al servicio de un concepto de control por parte del Estado, en el que la ciudadanía se convierte en una población. El concepto anacrónico y senil de la política del Gobierno puede convertir a la ciudadanía en sirviente”, agregó.
Al mismo tiempo, no ahorró cuestionamientos a la oposición:” Los procedimientos que parecen preponderar hasta ahora recuerdan a una cultura política que responde a prioridades más naturales en el oficialismo. Es decir que no hay una cultura política alternativa afianzada en la oposición”.
“Dentro de las fuerzas opositoras, hay una tentativa de perpetuar modelos anacrónicos de organización nacional, en los que la coyuntura e inmediatez siguen consumiendo las energías políticas”, continuó.
“Necesitamos que la oposición privilegie su condición de oyente, porque la quiero emitiendo en sus opiniones la evidencia de que ha oído la índole de los problemas que afectan a la sociedad y no a ella misma”, apuntó.
Finalmente, reflexionó sobre la decadencia del país: “Desde fines de los años ‘60 y principios de los ‘70, se empiezan a sustituir los ideales educacionales por los de carácter ideológico y doctrinario, asentados en una concepción redentora de la historia a través de la violencia o por un desencanto que fue llevando a la emigración de mucha gente”.
“Argentina, al perder los ideales de Alberdi y Sarmiento, se fue convirtiendo en un conglomerado de corporaciones y de fuerzas fragmentadas, con una fuerte feudalización del país”, dijo.
“Estamos muy por detrás del mensaje de Alberdi. Él nos espera en el porvenir: somos nosotros gente del siglo XIX. Somos un país poco interesante: tenemos problemas graves que no son modernos”, concluyó.
Entrevista de Sergio Suppo y Luis Fernández Echegaray.
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