Informes de La Previa
04/06/2022 | 15:10 | A 40 años de la llegada de Maradona al Barcelona, un repaso por aquel momento, marcado por ser el fichaje más caro, una hepatitis, una artera patada que lo quebró y su posterior salida.
Redacción Cadena 3
Gabriel Rodríguez
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El Diego del “Barça”
El 4 de junio de 1982, hace hoy 40 años en las oficinas del Camp Nou, Diego Maradona estamparía su firma en el Barcelona para comenzar una historia breve y convulsionada como salpicada de momentos sublimes en un club que pagó 8,1 millones de dólares, algo nunca visto en el fútbol hasta ahí, convirtiendo ese pase en el fichaje más caro de la historia.
“Pelusa” estaba en la órbita del Barcelona desde casi cuatro años antes, pero la indecisión primero, cuando apenas era un juvenil, y la negativa de AFA después, en 1980, a permitir su salida de Argentina retrasó un fichaje que el club no pudo llevar a cabo hasta aquel verano europeo.
Con el alemán Bernd Schuster en sus filas, por entonces uno de los mejores volantes europeos, el presidente culé, Josep Luis Núñez, juntaba así a las dos principales figuras emergentes y con ello pretendía hacer frente a la Liga e intentar batallar ante el Real Madrid de Alfredo Di Stéfano.
Diego permaneció 700 días allí, que lo marcaron para siempre porque dio sus primeros pasos en el fútbol europeo y porque una hepatitis primero y una fractura en el tobillo izquierdo después, penalizaron su éxito aunque, para nada, ocultaron el impacto que tuvo en el Camp Nou desde el vestuario hasta la gente en las tribunas, donde su figura no tuvo discusión.
En el momento de la contratación, Maradona ya lideraba la Selección Argentina, que en aquellas épocas concentraba en la Ciudad Condal, ya que de la mano de César Luis Menotti era uno de los participantes del Mundial de España 1982. En Japón, durante el año 1979, el “10” explotó, destacado como el mejor futbolista del torneo, el Pibe de Oro se convirtió en un fijo para las convocatorias, después de no formar parte del Mundial 1978.
Con permiso de Menotti, Maradona abandonó temporalmente la concentración para rubricar ese acuerdo de seis años con el Fútbol Club Barcelona. Guillermo Blanco tiene un amplio recorrido por diferentes medios periodísticos, principalmente en “El Gráfico”, fue jefe de prensa de Maradona y nos recuerda aquel momento.
Marca informaba su llegada al Barça como fría, ya que apenas una decena de seguidores y varios medios acudieron a la bienvenida del futbolista de 21 años. Pero en el estadio, la presentación de Diego llevó a 60 mil culés al Camp Nou. Sin embargo, Blanco destaca una imagen que pintó de cuerpo entero las dos temporadas allí.
Recordar al mejor futbolista de todos los tiempos en Barcelona, rememora esa grave lesión que sufrió en setiembre de 1983 por una criminal patada del vasco Andoni Goikoetchea, jugador del Athletic de Bilbao, pone en primer plano la hepatitis que sufrió en su primera temporada y provoca que también se hable de sus otros problemas que, se afirma, comenzaron en Barcelona. Pero también alumbra momentos sublimes como un gol en el Bernabéu inolvidable, la final de Copa de 1983 disputada en Zaragoza precisamente un 4 de junio y una actuación sobrenatural, con un gol antológico en Belgrado, frente al Estrella Roja.
Dicen que en los camarines del Barça, llamó la atención su enorme técnica individual, cómo era capaz de dar más de 200 toques a una medias de fútbol enredadas o a un limón, y también que el Camp Nou se llenaba media hora antes de los partidos sólo para ver sus malabarismos en el calentamiento previo.
Debutó un 4 de setiembre de 1982 ante Valencia en el Mestalla, en donde haría su primer gol pero el equipo perdería después. El 11 de setiembre, los hinchas culés verían la frondosa cabellera del “10” por vez primera en un partido oficial como local y en donde regaló un gol de penal. Los días pasaban y el equipo funcionaba bien y brillante por momentos porque cuando Diego decidía influir, lo hacía. Siempre prefirió a los equipos de primer nivel, le gustaba mostrar sus excelsos atributos ante los rivales más encumbrados y el Real Madrid fue una de sus víctimas preferidas como aquel 27 de noviembre en una fría noche del Bernabéu en donde dos asistencias del “10” le dieron la victoria al Barça.
Maradona fue dirigido allí por el Flaco Menotti, con quien se reencontró luego del Mundial de España y con el que ganó los títulos de la Copa del Rey, la Copa de la Liga y la Supercopa de España. Esa primera temporada, cerrada con aquella final de Copa, estuvo marcada por la mencionada hepatitis que se le diagnosticó en diciembre de 1982 y lo mantuvo alejado de las canchas hasta marzo del ’83.
La segunda comenzó con una exhibición en Magdeburgo, Alemania y siguió con la gravísima lesión en el tobillo que lo dejó sin jugar unos cuatro meses. El 24 de setiembre de 1983, Barcelona se floreaba ante el Bilbao con un estelar Diego. Superado por las circunstancias, Goikoetxea quien lesionara anteriormente a Schuster, volvió a ser un trágico protagonista. Maradona recibió la pelota en el centro del campo y antes de dominarla, en pleno movimiento, sintió crujir su tobillo izquierdo como posteriormente diría “como una tabla rompiéndose”, al contacto del botín del vasco. Por la espalda, sin el balón cerca, el defensor detuvo la embestida de Maradona y lo mandó al quirófano en una acción que sólo fue sancionada con tarjeta amarilla. Fractura del maléolo peronal del tobillo izquierdo, arrancamiento y desgarro del ligamento lateral interno, lo que en idioma futbolero fue traducido así: el tobillo de la mejor pierna izquierda del mundo había sido destrozado.
Todo continuó con su alejamiento de la dirigencia y acabó tras una gira en Estados Unidos mientras se negociaba su pase al Nápoli, unos días más tarde de una bochornosa final de Copa frente al Bilbao en el Bernabéu, que terminó con una batalla campal.
Hizo 38 goles en 58 partidos antes de convertirse en el D10S vestido de celeste y alcanzar la eternidad en el Mundial de 1986 con el seleccionado nacional. Cuando no existían las parabólicas y el fútbol se tenía que explicar de otro modo, la figura del “10” significó en Barcelona un rayo de espectacularidad y motiva que exactamente cuatro décadas después, su figura merezca un reconocimiento. Sin embargo aún hoy en Barcelona, no pocos comprenden quién y por qué no fue capaz, de convertir a Maradona en una leyenda.
Texto: Gabriel Rodríguez/ Edición: Juan Schulthess.
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