El abrazo del alma: “Fue tocar el cielo sin tener manos”

Víctor Dell’ Aquila perdió ambos brazos cuando tenía sólo 12 años y encontró en su amor por el fútbol una vía de escape para seguir viviendo después de esa tragedia. Esa pasión lo llevó a protagonizar una de las fotografías más importantes de la historia de los mundiales, que incluso hoy tiene una gigantografía en la sede de la FIFA. 

En diálogo con La Central Deportiva (Cadena 3 Santa Fe 101.7), recordó a esa icónica imagen que compartió con Ubaldo Fillol y Alberto Tarantini.

“Ese día llegué temprano a la cancha, para conseguir una entrada –rememoró- y una persona me da la suya porque la habían llamado por un problema familiar”. Con la fortuna a su favor, un comisario lo hizo pasar con ese ticket.

Se ubicó en la platea baja del estadio Monumental, que da a calle Figueroa Alcorta. Hincha de Boca, Dell’ Aquila estaba acostumbrado a saltar al campo de juego de la Bombonera desde la zona de palcos. De hecho, la primera camiseta que consiguió fue la azul y oro que usaba el uruguayo Orlando Medina. Que le haya tocado una ubicación en la zona baja del escenario de la final mundialista le allanó el camino a la inmortalidad.

Cuando el árbitro señaló que adicionaba un minuto más, pasó entre medio de los policías y comenzó a perfilarse hacia el arco donde estaba el “Pato” Fillol.

Víctor perdió ambos brazos a los 12 años cuando subió a una columna de alta tensión. “Me estaba por caer y me agarré del cable. La corriente me carbonizó los brazos y caí desde 14 metros de altura”, señaló. Desde ahí en adelante, estar en contacto con los jugadores era lo que le daba felicidad. “Me daban fuerza de voluntad con las camisetas y fotos que me regalaban”.

Fin del partido, la Selección es campeona del mundo por primera vez. Fillol se arrodilla y dice estar viendo el rostro de Jesucristo. Tarantini lo despierta de ese sueño y lo trae a la realidad, porque el sueño dejó de ser sueño y es realidad. Por su fanatismo por los futbolistas xeneizes, Dell’ Aquila iba en búsqueda del “Conejo”. Pero dentro de sus brazos invisibles había lugar para uno más y rodeó al defensor y también al arquero. El “Abrazo del Alma” se había producido.

“Hasta el día de hoy no sé quién le puso ese nombre”, dijo Víctor. Sin embargo, no dudó en afirmar que ese título es lo que le da vida a la foto. Una foto que, para él, “fue tocar el cielo, sin tener las manos”.

Entrevista de "La Central Deportiva" / Textos: Matías Arrieta