Resiliencia
04/11/2021 | 10:59 | "Nunca se lo dije a mis alumnos", confesó la joven estadounidense. Debido a sus bajos ingresos tuvo que vivir de ese modo para poder terminar su doctorado en Londres.
Aimeé Lê, una joven docente, escritora e investigadora de la Royal Holloway Universidad de Londres vivió por dos años a la intemperie en una carpa, por no tener el sueldo suficiente para una vivienda digna.
Cursaba el tercer año de su carrera cuando un fuerte aumento de alquiler la obligó a optar por vivir en una carpa para poder seguir costeando sus estudios. La mujer decidió guardar sus libros en la oficina del posgrado y comenzó a ducharse en la universidad.
Esto era sólo un secreto de ella, ni su familia ni el entorno universitario lo sabían. No quería que se preocuparan y no quería dañar su imagen como profesional. A pesar de esas condiciones, Aimée Lê trabajaba muy duro y concentrada, era como una doble vida.
“Hacía frío. Era una pequeña tienda de campaña para una sola persona que, por suerte, al rato se hacía más cálida. Pero hubo días en lo que me desperté y mi carpa estaba cubierta de nieve. Cuando no estaba haciendo mi doctorado y otro trabajo, estaba aprendiendo a cortar leña o a encender un fuego”, recordó en esos dos años de acampe.
La historia se hizo viral en Twitter hace unos días como forma de reclamo al sindicato de académicos, por el bajo sueldo que reciben y la precarización que viven los trabajadores contratados.
“Cuando mis estudiantes me preguntaron por la situación del mercado laboral, les advertí que los ingresos eran bajos y las contrataciones muy malas, pero pensé que decirles que vivía en una carpa era un paso demasiado lejos”, contó al medio The Guardian.
Aimeé no era una estudiante más, había ingresado al doctorado con grandes méritos y reconocimientos que le permitieron acceder a una beca anual de 16 mil libras para sus tres años de doctorado. Pero, al ser una estudiante extranjera, debía pagar 8 mil libras por año en cuotas de la universidad. Eso, más los gastos de alquiler, la comida, la ropa y demás más el aumento en el tercer año la llevaron a vivir en una carpa.
Ella pensaba, mientras vivía a la intemperie, que vendría la estabilidad al finalizar su doctorado. Sin embargo después de terminado no encontró aún un trabajo fijo, con contrato a largo plazo, que le permitan esa estabilidad.
Ahora esta viviendo con sus padres y está buscando trabajo. “No sé qué va a pasar. He tenido muchas entrevistas, incluida una en Cambridge recientemente, pero comencé a buscar en abril cuando todavía tenía empleo. Me siento muy nerviosa. Para ser honesta, todavía no sé qué va a ser de mi futuro. La ironía es que creo que estoy muy bien adaptada al trabajo. Sé que soy una buena docente. Es mi vocación”, recalcó.
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