La otra mirada
07/07/2020 | 09:08 |
Fernando Genesir
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El desafío para una ciudad más vivible
Antes de empezar deberíamos convenir que en Argentina tenemos una importante cantidad de fanáticos del Club de los Pesimistas.
Esa parcialidad está conformada por socios que todos los días abonan su cuota repitiendo que nada se puede cambiar y que si se cambia, eso no va a andar.
En Córdoba, un claro ejemplo de esto fue lo que pasó con el cambio de la sede de gobierno: los que rechazaban que se derrumbara la antigua Casa de las Tejas después terminaron disfrutando del Parque de las Tejas.
Hecha esta introducción, hoy asistimos en nuestra ciudad a un interesante intento por seguir una tendencia exitosa en distintas ciudades del mundo: no es pintar los cordones de rojo. Me refiero a darle más lugar a los peatones y menos espacio a los autos.
Tomando lo que se hizo en Barcelona, en Córdoba ya tenemos la primera "supermanzana", que une el Palacio 6 de Julio, el edificio de Tribunales, la Plaza de la Intendencia y el Paseo Sobremonte.
Ahora se viene la segunda "supermanzana", que tendrá como epicentro la puesta en valor de la plaza San Martín, la revalorización histórica de los monumentos, museos y edificios y también una mayor infraestructura para los peatones.
Junto con esto, ayer me enteraba de un proyecto presentado por el concejal radical Juan Negri en el que propone restringir de manera progresiva la circulación de autos particulares en el centro: empezar en el 2021 con una restricción entre las 10 de la mañana y las 4 de la tarde y llegar al 2022 con una restricción extendida entre las 8 a 18 horas.
Es un proyecto bastante ambicioso y polémico, que rápidamente generará toma de posiciones: ya me estoy imaginando una protesta de los dueños de playas de estacionamiento, por ejemplo.
Por eso, la iniciativa plantea modificaciones de manera escalonada para que el centro deje de ser un lugar de paso, y comience a ser un espacio para disfrutar de la ciudad.
Un detalle: ayer, en el día del cumpleaños de Córdoba, Negri coincidía con Llaryora sobre la mirada de la ciudad.
Esa mirada implica romper con una costumbre y cambiar el paradigma de movilidad que tenemos los cordobeses.
Por supuesto que es cambio que ya está generando molestia, como todo cambio.
Es una mala noticia para los que quieren llegar con el auto hasta las escalinatas de la Catedral y para los que creen que sin vehículos el centro se muere. Probablemente no se hayan dado cuenta que el centro de Córdoba hace rato que está muerto o por lo menos luce como tal.
Yo, en cambio, creo que es una buena noticia para la ciudad, que la pone a tono con los tiempos que se viven y que implican desalentar el ingreso de autos a los centros urbanos.
Seguramente el peatón ganará lugares para caminar, para andar en bici, para pasear, para recrearse, y los comerciantes ganarán público para sus cafés, sus bares o sus tiendas.
Para los creyentes del no se puede, les cuento que en Barcelona no son marcianos y que allá también al comienzo se resistieron a la "supermanzana" de Poblenou, un barrio catalán que pasó de ser un lugar con industrias y talleres textiles a una zona donde brotan los cafés, las galerías de arte y los bares de tapas.
Tengo otro ejemplo para los que viven diciendo que eso acá no funcionará porque no somos Europa: ayer en Twitter el diplomático Dirk Janssen recordaba que "hace 50 años, Amsterdam no era Amsterdam tampoco. Y están las imágenes de lo que era la Plaza Rembrandt en los años 60, con autos por todas partes, y lo que es esa plaza ahora, repleta de bares y con gente caminando.
Tenemos en la ciudad de Buenos Aires un ejemplo más cercano de cómo un cambio de diseño urbano logró un impacto positivo: con menos carriles para autos y más espacios para peatones logró revitalizar la zona del microcentro porteño con la expansión y la apertura de espacios culturales, gastronómicos, comerciales y de entretenimiento.
¿Acaso no fue Córdoba una de las ciudades que impuso la calles peatonales en en país?
Quizá deberíamos darnos el debate y preguntarnos si podemos seguir con las mismas lógicas de siempre que generan congestión vehicular, contaminación ambiental, ruidos molestos, deterioro del patrimonio arquitectónico e histórico y pérdida de espacios públicos para la gente.
Quizá deberíamos preguntarnos si nos gusta el centro que tenemos, así como está, para disfrutarlo nosotros y para mostrarlo a los visitantes.
Si queremos una ciudad más sustentable, más saludable y más vivible, con un centro recuperado, con más peatones, más turistas y más clientes, hay que generar un cambio cultural.
Es todo un desafío para las autoridades pero también para todos los cordobeses.
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