Perfiles de La Previa
16/08/2020 | 08:01 | Luego de la eliminación en Champions, la dirigencia de La Vecchia Signora apuesta al novel entrenador para enderezar el rumbo. Resta saber si con el buzo de DT será tan brillante como con los cortos.
Raúl Monti
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Lo llaman "Arquitecto" por su visión, precisión y forma de controlar el juego
El pasado 26 de julio, Juventus gritó campeón en la Serie A de Italia por noveno año consecutivo. Apenas dos semanas más tarde despidió a su director técnico, Maurizio Sarri, por quedar fuera de la Champions League en octavos de final. La “Vecchia Signora” domina el torneo doméstico sin problemas pero no logra imponerse a nivel continental, y la dirigencia dio un volantazo inesperado para cambiar esa realidad.
El entrenador que eligió la “Juve” para reemplazar a Sarri cuenta con un historial muy particular: cero victorias, cero empates y cero derrotas. Que uno de los clubes más grandes y exigentes del mundo haya contratado a un técnico debutante solo se explica porque el novato en cuestión es Andrea Pirlo, uno de los jugadores más extraordinarios de la historia del fútbol italiano.
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Mientras los tifosi aún no saben si entusiasmarse o preocuparse por la designación de su nuevo líder, Pirlo ya tomó el toro por las astas y empezó a darle forma a la renovación de la Juventus. Los dirigentes lo respaldan con una fe ciega, aunque nunca pisó un vestuario con el buzo de entrenador: confían en la mística ganadora que rodea a su figura.
Toda la vida se caracterizó por ser una persona de pocas palabras y tener en su rostro un gesto constante de seriedad. Cuando era chico, su personalidad era un obstáculo a la hora de hacer nuevos amigos. De grande, consolidado como una estrella, le dio varios dolores de cabeza a los periodistas, que intentaban en vano conseguir alguna declaración interesante de su parte. El que mejor lo definió fue Antonio Conte, su primer técnico en la Juventus: “Pirlo deja que sus pies hablen por él”.
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A diferencia de muchos exponentes del deporte, Andrea Pirlo no tuvo una infancia complicada ni marcada por las necesidades económicas, sino todo lo contrario. Nació el 19 de mayo de 1979 en la provincia de Brescia, en Italia, en el seno de una familia de clase alta. En su caso, el fútbol no fue un escape sino una obsesión: cuando tenía 4 años le pedía a su papá que le comprara el diario para seguir de cerca a Roberto Baggio y Michel Platini, a los que imitaba en los partidos que jugaba en la finca familiar.
Era tan talentoso que molestaba a los demás. Llegó un punto en el que sus compañeros de las inferiores, hartos de que él se llevara todos los aplausos, se complotaron para no pasarle ni una pelota. Ese día, Pirlo se puso a llorar en el medio de la cancha, alejado del resto: lo habían castigado por ser el mejor. Por suerte para él, que desarrolló una madurez muy temprana, se olvidó de las inferiores con 16 años y 2 días, cuando debutó profesionalmente en la primera división del Brescia.
Con el equipo de su infancia conoció el infierno de irse al descenso y la redención de volver a primera. El pobre nivel de su club hizo que se destacara aún más dentro de la cancha, y se convirtió en la gran promesa del fútbol italiano. El humilde Brescia tuvo que desprenderse de su mediapunta estrella un par de temporadas más tarde, cuando el Inter lo sumó a las filas.
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Compartió plantel con figuras de la talla de Ronaldo y Roberto Baggio, su ídolo de toda la vida, pero no le dieron muchas oportunidades. El nerazzurri lo cedió a clubes de segunda línea y terminó de vuelta en el Brescia, el club que lo había formado. Fue allí donde sufrió el cambio más importante de su carrera, cuando el técnico lo sacó de la posición de enganche, lo retrasó en la cancha y descubrió un diamante en bruto: Pirlo se convirtió en un pasador letal, capaz de dar asistencias de 50 o 60 metros con la precisión de un francotirador.
