Informes de La Previa
26/07/2020 | 08:31 | Hay equipos que tienen la obligación de ganar siempre. Para un plantel como el de Barcelona, ¿es más efectivo un técnico que se amolde a sus dirigidos o un líder que se imponga a los jugadores?
Mauricio Coccolo
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Pep Guardiola, Luis Enrique, Quique Setién
A los técnicos de los equipos grandes, con presupuestos millonarios, siempre se les pide una prueba más: ¿podrían hacer lo mismo con menos plata? ¿Por qué Guardiola no dirige a Brown de Adrogué, a ver qué hace con dos pesos? Pero no es tan común el reclamo al revés: ¿ya que Vico se las arregla con tan poco por qué no va y soluciona los problemas del Barcelona?
Parece más fácil dirigir planteles armados con millones de dólares, que juntar lo que haya y hacer lo que se pueda, como si los méritos fueran diferentes, pero en el fondo los dos extremos requieren habilidades específicas: para decirle a Messi cómo tiene que jugar hay que ser muy buen técnico y para decírselo a Cadenazzi, también.
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Cada vez que alguno de los grandes clubes del mundo entra en una crisis deportiva, surge la discusión sobre cuál sería el técnico indicado para solucionar los problemas. Por estos días, le pasa al Barcelona: ¿quién tendría que sentarse en el banco? ¿Cualquiera puede dirigir al Barza? ¿Y por qué no Vico?
La apuesta por Quique Setién era lógica pensando en el trabajo que había hecho con el Betis, pero hay muchas diferencias entre dirigir a un club con pretensiones de mitad de tabla y a otro obligado a ganar todo. Entonces, aunque se trate siempre de conducir, no es lo mismo sentarse al volante de un auto de calle que subirse a un Fórmula Uno.
Los problemas siempre traen más problemas: cuando un equipo no juega bien está más cerca de perder que de ganar, entonces una derrota empieza a llamar a la otra. Pero la historia no termina en la cancha, afuera se habla, se especula, se buscan respuestas y casi siempre se cae en la relación entre el técnico y los jugadores.
En el Barcelona dos imágenes que recorrieron el mundo alimentaron las teorías derrotistas: Messi plantando a Eder Sarabia, ayudante de Setién, cuando pretendía darle una indicación y la foto contrapuesta con el Atlético de Madrid, donde se veía de un lado a los jugadores rojiblancos abrazados, escuchando a Simeone, y del otro a los blaugranas desparramados, cada uno en la suya.
En el fútbol lo único peor que las derrotas propias son las victorias ajenas, las del vecino. Barcelona estaba dos puntos arriba del Real Madrid cuando se reanudó La Liga y terminó cinco abajo. Mientras los catalanes no saben cómo sostener la estructura, en la otra vereda Zinedine Zidane no para de agigantar su mito ganador.
Se teoriza mucho sobre el “método Zidane”, pero no hay una corriente, o un sequito de admiradores que lo divulguen como si pasa con otros técnicos, y parece que lo del francés fuera una cosa menor, tan simple como ponerse el traje y pararse delante del banco, adentro del corralito.
Sergio Ramos, en el medio de los festejos por el último título, apuntó una definición sobre Zidane que resume el perfil del francés: lo definió como un patrón que marca la diferencia y deposita la confianza en el jugador. Zizou sabe reconocer a la perfección hasta dónde llega su influencia y dónde empieza el terreno de los futbolistas. Ese parece ser su secreto.
Los clubes grandes, poderosos, millonarios, obligados a ser campeones todos los días, ¿necesitan técnicos influyentes o es mejor que interfieran poco? ¿La balanza de las decisiones tiene que inclinarse más para el lado de los jugadores o para el del banco?
En algunos clubes lo único que sirve es ganar, eso significa una exigencia máxima, pero al mismo tiempo un punto de satisfacción posible sin tener demasiado en cuenta el cómo. En otros lugares el problema es que ni siquiera ganar alcanza para conformar a los hinchas, porque además hay que jugar bien y lindo.
El estilo de juego es un refugio para los momentos difíciles y un orgullo en las épocas de gloria, pero suele convertirse en una cruz demasiado pesada. Sobre ese tema, Gerardo Martino se hizo una pregunta para el debate: ¿se sigue respetando fielmente el ADN del Barcelona?
El Tata Martino fue uno de los cinco técnicos que pasaron por el Barza después de Guardiola, dejó buenos números (68 % de eficacia), pero se tuvo que ir porque no ganó ni Liga ni Champions. La salida del argentino le abrió la puerta a Luis Enrique, el hacedor del último ciclo exitoso: campeón de todo en el 2015 con el tridente Messi, Suárez y Neymar.
Después de volver a la cima del mundo, el cambio de Luis Enrique por Ernesto Valverde, sumado a la salida de Neymar, metió al Barcelona en las turbulencias que todavía atraviesa. Si bien ganó dos torneos consecutivos, el paso de Valverde quedó señalado por las eliminaciones increíbles en la Champions, primero en Roma y después en Liverpool.
El último volantazo que dieron los dirigentes del Barcelona fue en un momento impensado porque decidieron despedir a Valverde después de perder un partido increíble en la Supercopa contra el Atlético de Madrid: había jugado mejor, pero el resultado lo condenó. Desde entonces, ni los jugadores ni Setién pudieron realinear los planetas.
¿Y Messi? ¿Qué papel juega en toda esta historia? Como capitán, el argentino asumió la responsabilidad, pero también repartió las culpas. No faltaron quienes leyeron los dichos de Leo como un pase de facturas al cuerpo técnico, como diciendo: vieron, les avisé que esto iba a pasar.
¿Y el resto? ¿Qué papel juegan en toda esta historia? La Messi-dependencia del Barcelona, tan redituable en muchas ocasiones, termina siendo una cortina detrás de la cual se esconden sus compañeros. Escudados en el aura del mejor jugador del mundo, un poco porque no pueden y otro poco porque les conviene, algunos como Griezmann hacen la plancha y dejan que el rosarino se encargue de todo.
¿Y Setién? ¿Qué papel juega en toda esta historia? El técnico sabe muy bien que le queda una sola bala en el cargador, el tiempo dirá si es de plata o apenas de fogueo. Napoli y cuatro partidos más lo separan del gran objetivo, del único posible que le queda: la Liga de Campeones, después no habrá mañana.
¿Y Bartomeu? ¿Qué papel juega en toda esta historia? El presidente transita su último año de mandato esquivando las minas para no volar por los aires, al mismo tiempo que se habla de los candidatos que tendría para la próxima temporada: desde Xavi hasta Lorent Blanc, pasando por Kluivert y Koeman.
¿Qué tendría que hacer el Barcelona: buscar un técnico pesado, que se imponga en el vestuario, o apostar por otro que se sume como uno más y acompañe? ¿Empoderar a los jugadores o ponerlos en caja? Desde siempre, en el fútbol hay una pregunta imposible en la previa y obvia en el final: ¿cuál es el mejor técnico?
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