Perfiles de La Previa
26/09/2020 | 12:58 | Dueño de un talento indiscutible, su carrera se vio afectada por la toma de malas decisiones. El delantero regresa al fútbol italiano con la ilusión de reencontrarse con su juego. Conocé su historia.
Raúl Monti
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Álvaro Morata a la Juventus: el errático camino del goleador
Mucho tiempo antes de ser un futbolista profesional y una estrella del deporte, el corazón de Álvaro Morata tenía un dueño indiscutible. Algunos de los recuerdos más preciados de su infancia en Madrid los creó junto a su papá en las tribunas del Vicente Calderón, mítico estadio del Atlético, cantando y sufriendo junto a la afición del “Colchonero”.
El pequeño Álvaro estaba enamorado de ese ambiente: le encantaba sentir de cerca la pasión de los aficionados y celebrar junto a su papá los goles de su ídolo, Fernando “el Niño” Torres. En aquellos años, Morata pasaba sus tardes entrenando en las inferiores del “Atleti” con la ilusión de llegar al primer equipo, pero cuando era un adolescente su panorama no era muy alentador.
No tenía la mejor relación con sus compañeros y el cuerpo técnico de su categoría. Además, después de que pegó el estirón le costó adaptarse a su nueva contextura, por lo que sufrió una seguidilla de lesiones que lo tumbaron anímicamente. Álvaro venía de una familia de clase alta y jugaba al fútbol por diversión, por lo que no le gustaba nada no poder disfrutar dentro de la cancha. Cansado del contexto adverso, adoptó una postura que repetiría sistemáticamente a lo largo de su carrera: en lugar de pelear para revertir la situación, eligió irse.
Dejó de lado su amor por el Atlético y se sumó a la cantera del Real Madrid, donde pudo explotar al máximo su potencial. Luego de brillar en las divisiones menores, José Mourinho lo convocó para entrenar con la primera cuando tenía apenas 17 años. Al recibirlo, el portugués le dio un consejo que se grabó en su memoria: “Si haces las cosas bien aquí, no tendrás que trabajar nunca más en tu vida. Tú eliges hasta dónde quieres llegar”. Morata estaba extasiado con la oportunidad que le habían dado, y sentía que flotaba cada vez que pisaba el césped del Santiago Bernabeu.
Aún así, y como era de esperarse en un plantel superpoblado de delanteros, tenía muy pocas chances de jugar. Mourinho lo apreciaba, pero robarle minutos a futbolistas consagrados como Cristiano Ronaldo o Karim Benzema era un desafío casi imposible para una promesa de su edad. Cuando Morata ya analizaba propuestas de clubes de segunda línea con tal de mostrarse un poco más, recibió un llamado inesperado que no pudo rechazar.
Juventus apostó por su talento y pagó 20 millones de euros por sus servicios, a pesar de que él tenía 21 años y había jugado poco y nada en el campeonato español. Real Madrid añadió una opción de recompra en su contrato por si evolucionaba como jugador y lo querían de vuelta, pero Álvaro no pensaba en un regreso, sino en demostrar su capacidad en Italia.
La “Juve” le dio la camiseta número 9 y el protagonismo que tanto deseaba. Formó una dupla de lujo con Carlos Tévez y, a fuerza de goles, dejó de ser una promesa para convertirse en una realidad. Alcanzó su pico de rendimiento en el 2015, cuando le metió un doblete al Real Madrid en las semifinales de la Champions y llegó a la final del campeonato en un momento soñado. Morata hizo un gol en el partido decisivo, pero no alcanzó para doblegar al Barcelona de Messi, Suárez y Neymar.
A pesar de la derrota, el delantero estaba muy feliz con su presente. El equipo había arrasado con la competencia a nivel local y él atravesaba un buen momento en todos los aspectos de su vida: sentía que Turín era su lugar en el mundo. Sin embargo, su alegría terminó mucho antes de lo deseado cuando Zinedine Zidane pidió que volviera al “Merengue” en 2016. Atado a una cláusula en su contrato, se vio obligado a abandonar el proyecto en Italia y sintió que todo su trabajo había sido en vano.
Vivió su segundo ciclo en la “Casa Blanca” con emociones encontradas: conquistó una Liga de España, la Champions, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes, pero Morata no dio saltos de alegría por las consagraciones. Cuando ya se había acostumbrado a ser una de las figuras de Juventus, Zidane lo utilizó como el delantero titular del llamado “Equipo B” del Real Madrid, una alineación condenada a disputar los partidos de menor importancia.
La estadística indica que Álvaro metió 20 goles en 43 encuentros durante esa temporada, el mejor registro de su carrera, pero tuvo que ver desde el banco de suplentes todos y cada uno de los duelos decisivos. Molesto con el trato que recibía por parte del entrenador y con el Mundial de Rusia a la vuelta de la esquina, armó las valijas y se despidió del Madrid por segunda vez en su carrera, en busca de más y mejores oportunidades.
Se sumó a las filas del Chelsea a mediados del 2017, con la carga de ser el futbolista español más caro de la historia hasta ese momento. Luego de que el club inglés pagara 80 millones de euros por su traspaso, Morata estaba decidido a retribuir con goles toda la confianza depositada en él. Tenía 25 años y el objetivo de llegar lo mejor posible a la cita mundialista, pero en Londres vivió el año de sus pesadillas.
Poco tiempo después de llegar al club, una pubalgia amenazaba con dejarlo en cama durante tres largos meses. En contra de las recomendaciones de sus médicos, el español eligió realizar un tratamiento especial en Alemania con tal de no perderse ningún partido. Sin que el público general conociera la gravedad de su condición física, Álvaro se tomaba un avión cada dos días para recibir dolorosas inyecciones en la espalda, y la situación le pasó factura dentro del campo de juego.
Ingresó en una etapa de estrés crónico, que explicó mucho tiempo después: su esposa atravesaba un complicado embarazo de gemelos, la prensa lo criticaba por su bajo nivel y sufría constantemente por el dolor de espalda. El broche de esa etapa de terror lo puso Julien Lopetegui, técnico de la selección de España, cuando le avisó que no lo tendría en cuenta para el campeonato en Rusia. Morata sintió que su salida del Real y todo un año de sacrificios no habían servido para nada.
Cuando estaba en su peor momento, su retorno al Atlético Madrid fue como una caricia al alma. Emocionado por volver al club de su infancia, gritó a los cuatro vientos que estaba cumpliendo el gran sueño de su vida y que quería retirarse con la camiseta rojiblanca.
Aún así, los fanáticos “Colchoneros” no le perdonaron tan fácilmente su etapa “Merengue”, y el delantero nunca terminó de ganarse a la afición ni a Diego Simeone. Basta con decir que su paso por el “Atleti” será recordado por la patada que le propinó Federico Valverde en una final contra el Real Madrid, cuando el delantero se encaminaba a meter el gol del triunfo, que jamás llegó.
Esta semana, el atacante regresó a la Juventus y aseguró que con su fichaje con el “bianconeri” se sentía como “volver a casa”. Sin embargo, sus emotivas palabras fueron objeto de burla en las redes sociales, que recordaron que el español hizo promesas de amor eterno en cada uno de los clubes por los que pasó.
Álvaro Morata, ya con 27 años y a la espera de su tercer hijo, hace oídos sordos a las críticas y se siente ilusionado por su segunda chance en la “Juve”: sabe que todos los errores del pasado pueden quedar en el olvido si logra reencontrarse con su enorme talento goleador.
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