Argentina Campeón del Mundial Juvenil de Japón de 1979

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Fútbol en estado puro

06/09/2020 | 14:49 | Se cumplen 41 años del título de la Sub 20 en Japón, con Maradona como capitán y Menotti como DT. Ese combinado nacional, que ganó el torneo de punta a punta, le dio el primer título juvenil al país.

Jorge Parodi

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Argentina Campeón del Mundial Juvenil de Japón de 1979

El fútbol en estado puro. El toque como religión. La gambeta como recurso útil y lujoso a la vez. El gol como una consecuencia del juego.

El encuentro genial de Diego Armando Maradona y Ramón Ángel Díaz en un mismo campo de juego, quienes juntos fueron dinamita. Todo eso en un mismo equipo, con notables jugadores recién salidos de la adolescencia y un Maestro consagrado: César Luis Menotti. En la tierra del sol naciente, ellos brillaron más que nunca.

Un 7 de septiembre de 1979, bajo la dirección técnica de César Luis Menotti, con un Diego Armando Maradona intratable, la Selección Juvenil de Argentina logró su primer título Mundial de la categoría Sub 20, tras vencer en el Estadio Nacional de Tokio a la representación de la ( entonces) Unión Soviética, por 3 a 1. Los goles fueron convertidos por Hugo Alves (de penal), Ramón Díaz y Diego Maradona.

En el camino a la final, Argentina venció a Indonesia 5-0 (tres goles de Díaz y dos de Maradona), a Yugoslavia 1-0 (Osvaldo Escudero), Polonia 4-1 (Maradona, Juan Simón y dos de Gabriel Calderón), a Argelia 5-0 (tres de Díaz, Maradona y Calderón) y a Uruguay 2-0 (Díaz y Maradona).

En el encuentro decisivo, la selección nacional salió a la cancha con la siguiente formación: García; Carabelli, Simón, Rossi y Alves; Barbas, Rinaldi y Maradona; Escudero, Díaz y Calderón,

Argentina convirtió 20 goles y recibió sólo dos en contra, ganando seis partidos en igual cantidad de presentaciones.

Tuvo al goleador del torneo, Ramón Ángel Díaz, con ocho tantos. El Balón de oro al mejor jugador del Torneo fue para Diego Armando Maradona.

La historia recuerda a ese equipo argentino como una de las mejores expresiones futbolísticas de nuestra historia.

Maradona, que había quedado fuera a último momento del plantel de mayores, campeón un año antes en el Mundial de Argentina, saco a relucir todo su repertorio para comenzar a hechizar al mundo del fútbol.

Los japoneses asombrados, comenzaron a descubrir el juego más lindo del mundo, deslumbrados por aquel pibe lleno de rulos, que en su maleta llevó a Tokio todo el potrero de Villa Fiorito.

Su socio fue el riojano Ramón Ángel Díaz, veloz como un rayo, el explosivo cómplice necesario de los mejores momentos del equipo.

A ellos dos, se sumaron un grupo de jóvenes talentosos detectados por el ojo clínico de un viejo maestro del fútbol de menores en Argentina: Don Ernesto Duchini, fallecido en 2006.

El experimentado y sabio Duchini los eligió, los entrenó, los instruyó y los educó para luego entregarle en bandeja esos diamantes en bruto a Cesar Luis Menotti, para que terminara de pulirlos.

"El Flaco" Menotti venía de consagrarse campeón del mundo en el Mundial del año anterior, jugado en nuestro país.

Por el huso horario los partidos eran generalmente a la madrugada o a primera hora de la mañana de nuestro país.

Aquel era un equipo maravilloso, con un Maradona deslumbrante y, detrás, un país que atravesaba una sangrienta dictadura cívico-militar.

Tiempos, en mi caso, de cuarto año del colegio secundario, de tele en blanco y negro, de radio pegada a la oreja y de esperar que llegara el El Gráfico para informarme de todo que pasaba.

Había que darse maña, para que en la primera hora de contabilidad, el profe no se diera cuenta de que estaba escuchando el partido de la Selección con una radio chiquita a transistores con los relatos de Gigio Arangio y los comentarios de Víctor Brizuela.

Tenía un auricular y la radio Spika, escondida en el bolsillo interior del uniforme del cole , por eso a los goles había que gritarlos para adentro y registrarlos en silencio en el libro diario en la cuenta del Haber.

El plan B era la chupina, o la rata como dicen en Buenos Aires, para ver en el bar del Kuk Kola, en un tele de 20 pulgadas, donde apenas se adivinaban los rostros juveniles de los futbolistas.

Fuimos en banda con los compañeros más futboleros a ver la sufrida semifinal ante Uruguay, que nos habían ganado en enero, en el Sudamericano y que en Tokio, se destrabó con los goles de Ramón y de Diego.

Para la final con la URSS, a las siete de la mañana de un viernes nublado, mi viejo me dejó faltar y vimos el partido juntos en casa.

Terminamos abrazados, gritando por Argentina y por Maradona, aunque era de mañana y día de semana, salimos a la Plaza San Martín de Jesús María a tocar bocina, bandera en mano, tal como había sucedido en el 78

Toque, fútbol y el talento inigualable de Diego.

Pelota contra el piso, la firmeza de Rubén Rossi en el fondo, la calidad de Juan Barbas en el medio, la potencia de Gabriel Calderón arriba, junto a la picardía de baldío del Pichi Escudero.

El cambio de ritmo, el olfato y los goles de Ramon. La gambeta como recurso útil y lujoso a la vez. El desparpajo de jugar a jugar y a ganar. La magia recién estrenada de un genio: Diego Armando Maradona. El guión inconfundible de Cesar Luis Menotti.

La Selecciòn Argentina Sub 20, campeón Mundial en Tokio 1979: fue el fútbol en estado puro.

La misma pureza de la risa que tienen los pibes, después de alguna travesura.

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