Gallardo contra Alfaro, un cruce de estilos.

Copa Libertadores

Boca vs. River: duelo de estilos

20/10/2019 | 15:06 | Una línea de razonamiento admite como válidos todos los estilos de juego, mientras lo permita el reglamento. Discusiones y cruces de argumentos avivan la previa del partido de vuelta de la semifinal.

Mauricio Coccolo

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Gallardo contra Alfaro, un cruce de estilos.

Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada. La frase, que circula desde hace años, fue adjudicada a distintos personajes, pero más allá del autor intelectual, lo que importa es su sentido largamente aplicable al mundo del fútbol. Algunos la usan como justificativo y otros como una forma de explicar determinadas acciones. En el buen sentido de la legalidad, significa ni más ni menos que admitir como válidos todos los estilos de juego, siempre que estén permitidos por el reglamento. En definitiva, cada uno juega a lo que más le conviene.

En una línea de razonamiento similar, así como nadie puede alegar ante los tribunales su propia torpeza, en el fútbol no se puede usar como excusa el planteo del rival después de una derrota. Claro que suele ser muy común quejarse de lo que hace el otro equipo porque es más fácil que admitir las propias limitaciones.

Entre otras cosas, el fútbol es lo que es porque cada opinión puede tener una partecita de razón, pero nunca nadie se queda con la verdad absoluta. Todo es tan relativo.

La madre de las discusiones surge de los dos aspectos básicos del juego: defender y atacar. Algunos eligen priorizar el cero en el arco propio, mientras que otros apuestan todo a tratar de hacer siempre un gol más que el rival. En el medio están los que buscan el famoso equilibrio. Así, como un péndulo indeciso, las opiniones van y vienen un rato para cada lado.

En Argentina, las brasas del debate se reavivaron después de los últimos cruces entre Boca y River. Primero por la Superliga y después por la Copa Libertadores. La línea dividió, tajante, dos bibliotecas que a grandes rasgos podrían definirse como los defensivos, de un lado, y los ofensivos, del otro. Aunque nunca las cosas están tan claras. Y menos en el fútbol.

El disparador de la discusión fue el planteo que el técnico de Boca, Gustavo Alfaro, eligió para jugarle al River de Gallardo en el Monumental por la 5º fecha del campeonato. Haciendo el esfuerzo de mantener al margen los gustos personales, la justificación de la actitud defensiva del equipo, según Alfaro, fue para tratar de cortar los circuitos de juego del rival. Eso, en la cancha. Afuera, lo que buscaba era ganar tiempo. El propio entrenador eligió la figura del “plazo fijo” para explicar su decisión. Básicamente, lo que necesitaba era irse sin perder de la cancha de River.

Luego del 0 a 0 los análisis dejaron un abanico de opiniones. Desde los que consideraron que Boca no debería jugar de esa forma porque tiene plantel para otra cosa, hasta los que calificaron como inteligente al planteo de Alfaro. En el medio podrían sumarse algunos matices, como por ejemplo la falta de claridad de River en los últimos metros para quebrar la barrera defensiva del rival, cosa que el propio Gallardo reconoció como un déficit de su equipo.

Quedaran en el bolso del folklore las acusaciones cruzadas. Mientras los hinchas del Millonario le cantaban “equipo chico…” a sus rivales, los Xeneizes respondían con la tabla de posiciones y el récord invicto del arco de Andrada.

En los perfiles de sus técnicos están los fundamentos de lo que intentan hacer Boca y River. Por supuesto que el factor tiempo influye en la evaluación, porque mientras Gallardo encabeza uno de los ciclos más exitosos de la historia de su club, Alfaro llegó a Boca juntando los escombros que quedaron después de la final de Madrid y está continuamente bajo la lupa.

Un elemento clave para explicar por qué River juega como juega es que por primera vez en cinco años pudo mantener la base del equipo campeón. Las salidas más importantes, como las de Maidana y Martínez, fueron rápidamente cubiertas con jugadores de niveles parecidos,como Martínez Quarta y Matías Suárez. Además, el técnico volvió a ganarle a la opinión mayoritaria de los hinchas, como antes lo había hecho con Casco y el propio Pity, esta vez lo hizo con De la Cruz, un jugador que le permitió completar las cuatro patas de un mediocampo que sostiene al resto del equipo.

El corazón del juego de River empieza a bombear desde Enzo Pérez, el mendocino es el director de la orquesta, maneja los tiempos, marca la línea de la presión, distribuye, ordena, corta las contras rivales, ocupa los espacios. Hace un poco de todo y todo lo hace bien.

Desde ese punto de partida que es Enzo Pérez, River toma vuelo con Nacho Fernández, Palacios y De la Cruz, todos volantes con un marcado perfil ofensivo, pero que también dan una mano a la hora de retroceder. En ese aspecto, Gallardo logró un ideal muy difícil de conseguir: que su equipo sea tan peligroso cuando ataca como duro cuando defiende.

En la otra vereda, la idea de Alfaro está muy clara en sus conceptos, pero todavía no logra traducirla completamente al campo. Aunque los trazos gruesos se perciben muy claros: el orden defensivo, los laterales pasando de a uno por vez, el motorcito de la mitad de la cancha con Marcone como pistón principaly la intención de atacar directo, sin demasiada elaboración.

Después, hay otros detalles del juego que el Boca de Alfaro maneja con mucha solvencia: no necesita tener demasiado la pelota para generar ataques peligrosos y explota al máximo las características de sus jugadores en la pelota parada, buenos pateadores como Mac Allister y Reynoso sumados a buenos cabeceadores como López, Izquierdoz y Más.

La ecuación que Gustavo Alfaro todavía no logró resolver es cómo asumir el rol protagónico de todos los partidos, una cuestión para nada menor en un club con las exigencias de Boca. Es probable que los anteriores equipos por los que pasó Alfaro no le demandaran tanto en ese aspecto, pero el técnico sabe, mejor que nadie, que hoy el contexto lo obliga y debe responder en consecuencia o su historia tendrá los días contados. Sin ir muy lejos, el mismísimo Carlos Tevez se lo recordó con sus declaraciones cuando dijo: “Tenemos que mejorar”.

El 2 a 0 de la ida dejó algunas cartas marcadas para la revancha. River confirmó sus convicciones y hasta lamentó cierta estrechez en el resultado, aunque lo dejó tranquilo no haber recibido el famoso gol del visitante. Ese es un as que el equipo de Gallardo, se sabe, tendrá en la manga durante los 90 y pico de minutos que dure la revancha: un gol lo pone muy cerca de la final.

Al contrario, Boca está obligado al partido perfecto. O casi. Debe atacar sí o sí porque no tiene otra forma de descontar la ventaja y además no puede descuidarse en defensa porque no haber metido un gol en el Monumental es un precio que puede costarle demasiado caro. Alfaro y los suyos llegan al límite,el partido dirá cómo reaccionan.

La final de la Copa Libertadores espera por Boca o por River, cualquiera de los dos que pase lo habrá hecho mostrando credenciales futbolísticas, con formas claramente distintas, pero válidas. El cruce de estilos entre Alfaro y Gallardo es un aspecto del juego que le agrega un condimento extra al Superclásico: ¿se impondrá la fluidez del Millonario o la solidez del Xeneize? Recién lo sabremos el martes cerca de la medianoche cuando unos festejen y otros sufran, sabiendo que no hay victorias ni derrotas definitivas porque el fútbol, gracias a Dios, es infinito.