El camino a la cima de Brian Castaño, un luchador de la vida

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El camino a la cima de Brian Castaño, un luchador de la vida

17/07/2021 | 13:30 | De barrendero a campeón mundial: conocé la historia del mejor boxeador argentino de la actualidad. 

Jorge Parodi

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El camino a la cima de Brian Castaño, un luchador de la vida

La misma escena se repitió muchas veces a lo largo de su adolescencia: es viernes, 3 o 4 de la mañana. En una esquina de La Chaca, barrio humilde del partido bonaerense de La Matanza, un grupo de pibes escuchan música, conversan y se ríen mientras una botella fría va pasando de mano en mano. De repente, a lo lejos y como casi todas las noches, se escucha el ruido de una bicicleta acercándose hacia ellos. Uno de los chicos rezonga y se agarra la cabeza, porque ya se imagina lo que le espera. Sus amigos, aunque no haga falta, se encargan de confirmar sus sospechas: “Chau Brian, ahí viene tu viejo”.

Una década más tarde, el protagonista de la historia sigue viviendo en el mismo barrio y se junta con los mismos amigos, pero su vida es muy diferente. Ahora, cuando lo cruzan en la calle o el gimnasio (que ya es como su segunda casa), lo saludan diciéndole “campeón”. Los más chicos le piden fotos y quieren ser como él. Y Brian Castaño, el mejor boxeador argentino en la actualidad, siempre se acuerda de aquellas noches con amigos frustradas por su papá. “Si no fuera por él, hoy no estaría acá”, afirma cada vez que le ponen un micrófono enfrente.

Brian Castaño llegó al mundo el 12 de septiembre de 1989, y la primera vez que se subió a un ring lo hizo en los brazos de su padre. Carlos Castaño, quien también fue boxeador en su juventud, fue quien lo introdujo en el mundo del boxeo, en interminables tardes sentados frente al televisor, mirando viejos combates en VHS. Viendo lo mejor de Mohamed Alí, Thomas Hearns y Ray Leonard, Brian se enamoró del deporte. Pero cuando descubrió que representantes de su patria como “Maravilla” Martínez, “La Hiena” Barrios o Lucas Matthysse también podían alcanzar la gloria, se ilusionó con seguir sus pasos.

Castaño pasó tanto tiempo arriba de los cuadriláteros que los convirtió en su hábitat natural. A los 6 años, empezó a entrenar en el gimnasio del barrio; a los 11, tuvo su primera exhibición; a los 14, consiguió su licencia amateur (condición en la que tuvo 189 peleas y solo perdió 5) y a los 15 años empezó a representar a Argentina en torneos internacionales.

Sin embargo, justo cuando el boxeo se proyectaba como una opción real para su futuro, las tentaciones de la noche y compañías indeseables amenazaban con derribarlo todo. Fue en ese momento bisagra, de su vida y de su carrera, cuando el rol de su papá se tornó imprescindible.

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Fue Carlos Castaño quien agarraba la bicicleta y salía a buscarlo por el barrio, sin importar la hora de la madrugada, cuando notaba que Brian no había vuelto a casa para dormir. Fue él quien lo retaba cuando se metía en peleas callejeras, porque algún pibe con envidia lo desafiaba para ver si el boxeador del barrio era tan bueno como decían. Fue él quien lo despertaba a la mañana para ir a entrenar y lo llevaba por las tardes a su labor como barrendero, para que aprendiera desde chico que todo en la vida se conseguía trabajando.

Cuando Brian Castaño conquistó el cinturón de campeón mundial de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) en la categoría superwelter, giró la vista hacia su rincón y se encontró con los ojos emocionados de su padre, quien también es su entrenador y lo acompañó en cada paso del camino. Y gracias a todas esas enseñanzas, el éxito y la fama no lo desviaron de su rumbo una vez que llegó a lo más alto: se casó con su novia de la adolescencia, utilizó el dinero obtenido para comprarse una casa y siguió entrenando como siempre, en el gimnasio de siempre y con la humildad de siempre.

Como todo gran campeón, Castaño también tuvo que aprender a levantarse de la lona. Tocó fondo en el 2014 cuando, en la preparación de una pelea, su médico le dijo que le había detectado una afección cardíaca y que no podía seguir boxeando. El diagnóstico resultó ser una falsa alarma, pero Brian salió del hospital con ansiedad y ataques de pánico, que lo paralizaban en situaciones cotidianas y llegaron a poner su vida en riesgo. Tuvo que trabajar duro en terapia para controlar los demonios en su cabeza y volver a ponerse en condiciones de subir a un ring. Una vez que se calzó los guantes, demostró que toda la situación lo había hecho más fuerte, y arrasó con la competencia.

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En la actualidad, además de trabajar en su ascendente carrera como púgil profesional, da clases en el gimnasio que lo recibió cuando era chico, e intenta transmitirles a los más jóvenes los consejos que su padre le dio a él. Brian conoció la noche y la calle, pero eligió pasar su vida en el gimnasio y sobre el ring. A base de esfuerzo y sacrificio, sumados a una innegable dosis de talento e inteligencia, Brian Castaño logró pulir su talento hasta convertirse en una de las joyas del boxeo argentino.

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