¿Cuándo está bien pateado un penal?

“Aire, aire. Penal bien pateado es gol”, dicen que les dijo el árbitro Carlos Nai Foino a los jugadores de River, que protestaban por el adelantamiento de Roma cuando le atajó un penal clave a Delem para que Boca ganara el campeonato del 62.

El penal de Roma a Delem, acompañado por la sentencia del árbitro, es una de las escenas más repetidas a lo largo de la historia del fútbol argentino y vuelve al presente cada vez que la ejecución de una pena máxima genera revuelo.

El último que desató la discusión fue Cardona. El colombiano decidió picar un penal nada menos que en una definición contra Rive. Si terminaba en gol, el debate quizás no hubiese sido tan encarnizado, pero como se lo atajaron muchas evaluaciones cambiaron de tono.

Algunos elementos del contexto, y fundamentalmente la presencia en el arco de un pibe que estaba debutando, permiten sospechar que Cardona no hubiese elegido picarla si el arquero era Armani. A ese punto están dirigidas la mayoría de las críticas.

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Según trascendió, Cardona le pidió disculpas a sus compañeros por haber pateado el penal de esa forma. Lo mismo le había pasado al "Kun" Agüero, que se disculpó con los hinchas a través de las redes sociales por la misma acción en lo que pudo ser el gol del campeonato para el City.

En el mundo Boca las opiniones se dividieron. Juan Román Riquelme dijo que Cardona hace esas locuras porque es un genio. Carlos Izquierdoz, por su parte, aseguró que no comparte esas formas pero “ellos [por los colombianos] son así”.

Sebastián Abreu, mundialmente conocido por picar penales, defendió a Cardona diciendo que no debía pedir disculpas. Además, "el Loco" se preguntó por qué cuando la mandan a la tribuna no piden perdón y sí debería hacerlo alguien que elige una sutileza que puede salir bien o mal.

Abreu, palabra autorizada a la hora de picar penales

Hay una parte de la cátedra que evalúa las decisiones según los resultados, pero otra sostiene, independientemente de si la pelota entra o no, que picarla no es la mejor manera de patear un penal.

Se repite mucho la frase: “Al penal hay que asegurarlo”. ¿Y “asegurarlo” qué sería? La primera respuesta suele ser: “Patear fuerte, al medio”. La fuerza del remate parece un buen camino, pero elegir el medio del arco conlleva sus riesgos. ¿Y si el arquero se queda parado?

Los remates más difíciles de sacar son los que van a los extremos, a los ángulos, abajo y arriba. Claro que así como son más complicados para los arqueros también los son para los pateadores porque requieren más pericia.

"El Mariscal" Perfumo, eximio pateador, solía hablar de penales de 20 centímetros, refiriéndose a los que iban a esa distancia del travesaño: del lado de abajo, por supuesto. Una regla en la cartuchera es toda la diferencia que separa a un golazo de penal de una pelota a las nubes.

Leo Díaz, el joven arquero de River que amargó a Cardona

Uno de los mejores pateadores de la actualidad es Néstor Ortigoza, dueño de un registro admirable: de los 53 penales que pateó, hizo 49, desvió 2 y le atajaron solamente 2. El volante de Estudiantes supo contar que una de sus claves para no fallar es tomar mucha carrera.

Ortigoza, como tantos, pasó muchos de sus días jugando a los penales por plata en las canchitas de los barrios. Justamente, Leo Díaz, el arquerito de River que sorprendió al país en la Bombonera, también dejó parte de la piel de sus codos y rodillas en esos torneos.

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Una de las esencias del fútbol es el arte del engaño y los penales son la expresión más pura de esos duelos regidos por la picardía. La buena picardía. Como nadie lo resumió Osvaldo Soriano en su célebre cuento “El penal más largo del mundo”.

En uno de los párrafos, "el Gato" Díaz, el arquero, dice que Constante Gauna, el pateador, tira siempre a la derecha. Saberlo parecía una solución, hasta que Díaz advierte que Gauna sabe que él lo sabe y como una fuga hacia el futuro sentencia: “Él sabe que yo sé que él sabe”.

La definición encaja con el fútbol actual, donde todos trabajan, estudian y analizan, donde todos saben todo de todos y, al mismo tiempo, todos saben que todos saben todo de todos. Parece difícil, tanto como ponerse de acuerdo sobre cuándo está bien pateado un penal.