Giovanni Simeone, ¿el gran ausente en la lista de Scaloni?

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Giovanni Simeone, ¿el gran ausente en la lista de Scaloni?

06/11/2021 | 13:30 | “El Cholito” atraviesa un gran momento en el fútbol italiano, pero no fue convocado para la Selección. ¿Merece una chance con la albiceleste? Conocé su historia.

Raúl Monti

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Giovanni Simeone, ¿el gran ausente en la lista de Scaloni?

"De tal palo, tal astilla". La frase parece trillada, aunque no aplique en todos los casos. Hay situaciones en las que los hijos eligen caminos diametralmente opuestos al de los padres. Sin embargo, en otras, heredan el amor incondicional por una pasión a la que también se abrazaron sus progenitores.

El fútbol no escapa a este escenario, en el que aparecieron, a lo largo del tiempo, casos repetidos de padres e hijos que comparten el amor por la redonda. Los nombres se multiplican en un abanico interminable de ejemplos: los Verón, los Higuaín, los Solari...y los Simeone.

“De tal palo, tal astilla". Y el Cholo tuvo a tres herederos que siguieron sus pasos: Giovanni, Gianluca y Giuliano. Cada uno está escribiendo su propia historia. Y aunque los tres hijos del técnico del Atlético de Madrid tienen sus páginas individuales, hoy nos centraremos en el que con sus goles hace cada vez más ruido en Europa: Giovanni Pablo Simeone.

“El Cholito” llegó al mundo un 5 de julio de 1995 en la ciudad de Madrid, España, en los días en que papá Diego comenzaba a forjar su idolatría en el Atlético. Nacido en una cuna futbolera, fue descubriendo la magia de la pelota viendo cómo un montón de extraños coreaban el nombre de su viejo en el desaparecido estadio Vicente Calderón, templo "colchonero" durante medio siglo.

A diferencia de muchos otros chicos que hacían sus primeras armas en los potreros, él tenía una condición socio-económica privilegiada, lo que generaba una distancia con sus compañeros. Aunque parezca contradictorio, los privilegios con los que creció y el apellido “Simeone” en la camiseta fueron los primeros desafíos que enfrentó en su carrera.

Giovanni aceptó lo que le tocaba, se mantuvo humilde y se ganó el cariño de sus compañeros. Lejos de la ropa de marca y los grandes lujos que podía permitirse, demostró que no se creía más que nadie y trabajó incansablemente por cumplir su sueño, sin importar su apellido o el dinero en la cuenta bancaria de la familia.

Desde muy pequeño, su papá pasó incontables horas hablándole de fútbol, de sus ídolos, de táctica, y él se enamoró del juego. A los 14 años, ya con su pasión por la redonda a flor de piel, se tatuó el logo de la Champions, mientras rompía redes en las inferiores y soñaba con jugarla algún día. Eso sí, al tatuaje se lo hizo con la complicidad de su mamá Carolina, porque sabía que “El Cholo” jamás se lo habría permitido.

Así como se le inflaba el pecho de orgullo cada vez que veía a su papá saltar a un campo de juego como un superhéroe, no siempre fue fácil ser el hijo de una estrella de la pelota. La familia lo supo desde el primer día: “El Cholo” no pudo estar presente en su nacimiento, porque estaba concentrado con la Selección para la Copa América del ’95.

Cuando tenía apenas 16 años, Gio tuvo que despedir a su papá en el aeropuerto porque se iba a dirigir a Europa, y lo extrañó durante toda su adolescencia. Aún así, el amor por la pelota fue más fuerte, y “el Cholito” dedicó su vida a seguir los pasos de su papá.

Llegó a River en 2008, de la mano del propio "Cholo", que ese año se coronó campeón como entrenador del "Millo". Comenzó en octava división, dio la vuelta olímpica en su categoría e hizo 26 goles en ese campeonato, cifra que lo afianzó como una promesa del semillero rojiblanco.

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A fuerza de goles, su nombre comenzó a aparecer también en las divisiones juveniles de la Selección argentina. Años más tarde, llegó a ganar el Sudamericano Sub 20 en Chile, a jugar el Mundial de Nueva Zelanda en 2015 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

En 2011, Gio ya entrenaba con la Reserva de River, que le firmó un contrato por 3 años con una cláusula de nada menos que 15 millones de euros. Ramón Díaz fue el técnico que le dio la chance de debutar en la primera del “Millo”, a mediados del 2013. En septiembre de ese año, ante Tigre, tuvo su bautismo en la red al marcar un golazo en el Monumental.

Con 33 partidos y 4 tantos en River, y sin muchas oportunidades después del arribo del “Muñeco” Gallardo, fue cedido a Banfield. En “El Taladro” encontró su lugar rápidamente, se volvió un delantero más completo y una carta ofensiva de peligro.

Sus goles en Banfield llamaron la atención en el Viejo Continente, y River lo transfirió al Genoa de Italia. En su primera temporada en la Serie A marcó 14 veces, con un doblete a Juventus incluido, y la Fiorentina puso los ojos en él.

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El equipo violeta tiene un vínculo especial con los goleadores argentinos desde la idolatría que edificó Gabriel Omar Batistuta. Las comparaciones con “Bati” no tardaron en llegar, pero Giovanni se las tomó con calma. De hecho, aprovechó su tiempo en Europa para desarrollar otros aspectos de su vida, exhibiendo intereses atípicos al prototipo de futbolista.

Empezó a trabajar en técnicas de respiración, meditación y visualización. A codearse con la lectura y visitar museos en cada ciudad que conocía. Y en sus ratos libres, como un digno hijo de su padre, adoptó la costumbre de ver todos los partidos de fútbol habidos y por haber.

En Fiorentina tuvo un gran paso, que lo llevó a ser considerado por Lionel Scaloni para disputar amistosos con la Selección mayor. En sintonía, le llegó una propuesta del Cagliari, que fue la antesala a pasar, en agosto del 2021, al Hellas Verona, también de Italia, donde iba a encontrar su mejor versión.

En los primeros 11 partidos de la Serie A de la temporada, Giovanni anotó 8 tantos, colocándose en el podio de los máximos artilleros del certamen y dejando definitivamente atrás el hecho de ser el “hijo de” para que su nombre brillara por sí mismo.

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"De tal palo, tal astilla". El hijo mayor del “Cholo” Simeone sigue a la perfección la leyenda popular. De la misma madera que un referente de la Selección, el árbol genealógico de la familia se mantiene en pie unido por la pelota. Y Giovanni, a fuerza de goles y el ADN futbolero, pide pista para seguir escribiendo su propia historia.

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