La otra mirada
26/05/2020 | 09:08 |
Fernando Genesir
Audios
Libertad para angustiarse
De todas las cosas que pasaron y de las que se dijeron durante el fin de semana largo, a mi me gustaría volver sobre una consulta que se le hizo al presidente Alberto Fernández durante la última conferencia de prensa en la que anunció la extensión de la cuarentena hasta el 7 de junio.
La periodista Silvia Mercado le preguntó si, además de las consecuencias económicas de la pandemia, evalúa también las consecuencias emocionales y psicológicas de llevar casi 70 días de encierro "porque realmente hay mucha gente angustiada". Y le terminó diciendo si podía dar un mensaje al respecto.
Me pareció que la periodista no lo estaba poniendo a Fernández contra la pared haciéndole una pregunta complicada. Más bien le dejaba abierta la posibilidad para que se explayara sobre la angustia que sienten muchos compatriotas por el confinamiento.
Pero Fernández sorprendió por la virulencia de su respuesta.
Respondió: "A mí me llama la atención esta idea que transmiten muchos medios y muchos periodistas de la angustia de la cuarentena. ¿Es angustiante salvarse? Angustiante es enfermarse. No salvarse, no preservar la salud. Angustiante es eso".
Y agregó: "Angustiante es que el Estado te abandone y te diga 'arreglátela como puedas'".
Y cerró: "Estamos en una pandemia que mata gente. Les pido: dejen de sembrar angustia". "Angustiante es que el Estado te abandone, que no te cuide y que te diga acá no pasa nada", dijo.
La verdad es que me llamó mucho la atención la forma y el fondo de la respuesta.
Es decir, el enojo del Presidente y su definición.
Primero porque apuntó contra los medios que transmiten la angustia de la cuarentena. Como si la angustia no existiera. O como si fuera a desaparecer si los medios dejan de hablar de la angustia que tiene la gente.
Y segundo porque Fernández nos estaba diciendo qué es angustiante y qué no.
No sabía que el Presidente también tenía el termómetro para medir la angustia ajena y para decirnos con qué nos podíamos angustiar y con qué no.
Cada ser humano sabe cuáles son las cosas que lo angustian y que son esos mensajes que manda el cuerpo y que hacen sentir dolor, incomodidad, tristeza.
Todos sabemos que no hay un manual de angustias.
¿Tengo que pedir permiso para angustiarme?
¿Si el Estado supuestamente me cuida, no tengo motivos para angustiarme?
Hay muchísimas más motivos de angustias que las mencionadas por el Presidente. Y son todos válidos.
Angustia el encierro, angustia no saber cuánto va a durar la cuarentena, angustia la incertidumbre.
Se angustia la gente sin trabajo, la gente que no llega a fin de mes, la gente que no puede abrir su comercio.
Hay gente que se angustia por la falta la rutina, por la demanda de los chicos en cuarentena, por las clases online de los hijos, por las exigencias laborales a distancia.
Este fin de semana leí a la psicóloga Alejandra Libenson y dice que "la angustia puede responder a una situación del presente, puede remitir a los recuerdos, a lo que ya no es o la ansiedad de lo que vendrá". Y que "está permitido angustiarse".
También me resultó muy interesante leerlo a Álvaro Ortiz, magíster en Psicología Organizacional y Educativa.
Entrevistado ayer en La Voz por el colega Federico Giammaría, Ortiz dice que "muchos sienten que el Estado los abandonó. ¿Cuántos comerciantes sienten eso? ¿Cuántos que no accedieron a créditos, ni blandos ni duros, ni tienen asegurado un dinero a principio de mes para siquiera comer, se sienten abandonados? Ya hay muchos angustiados por lo que el Estado hace. Incluso por omisión del hacer, lo que interpretan muchos", agrega el especialista.
Por último, leí en La Nación al filósofo Nicolás José Isola. Escribió que "Fernández debería ser más cuidadoso con la angustia de la gente, cuando el psiquismo personal y la billetera deshidratada se agotan de estar adentro".
Agrega que "hay que hacer silencio para escuchar a los niños angustiados por no poder correr, a los adultos sin perspectivas de futuro y a las pymes que quiebran, dejando hambre para la cena y miedo para el postre".
La angustia no se puede negar, no se puede tapar.
Uno está con la angustia de una situación absolutamente inédita y que canceló la cotidianeidad.
A mi, por ejemplo, me angustian las aberraciones que veo en este país: desde lo que hacen nuestros políticos aprovechando la cuarentena, hasta lo que hace la justicia aprovechando la cuarentena.
Me angustia desde la fábrica de pobres que han generado los gobiernos de todos los signos políticos hasta la imputación a dos médicos cordobeses acusados de propagar el virus.
Me angustia que el Presidente diga que se van a ocupar de los pobres y recién en la sexta conferencia de prensa anuncia que pondrán el foco en las villas.
Me angustia que destaque a los 6 millones de argentinos que recibieron el ingreso familiar de emergencia cuando hay 3 millones de personas anotadas que todavía no lo cobraron. ¡Desde marzo!
Y me angustia, y me preocupa que, con la excusa de la cuarentena, se avance sobre derechos y libertades individuales.
No quiero seguir contando al aire mis angustias.
Solo quiero seguir teniendo libertad para angustiarme, aún suponiendo que el Estado me cuida.
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