Agustín Rossi, un “atajapenales” que supo reinventarse

Un arco de fútbol mide 7,32 metros de ancho por 2,44 de alto. Todos son iguales, o deberían serlo, pero hay algunos que son más grandes. Y los arqueros que los defienden tienen que agigantar su figura para no quedar pequeños ante la inmensidad de la presión.

Es el caso de los clubes más populares, donde un acierto convierte al guardián en leyenda y un error lo catapulta al ostracismo. El arco de Boca es, sin dudas, uno de ellos. Y su actual número “1” supo probar un poco de cal, y otro poco de arena.

Agustín Rossi debutó en Boca el 25 de febrero de 2017, en un partido amistoso ante Colón. Ese día, dejó una frase que podría extrapolarse al presente, con la que remarcó que defender la valla auriazul era un sueño, pero que requería responder con responsabilidad.

Sin embargo, hasta afianzarse bajo los tres palos del “Xeneize” corrió mucha agua bajo el puente. Nacido en Buenos Aires un 22 de agosto de 1995, su papá, Horacio, le inculcó desde chico el amor por el fútbol, y con 4 años ya se destacaba en una escuelita de San Martín, curiosamente, como mediocampista.

Parado de “5”, tenía una fuerte pegada con las dos piernas y buen cabezazo, lo que, sumado a su altura, lo llevaba a marcar diferencias en su categoría. Él quería estar siempre, pero los profesores tenían que hacer jugar al resto de sus compañeros. Entonces, empezó a probarse los guantes. Y sorprendió a todos con sus reflejos.

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De la escuelita pasó a Chacarita, donde arrancó también como volante, pero ya no lo disfrutaba tanto. Su verdadero amor estaba bajo los tres palos, pero sus entrenadores no querían desaprovechar su talento como jugador de campo. Agustín había perdido un poco de motivación y le empezó a agarrar el gustito a la pelota de básquet, hasta que un día se le plantó a sus profesores y, en un acto de rebeldía, les exigió ser arquero para seguir entrenando. Y fue un quiebre en su carrera.

Rossi debutó en la primera de “Chaca” con apenas 17 años, por la Copa Argentina, en una derrota ante Instituto. El club apostó por él pese a su juventud, se consolidó en el arco y fue protagonista clave del ascenso del “Funebrero” a la B Nacional.

Su gran nivel lo llevó a las selecciones juveniles de Argentina, y Estudiantes de La Plata puso los ojos en él. En enero de 2015 pasó al “Pincha”, y con menos de 20 años pudo tener sus primeros minutos en la máxima categoría con la camiseta rojiblanca.

Sin embargo, no pudo consolidarse, y fue a préstamo a Defensa y Justicia, donde peleó el puesto con Gabriel Arias y recuperó su mejor versión. “El Halcón” fue un trampolín para volar alto, y llegó a Boca.

Su arribo al “Xeneize” no fue sencillo, pero por razones extrafutbolísticas, debido a una denuncia de su ex pareja por violencia de género. Rossi logró sacarse la mochila mediática, se hizo cargo del arco auriazul con apenas 21 años y fue una pieza clave del equipo de Guillermo Barros Schelotto que dio la vuelta olímpica, llegando a sumar 20 vallas invictas en 42 partidos.

Su 2017 soñado se apagó al año siguiente, cuando crecieron los rumores de que Boca iba en busca de un portero de renombre. La situación afectó a la confianza de Rossi, que comenzó a cometer una serie de errores que despertaron una crítica despiadada.

Ante Palmeiras, por la Libertadores, tuvo una salida en falso que provocó un gol del conjunto brasileño y comprometió la clasificación del club de la Ribera. Fue la punta del iceberg que derivó en el arribo de Esteban Andrada al “Xeneize”.

Rossi perdió la titularidad, aunque pudo destacarse en la final de ida de la Libertadores ante River por una lesión de Andrada. Después, el panorama se complicó con la salida de Barros Schelotto y el arribo de Alfaro como entrenador. Con él, llegó también Marcos Díaz, por lo que Agustín quedó como tercer arquero.

Estuvo a punto de ir a la MLS, pero el antecedente de la denuncia le impidió recalar en Minnesota. Terminó en Antofagasta de Chile, donde tuvo un buen arranque, pero no se acopló al grupo y se fue antes de tiempo. Volvió al país y casi llega a Banfield, pero finalmente firmó en Lanús, donde iba a relanzarse.

En “El Granate” volvió a encontrarse con su mejor nivel, explotó sus cualidades y empezó a configurarse como un arquero “atajapenales”.

En 2019, y en plena curva ascendente de su rendimiento, tuvo un cruce mediático con Franco Armani, el “1” de River, al señalar que tenía “mucha prensa”, ante lo cual el guardavallas del “Millo” le negó el saludo en un partido.

Fue tentado por Udinese de Italia, pero Boca lo quería de vuelta, y él eligió a Boca. Tras el parate por la pandemia, regresó al club azul y oro, donde todavía tenía cuentas pendientes.

Con más experiencia en el lomo y decidido a dejar atrás las críticas, Agustín volvió con todo, pero se topó en el medio con una terrible noticia: la muerte de su papá, su gran pilar.

El golpe fue duro, pero Rossi redobló esfuerzos para atajar en su honor. Y le ganó el puesto a Andrada, que venía en baja. Su primer gran momento fue en la Copa de la Liga Profesional, donde tapó dos penales en la definición ante River, lo que sirvió para revertir la racha adversa ante el clásico rival. Y la dedicatoria, claro está, fue para su viejo.

La historia se repitió un par de meses después, por Copa Argentina, donde otra vez fue clave, también desde los 12 pasos, para eliminar al equipo de Gallardo. Y ante Patronato, por el mismo torneo, volvió a aparecer para que Boca siga con vida.

El gran momento de Rossi lo llevó también a ser citado a la Selección mayor por Scaloni, donde pudo entrenar junto a Lionel Messi, premio que le llegó tras consolidarse como uno de los estandartes del joven equipo de Sebastián Battaglia.

El portero aprendió a surfear las críticas y reinventarse para cumplir ese sueño que comenzó a forjarse en la escuelita de San Martín. Con una impactante efectividad en los penales, Agustín Rossi ahora hace que el arco sea chiquito para los rivales, demostrando que él puede ser un arquero enorme.