El último primer día: ¿celebración o descontrol?

Mañana arranca en Buenos Aires la secundaria, mientras que en Córdoba ya comenzó. Los alumnos del último año festejan el clásico último primer día, una tradición que incluye pasar la noche previa juntos, sin dormir, en casa de alguno o en un local alquilado. En algunos casos, los padres organizan el evento y contratan servicios como baños químicos y DJ, recaudando fondos para cubrir los gastos.

Sin embargo, la novedad en Buenos Aires es que los estudiantes que lleguen en estado de ebriedad no podrán ingresar a la escuela y deberán ser retirados por sus familiares, acumulando falta. En Córdoba, se permite el ingreso a los chicos, pero los padres son notificados para que los recojan. Surge la duda sobre cómo se determinará si un alumno está ebrio, si se utilizará un alcohólimetro o se evaluará simplemente por su apariencia.

El Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires ha notificado a padres y directivos sobre esta medida, con la expectativa de que promueva una celebración más saludable, sin alcohol y sin descontrol. Este es un desafío interesante que podría llevar a instaurar nuevas formas de festejar el UPD, priorizando la salud de los jóvenes.

La Asociación de Institutos de Enseñanza Privados de Argentina plantea que el tiempo de estudio en quinto año se reduce drásticamente, convirtiéndose en un año de festejos en lugar de consolidación de conocimientos. Además, estas prácticas se han replicado en otros niveles educativos, desde la educación primaria hasta el nivel inicial, con celebraciones como el UUD, UDC, USS y UVI.

Argentina tiende a oscilar entre extremos, y encontrar un equilibrio entre celebración y responsabilidad resulta crucial. Es fundamental garantizar que estos eventos no interfieran en la formación académica de los estudiantes ni en su salud. La reflexión queda abierta: ¿es posible celebrar de manera responsable?