Lideró a la Selección sub 21 que ganó la Eurocopa en el año 2000 y volvió al Inter como un jugador distinto, pero nadie vio su potencial. En ese contexto, los dirigentes del club tomaron una decisión de la que los hinchas se arrepienten hasta el día de hoy: lo vendieron al Milan, el rival de toda la vida, con 22 años. Allí se encontró con Carlo Ancelotti, quien lo ubicó en el centro de la cancha y les indicó a sus dirigidos que todas las pelotas tenían que pasar por él. El resultado fue la aparición de un estratega descomunal.
Pirlo se quedó en el Milan durante diez largas temporadas, en las que ganó casi todo lo que le pusieron enfrente. Formó una dupla icónica en el centro del campo con Gennaro Gattuso, con quien se repartían el juego y la recuperación, y conquistó su primera Champions League en el 2003. Integró un equipo de antología junto a leyendas como Dida, Maldini, Nesta, Seedorf o Inzaghi en su mejor momento.
Aunque erró su penal en la recordada Intercontinental contra Boca, se ganó el apodo de “El Maestro” y los grandes clubes de Europa se peleaban por él. Sin embargo, estuvo a punto de largar todo cuando tenía 26 años y estaba en la cresta de la ola, por culpa de una derrota histórica. El 25 de mayo de 2005, Milan y Liverpool se enfrentaron en una final de Champions que pasó a la eternidad como “el milagro de Estambul”. Los italianos se fueron al descanso ganando 3 a 0, pero la copa se les escapó de una manera inexplicable. El volante confesó años más tarde que esa noche no fue capaz de mirarse al espejo y pensó en retirarse por la vergüenza que sentía.
El fútbol y Andrea Pirlo hicieron las paces un año más tarde, en el Mundial del 2006. Las canchas de Alemania tuvieron el privilegio de disfrutar de su mejor versión, con la mezcla justa de juego y carácter. Con goles y asistencias claves, el planeta se rindió a sus pies. FIFA lo eligió como la figura de la semifinal y la final del campeonato, en la que ejecutó el córner que Marco Materazzi convirtió en el empate de la azzurra.
Minutos más tarde, metió su penal en la definición y dio la vuelta olímpica, pero lo más recordado de su actuación llegó después de los festejos. Cuando le preguntaron cómo se había preparado para el partido más importante de su vida, respondió como sólo él podía hacerlo: “No siento presión. Me da igual. Pasé la tarde del domingo 9 de julio de 2006 en Berlín durmiendo y jugando a la PlayStation. A la noche, salí y gané la Copa del Mundo”.
Su ciclo en el Milan terminó con un sabor agridulce. En el 2007 tuvo revancha contra Liverpool y le ganó la final de la Champions, pero su importancia en el equipo comenzó a decrecer. La dirigencia, que se había pasado los últimos diez años rechazando las ofertas que recibían por él, decidió dejar que su contrato se venciera en el 2011 y “El Maestro” se fue del Milan sin dejarle ni un euro a la institución.
Sufrió la eliminación de Italia en la fase de grupos del Mundial de Sudáfrica 2010 y terminó la temporada en la Juventus, que aprovechó la oportunidad de ficharlo gratis. Pirlo, al que le habían soltado la mano en el Milan porque tenía 32 años, ganó el premio al mejor jugador del campeonato en tres temporadas consecutivas y dio inicio al dominio absoluto de la “Vecchia Signora” en la Serie A, que ya lleva nueve campeonatos al hilo.
Volvió a quedar eliminado en la primera ronda de un Mundial en el 2014 y cerró su historia en la élite europea en la final de la Champions del 2015. Pirlo recibió los elogios de Xavi Hernández en la previa del partido, pero la “Juve” cayó por 3 a 1 ante el conjunto de Messi, Suárez y Neymar. Colgó los botines en Estados Unidos y pasó varios años alejado de las canchas, hasta ahora.
Fue presentado como entrenador del equipo sub 23 de la Juventus el 31 de julio de 2020, pero duró apenas nueve días en el cargo antes de dar un salto impensado. Sin haber dirigido ni un solo partido a lo largo de su vida, tomará las riendas del primer equipo con la obligación de ganarlo todo en la próxima temporada. La gloria que alcanzó como futbolista es el único argumento a su favor, pero al histórico volante italiano ya no le bastará con “dejar que sus pies hablen por él”: Andrea Pirlo enfrenta el complejo desafío de renovar a la Juventus y volver a conquistar Europa.
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