La historia de Sergio "Oveja" Hernández, el DT del básquet argentino

Perfiles de La Previa

Hernández, cerebro de un equipo nuevo que logró lo impensado

15/09/2019 | 16:07 | El entrenador de Argentina tuvo la difícil tarea de gestionar una renovación tras el éxito de la "Generación Dorada". Consiguió el oro en los Panamericanos y el segundo puesto en el Mundial. Escuchá.

Audios

La historia de Sergio "Oveja" Hernández, el DT del básquet argentino

En su primer mundial, Japón 2006, no se le cayeron los anillos de entrenador laureado al admitir que quizás muchos de sus jugadores tenían mayor experiencia internacional que él. Al final, fue algo que capitalizó a su favor. Aprendió a escucharlos y trabajar con ellos de modo colaborativo.

Esta vez, con copas del mundo en la espalda, Sergio Hernández fue el cerebro de un equipo totalmente renovado que alcanzó lo impensado gracias al talento de Facundo Campazzo y al aporte de una verdadera leyenda: Luis Scola.

Su historia con la anaranjada comenzó cuando era apenas un adolescente. A los 15, faltó un entrenador y le pidieron el favor de dirigir a una categoría de menores. Pasaron 40 años desde esa tarde y Sergio nunca más soltó la pizarra de entrenador.

Nacido en el año 63 en Bahía Blanca, fue uno de los tantos jóvenes que pasaron por el servicio militar, con la particularidad de que estuvo a punto de participar de la guerra de Malvinas.

Mientras recibía su formación militar, comenzó a estudiar ingeniería civil pero rápidamente supo que esa no sería la pasión de su vida. La pelotita de básquet seguía picando de fondo en su cabeza.

Entonces, largó los libros de ingeniería para comenzar el Profesorado de Educación Física. Por aquellas épocas, ser entrenador de básquet en la Argentina parecía una quimera. La creación de la Liga Nacional en 1984 a manos de los pioneros José María Cavallero, León Najnudel y Horacio Seguí le dio a Sergio un incentivo para ir tras su sueño.

Su debut en la Liga Nacional se dio en el Sport Club Cañadense de Santa Fe a comienzos de los 90’ como ayudante de Julio Lamas. Juntos lideraron al equipo a la final en la que cayó derrotado frente al Atenas de Marcelo Milanesio y Pichi Campana.

Más tarde, Hérnandez quedó al frente del equipo otras tres temporadas alcanzando un quinto puesto como mejor resultado.

Luego de esta primera experiencia, Sergio pasó por Deportivo Roca y Regatas de Corrientes pero el punto de inflexión en su carrera se dio cuando agarró el mando de Estudiantes de Olavarría, club que lo catapultaría a lo más alto del básquet nacional.

En su segunda temporada en el Bataraz, Hernández formó un equipazo con tipos como el Lobo Fernández, Farabello, Gianella, Eubanks y Rubén el "Colo" Wolkowyski. A paso arrollador llegó a la final de la competencia donde se tomó revancha y venció a Atenas en un apasionante séptimo partido. Así, Sergio Hernández gritó campeón por primera vez, costumbre que mantendría en los próximos años.

"El Oveja" dejó Estudiantes con dos Ligas, un Panamericano y una sudamericana en sus espaldas para seguir su promisoria carrera en el Alerta Cantabria de España.

Un año más tarde, volvió a la Argentina para dirigir el ambicioso proyecto de Boca en básquet. En el Xeneize continuó ampliando el palmarés con otras dos copas Argentinas, un top 4 y un nuevo anillo en la Liga 2003-04 con el implacable Byron Wilson como figura del campeón.

Sergio disfrutaba de las mieles del éxito y se planteaba ir por otro anillo con Boca, cuando en pleno entrenamiento recibió un llamado que cambió sus planes.

Del otro lado de la línea, le ofrecían el desafío de dirigir a la selección argentina que venía de colgarse la medalla de oro en Atenas. La vara estaba alta, pero no le tuvo miedo al desafío: dio el sí y continuó con la práctica que había dejado a medias.

Sergio tenía un gran espíritu ganador y logros deportivos que lo respaldaban. Sin embargo, no fue sencillo ponerse al frente de un grupo que acababa de llevar el básquet argentino a lo más alto del mundo. ¿Qué podía sumar desde su lugar a semejante grupo de notables?

Llegaba detrás de Rubén Magnano, responsable de que la Selección jugara el mejor básquetbol jamás visto en este país y debía lidiar con tipos que habían puesto al mundo y a los NBA de rodillas con un estilo definido.

En 2006, la albiceleste llegó al Mundial de Japón con cartel de favorita y estuvo a segundos de clasificarse a su segunda final consecutiva. Aquel intento de triple fallado por el Chapu Nocioni frente a España quedó instalado para siempre en la memoria colectiva. Era la primera Copa del Mundo en la que Sergio Hernández dirigía al seleccionado argentino y se quedaba en las puertas de la final.

A partir del 2007, el Oveja comenzó a dividir sus tiempos entre la Selección y una nueva etapa en la Liga Nacional. Como DT de Peñarol, ganó absolutamente todo y le dio sus primeros minutos en cancha a una joven promesa cordobesa: Facundo Campazzo.

En los Juegos de Beijing 2008, el Dream Team terminó con las ilusiones de alcanzar otra final olímpica. Sin embargo, el grupo supo sobreponerse a la amargura de la derrota y a las lesiones de Ginóbili y Nocioni y se colgó la medalla de bronce. Con Oberto, Delfino, Leo Gutiérrez, Prigioni, Scola y compañía la Generación Dorada se subió a otro podio.

En el ámbito local, siguieron los éxitos de Hernández con Peñarol. En la temporada 2011-2012, alcanzó un inédito tricampeonato en la Liga Nacional tras vencer a Obras. En aquella serie definitoria, Facundo Campazzo, el pibito al que había hecho debutar apenas unos años atrás, fue elegido MVP de las finales.

Alejado del cargo de entrenador principal de la Selección, Hernández no tuvo problemas con dejar los egos a un lado y se sumó como ayudante de Julio Lamas en los Juegos de Londres 2012.

Luego de dirigir un par de años en Brasil y Puerto Rico, Sergio comenzó su segunda etapa como DT de la selección nacional con la mira en Río 2016. En la cita olímpica, otra vez Argentina se topó en cuartos con Estados Unidos y el sueño de medalla se desvaneció.

Aquel torneo marcó la despedida de Ginóbili y Nocioni y el fin de una época. Sergio Hernández se encontró con la tarea de gestionar una renovación en la Celeste y Blanca con Luis Scola como único "sobreviviente" de la Generación Dorada.

La medalla de oro en los Panamericanos de Lima dio la pauta de que este nuevo grupo estaba dispuesto a dar pelea y que una segunda generación ganadora era posible.

Con ese impulso llegó Argentina al mundial de China y se fue haciendo camino al andar. Atravesó la fase de grupos a paso firme y a puro batacazo se metió en una final mundialista a 17 de años de aquella de Indianapolis.

Cuando parecía que sin Ginóbili, Nocioni, Oberto y compañía ya no habría más alegrías, aparecieron Campazzo, Laprovittola, Delia, Brussino, Garino y Deck para demostrarnos lo contrario.

Desde el banco, Sergio Santos Hernández lideró con lucidez a un grupo de talentosos e inconscientes. Sus sabias palabras sobre sus dirigidos quedarán flotando por mucho tiempo: no se disfruta porque se gana, se gana porque se disfruta”.