La Mesa de Café
17/09/2020 | 09:54 | Los sofistas se quedaron mudos y pasaron a los hechos. Deben apretar rápido a la Justicia antes que la economía les diluya el poder.
Adrián Simioni
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Impunidad y devaluación: el país sin palabras
Las palabras, a veces, son como el manual de instrucciones del mundo. Antes de llegar a los hechos, antes de actuar, es como que ensayamos con las palabras. Las usamos para debatir qué es más conveniente hacer antes de pasar a la acción, para aprender del pasado antes de actuar para determinar nuestro futuro, para avisarles a los demás que pensamos hacer algo que puede ser peligroso, en fin.
Bueno, ayer, en Argentina, tengo la sensación, nos quedamos sin palabras. Pasaron tantas cosas, juntas que quedamos como esos personajes de Patoruzú que, ante una gran sorpresa, los dibujaban patas para arriba con un simple cartelito que decía “Plop”. Se quedaban sin palabras.
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El Senado delivery
Primero que nada, el poder se quedó sin palabras. A los sofistas se les terminó el verso. Ante la evidencia de una situación económica, social y política que se descalabra, el kirchnerismo pasó a los hechos consumados para garantizar la impunidad en los procesos judiciales por corrupción. No sea cosa de que se quede sin el poder necesario para hacerlo. Y ayer, en un Senado que controla solo, el peronismo aceleró y removió a tres jueces, aduciendo formalidades en una controvertida discusión que quedó cancelada. Lo dijo la propia investigada por los jueces, que presidió la sesión que los removió. Cristina Fernández, cuando se distribuían los tiempos que iba a tener cada orador, le dijo al senador opositor Martín Lousteau: “Esto es un delivery, usted lo quiere, usted lo tiene”.
Ni más ni menos. Un muchacho de Pedidos Ya se llevó lejos a los tres jueces en su motito, con el fin, advirtió la jefa de los senadores del PRO, Laura Rodríguez Machado, de declarar nulo todo lo que actuaron en las causas de corrupción. Todo rapidito. Tenemos un Senado Rappi, o Glovo.
Como te firmo una cosa te firmo la otra
También ayer, de golpe, la realidad se llevó puestas hasta las palabras escritas del gobierno. Anteayer, el ministro de Economía, Martín Guzmán, había mandado el presupuesto 2021 al Congreso según el cual el dólar costará 101 pesos en promedio a lo largo del año que viene en la Argentina. Pero menos un día después le clavó una retención extra al dólar, con lo que el billete que pueden comprar los ciudadanos para protegerse de la inflación se fue en minutos a 131 pesos, mientras el dólar blue se disparó a 142.
Y encima Guzmán sigue diciendo que el objetivo es promover las exportaciones para que Argentina consiga dólares, pero, claro los exportadores más eficaces del país, lejos de recibir 131 pesos por cada dólar que traen, reciben apenas 54.
Acá también se acabaron las palabras. En menos de 24 horas nos empobrecimos un 25% en términos de dólar oficial. Plop.
Se escucha moverse a los precios
El correlato de este empobrecimiento en dólares es la inflación, que ayer también dejó mudos a todos los que venían diciendo que emitir pesos sin parar un día no tiene consecuencias. Con precios máximos, precios cuidados, tarifas congeladas que están por dejarnos sin gas de nuevo y la mar en coche, 2,7% en agosto. En los alimentos, 3,5%.
Encima, la devaluación no garantiza nada. Si el blue vuelve a subir, seguirá siendo negocio sacándole dólares oficiales al Banco Central a 131 pesos para venderlos en el mercado paralelo. Por eso ayer Miguel Pesce, el presidente del Banco Central, habló también para tratar de meter miedo. Dijo que el blue es el mercado de los delincuentes, de los narcos, de los desarmaderos de autos. Seguramente. Pero Pesce parece un marciano hablando así: al blue acude mi tía, que no es ningún gangster, para tratar de salvar aunque sea algo de la inflación que genera Pesce al imprimir pesos sin ton ni son.
Cuarentena: Fernández mal asesorado
Mientras tanto, se ha ido por la canaleta otro río de palabras, el relato épico del gobierno según el cual nuestro desastre económico fue el costo a pagar para salvar miles de vida del coronavirus con la cuarentena más larga y estricta del mundo.
Ayer, el economista Steve Hanke, que trabaja para la universidad Johns Hopkins, el Harvard de la medicina, destruyó esa idea en un solo tuit. Dijo el famoso profesor: “Aunque Argentina, el país más exhausto de todos, se mantiene cerrado, las tasas de infección y muerte siguen subiendo. El presidente Fernández está mal asesorado. La cuarentena llevando ahora a millones a la pobreza, sin mostrar ningún beneficio a cambio”.
Esa es la impresión tremenda de ayer. Se nos gastaron las palabras. Ya no hay un manual de instrucciones para entender a la Argentina antes de adentrarnos en los sobresaltos nuestros de cada día. Plop. Sin palabras. Hoy nos sentimos todos patas para arriba.
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