Gato Romero: “Mi papá empeñaba la heladera para que yo juegue los torneos”

La Central Deportiva

Gato Romero: "Papá empeñaba la heladera para que yo juegue"

02/07/2021 | 15:05 | El golfista e intendente de Villa Allende habló de sus humildes orígenes como deportista. Dijo que Tiger Woods y Severiano Ballesteros fueron los mejores y aseguró que la tecnología arruinó al golf.

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Gato Romero: “Mi papá empeñaba la heladera para que yo juegue los torneos”

“Mi viejo no quería que sea jugador profesional, quería que diera clases de golf. Pero yo sentía que le pegaba cada vez mejor a la pelota y que hacía lo que quería con el palo”. Así, gracias a la insistencia ante su padre, Eduardo Romero logró insertarse en un deporte que lo tiene entre los tres mejores exponentes en la historia de nuestro país.

En diálogo con La Central Deportiva, programa que se emite por Cadena 3 Santa Fe (101.7), el cordobés contó detalles de los pasos que dio antes de convertirse en profesional. "Empecé a los 7 años siendo caddie de Don José Yáñez. En esa época se jugaba con palos de vara de madera. Los domingos le pedía que me los prestara para jugar los lunes contra otros caddies. Era el único día que teníamos para jugar".

El Gato nació el 17 de julio de 1954 y creció frente al único campo de golf que había en Villa Allende. Hoy la ciudad está plagada de canchas, fue declarada capital nacional del golf y él es intendente desde 2015. "En mi familia éramos cinco. A mi viejo (también era caddie e instructor) no le alcanzaba la plata. Yo trabajaba de caddie para ayudar en casa. A plata de hoy, me pagaban unos $1.500. Con eso compraba azúcar, pan y yerba para ayudar a parar la olla", recordó.

El persistente pedido para participar en diferentes competencias, no estuvo exento de sacrificios en la familia Romero. "Varias veces mi papá empeñó la heladera o la cocina para que yo pudiera ir a los torneos. Cuando me preguntan se sentía presión teniendo un putter a un metro, la verdad que no… La presión era perder la heladera de mi casa. Por suerte me fue bien, pero las veces que me fue mal, igual nos devolvieron la heladera”, reveló.

En 1983, ganó el Abierto de La Cumbre. Fue el primero de una larga lista de trofeos levantados a lo largo de su carrera. A los 44 torneos ganados en la gira argentina se deben sumar los ocho obtenidos en el PGA European Tour y otros más en el Tour de las Américas. Luego vendrían otras consagraciones como Senior Tour en Europa y Estados Unidos.

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Según sus propias palabras, tuvo una carrera corta y explosiva. De hecho, empezó a destacarse en Europa cuando tenía 28 años. “Ahora los jugadores se retiran a esa edad”, exclamó con humor. Pero para jugar en los mejores torneos ya no alcanzaba con empeñar la heladera o la cocina. El pibe que practicaba golpes con corchos de vino, precisó de un sponsor para poder viajar al exterior y probar suerte.

"El primer torneo al que me invitaron fue en Francia. Me fui con un bolso con tres pantalones, dos calzoncillos y una remera. Ni olor a plata tenía. Salí tercero”, describió. Con ese resultado se ganó el derecho a una invitación a otra competencia en Bélgica a la semana siguiente. Volvió a salir tercero y desde ahí no paró de crecer.

Un amigo lo apodó Gato por su estrategia para jugar los torneos, estando al acecho en las primeras vueltas para luego dar el zarpazo en el final. Con esa virtud se fue mezclando con los mejores golfistas del mundo. De verlos en las revistas, a verlos en carne y hueso. Aunque algunos, como Roberto De Vicenzo, lo impactaron por tener un aspecto más que humano: "Zapatos blancos, pantalón celeste, remera blanca… La prestancia con la que caminaba en la cancha De Vicenzo, era como verlo caminar a Dios", sentenció.

Consultado sobre el mejor golfista que vio, Romero eligió a dos: "El mejor que vi fue (Severiano) Ballesteros. Fuimos amigos y me ayudó a mejor con sus consejos. Pero después vino Tiger Woods y no hay nadie como él. Me hubiese gustado verlos enfrentados en la misma época para ver qué hacían".

Al español volvió a mencionarlo cuando comparó al golf de su época con el de ahora. “Ballesteros dijo que la tecnología iba a arruinar al golf y es cierto. Antes, para hacer un tiro de 280 yardas había que tener técnica. Ahora, con la tecnología de los palos y las pelotitas, cualquier 'gilberto' pega un tiro de 300 yardas", expresó entre risas.

Por último, el cordobés recordó un par de anécdotas que aparecen en su libro titulado “El Gato”. La primera ocurrió en México. "Iba primero en un torneo y me agarró un cólico renal un sábado a la madrugada. El médico que me atendió se ofreció a acompañarme el domingo en un carrito de golf para ponerme inyecciones para el dolor. Íbamos detrás de los árboles y ahí me pinchaba. Me puso 14 inyecciones en 18 hoyos. Terminé con las nalgas moradas, pero gané. Lo más gracioso fue que cuando volví a Córdoba, un juez me contó que tenía que condenar a un reo y su abogado pidió postergar la audiencia porque el preso tenía un cólico renal. El juez le respondió: A Romero le pusieron 14 inyecciones y jugó 5 horas al golf con un cólico. Tráigame ya al reo que lo condeno".

La segunda fue en la previa a un British Open y tuvo un desenlace menos feliz, aunque más emotivo. "Mi caddie se enteró de un fanático mío que vivía en Mar del Plata y tenía un cáncer terminal. Se llamaba Fernando y dos semanas antes de ir al British pasé a visitarlo de sorpresa. El tipo tenía hasta álbumes de fotos mías. Le regalé una gorra y le dije que cada vez que emboque un putt y me enfoquen las cámaras iba hacer un gesto con mi gorra. Era un saludo que sólo él y yo íbamos a saber. Como arranqué bien y estuve entre los diez primeros me enfocaron bastante. Cuando terminó el torneo lo llamé esa noche. Me atendió su esposa y me dijo que Fernando había muerto el día anterior. Me agradeció porque en dos semanas había hecho todo lo que no había hecho en dos años: fue a ver a los vecinos, sacó a pasear al perro, fue feliz. Lo enterraron con mi gorra dentro del cajón, tal como lo pidió", detalló emocionado.

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