Perfiles de La Previa
18/09/2021 | 13:30 | El delantero de 30 años atraviesa el mejor momento de su carrera y es la carta goleadora de un Talleres que sueña con pelear el campeonato hasta el final. Conocé su historia.
Raúl Monti
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Carlos Auzqui, un "perro" resiliente con hambre de gloria
“Ehh, perro”. Con esas palabras, el pibe de 13 años saludaba a un amigo mientras esperaba, con los primeros rayos de sol, al colectivo que lo iba a llevar a entrenar.
La frase se hizo rutina en sus labios y le terminó dando el apodo que lo acompañará por el resto de sus días. Sin embargo, y paradójicamente al significado tribunero, Carlos Auzqui no es ningún “perro”. Y en Talleres parece haber encontrado su mejor versión.
Carlos Auzqui nació en Longchamps, localidad de la provincia de Buenos Aires, un 16 de marzo de 1991. Desde pequeño, y como tantos niños argentinos, se enamoró de la pelota y caminó sus primeras canchas en Temperley, donde hizo las infantiles con apenas cuatro años.
Mientras se destacaba del resto por su incipiente talento, pasó a jugar en la prenovena de Racing, donde estuvo un año. Hasta que su hermano, Diego, se fue a Estudiantes. Y lo convenció de mudar su fútbol a La Plata, donde lo iba a esperar una etapa que le daría un giro a su vida.
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Con 13 años, Carlos arrancaba su día a las 05.30 de la mañana. Ponía la pava y el mate caliente lo ayudaba a despegar los ojos. Mientras se desperezaba, guardaba los botines en la mochila y su viejo, diseñador gráfico, lo acompañaba después a la parada del 506, primera estación hacia su ilusión.
Tras una hora y media de viaje, con la compañía de Damas Gratis y La Nueva Luna en los auriculares, llegaba a City Bell para entrenar con los colores del “Pincha”.
Muy amigo de sus amigos y cercano a sus cercanos, elegía evitar la pensión para estar más tiempo con ellos, por lo que el sacrificio del viaje era una mejor opción.
Estudiantes se convirtió en su segunda casa: estuvo 14 años en el club platense, donde pudo cumplir el sueño de debutar en primera en diciembre de 2009, frente a Chacarita.
En “El León” tuvo de entrenador a Alejandro Sabella, el conductor que lo llevó a su primera gran alegría, cuando el conjunto de La Plata dio la vuelta olímpica en 2010.
Sin embargo, comenzó a sumar más minutos y a afianzarse como extremo derecho en el ataque pincharrata un par de años después. Tuvo temporadas en buen nivel y también debió gambetear críticas que lo hicieron más fuerte, y un día le llegó la chance de emigrar del club que lo cobijó.
Lo buscaron de Alemania y estuvo cerca de cruzar el charco, pero apareció el River de Gallardo y el llamado de Francescoli. La idea de vestir la banda roja, y evitar la mudanza de su familia a un país lejano, lo sedujeron más.
Auzqui venía de un gran semestre en Estudiantes y “El Millo” compró su pase. En el club de Núñez no pudo tener mucha continuidad, pero fue parte del exitoso ciclo del “Muñeco” y no le faltaron alegrías: fue campeón de la Copa Argentina 2017 y de la Supercopa Argentina 2018.
Al no afianzarse como titular, decidieron cederlo a préstamo. Primero fue a Huracán, donde mostró ímpetu y ganas, pero no terminó de rendir en un equipo de un andar irregular. Después pasó a Lanús, que fue la escala previa al lugar donde “El Perro” iba a volver a ladrar fuerte: Talleres.
Auzqui llegó al “Matador” en octubre del 2020, en la antesala de la vuelta a la competencia tras el parate por la pandemia. En Córdoba, en sus auriculares empezó a sonar menos cumbia y más cuarteto, pero siempre con el mate bajo el brazo y los mismos sueños del pibe que madrugaba para ir a entrenar.
Algunos miraban con ciertas dudas el arribo del “Perro”, pero él de a poco se encargó de acallar los cuestionamientos, sostenido por dos factores que lo ayudaron: el gran momento de Talleres y Alexander Jesús Medina.
“El Cacique” lo llenó de confianza, lo instó a animarse a jugar de “9”, aparte de su tradicional puesto de extremo, y sacó su mejor versión. Tanto así que, cuando parecía que el uruguayo iba a irse del equipo, salió a respaldarlo diciendo que, si se alejaba, todos se marcharían con él.
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Auzqui no solo comenzó a mostrar su poderío ofensivo, sino que le sumó una faceta muy valorada por los hinchas: entrega y sacrificio. Así fue que se ganó la titularidad y su nombre empezó a repetirse como figura en los partidos.
Por si fuera poco, inscribió en su currículum la palabra sagrada: el gol. Auzqui empezó a acostumbrarse a convertir en un Talleres que estaba cada día más sólido: en las primeras 11 fechas de la Liga Profesional 2021, marcó cuatro tantos, siendo el máximo artillero del puntero cordobés.
“Ehh, perro”. La frase sigue sonando cuando alguien se dirige a él. Él sonríe, mira el mate y recuerda la alarma tempranera, los viajes de hora y media en el 506, las inferiores en Estudiantes y las críticas que lo hicieron más fuerte. Sabe que, guiado por “el Cacique”, pudo ladrar más fuerte que nunca. Un ladrido que, en los ecos de estadios en silencio por culpa del virus moderno, dice que Carlos Auzqui es un “perro” resiliente con hambre de gloria.
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