Fútbol argentino
29/03/2020 | 15:50 | La muerte de Julio Grondona generó el fenómeno del "grondonismo sin Grondona". El ridículo de 2015 derivó en la creación de la Superliga, que entabló una relación tensa con la entidad de Viamonte.
Mauricio Coccolo
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La nueva vieja AFA
La muerte de Julio Grondona provocó en el fútbol argentino un fenómeno difícil de imaginar: el grondonismo sin Grondona. El eterno presidente de la AFA murió el 30 de julio del 2014 y todo lo que vino después fue más de lo mismo: como en las épocas de Don Julio, pero sin Don Julio.
Luis Segura dejó de ser el vice de la AFA y se sentó en el sillón del histórico caudillo de Sarandí. La función le quedó enorme al exmandatario de Argentinos Juniors, que será tristemente recordado por revender entradas durante el Mundial de Brasil.
De la mano del cambio en la política nacional, Armando Pérez llegó a la calle Viamonte para encabezar una Comisión Normalizadora, que tendría como objetivo acomodar las cuentas en rojo de la AFA y llamar a elecciones. Las evaluaciones sobre la gestión de Pérez dependen de quién las haga: están los que opinan que ordenó los números y los que dicen que los empeoró.
Los desorientados dirigentes del fútbol argentino alcanzaron la cima del ridículo en diciembre del 2015. El resultado de las elecciones lo resume todo: 38 a 38. El famoso empate, aquel día en que votaron 75 asambleistas para elegir entre Tinelli y Segura, fue un papelón que dio la vuelta al mundo. Era triste pero real: los dirigentes de la AFA no servían ni para contar votos. Eso en el mejor de los casos y siendo bien pensados…
La salida del laberinto derivó en la creación, anunciada con bombos y platillos, de la Superliga Argentina de Fútbol, una entidad con autonomía, que trabajaría junto a la AFA para organizar el campeonato de Primera y prometía reglamentos claros, con sanciones muy duras para los que no cumplieran.
Mariano Elizondo, que no estaba vinculado con ningún club de fútbol, fue puesto al frente de la Superliga. Su gestión será recordada por cierto orden en la programación de los partidos y buenas intenciones para controlar las desprolijidades económicas, pero con poca rigurosidad para castigar. La gente tiene en la memoria la vaga idea de que a Huracán y San Lorenzo, por ejemplo, les quitaron y devolvieron puntos un montón de veces, pero nunca los sancionaron como correspondía.
Mientras el nuevo fútbol argentino seguía la línea que bajaba Mauricio Macri en la Superliga, paralelamente el viejo fútbol argentino se refugiaba en la AFA con Claudio Tapia y el Ascenso Unido a la cabeza. El hombre fuerte de Barracas Central, que muchos descubrieron por ser el yerno de Moyano, había juntado los avales para la fallida elección del 2015, en la que competiría con Tinelli, y llegaría a la presidencia de la AFA en el 2017, cuando fue el único candidato al que votaron 40 de los 43 asambleistas.
A tres años de la muerte de Grondona, la AFA empezaba una nueva era. Claudio Tapia, junto con Toviggino, presidente del Consejo Federal, reformaron todas las categorías del ascenso: cambiaron los nombres de los torneos, aumentaron y redujeron la cantidad de equipos y hasta modificaron algunos reglamentos en el medio de la competencia.
La convivencia entre la AFA y la Superliga, durante tres temporadas, estuvo atravesada por una relación tensa y distante, aunque pretendieran mostrarse en la misma sintonía. La lucha por el poder siempre marcó todas las decisiones y la ruptura definitiva llegó de la mano de quién menos se lo esperaba: Marcelo Tinelli.
En realidad, el final de la Superliga empezó cuando Fernández le ganó las elecciones a Macri. La política nacional cambió y el fútbol se movió en consecuencia. Tinelli, que ya fue compañero y rival de todos, volvió a ocupar el centro de la escena junto a Chiqui Tapia, el hombre que iba a ser su oponente en unas elecciones a las que el conducto televisivo nunca se presentó.
En el nuevo orden del fútbol argentino hay un claro ganador: Claudio Fabián Tapia. Después de resistir, refugiado, agazapado, esperó el momento oportuno y dio el zarpazo —yerno ‘e tigre— para desarmar la Superliga y devolver la Primera División a la órbita de la AFA.
En el reparto de los cargos se destacó la vuelta de River a la estructura afista con D’Onofrio ocupando una de las vicepresidencias. El presidente del millonario, que siempre se mostró como un opositor a Tapia, aceptó el convite y el tiempo dirá qué rol ocupa ahora.
Junto con D’Onofrio, en la misma línea, quedaron Hugo Moyano (de Independiente) y Jorge Amor Ameal (de Boca). Víctor Blanco (de Racing) será el secretario general, un puesto estratégico, mientras que Nicolás Russo (de Lanús) ocupará el rol de secretario ejecutivo. Resumiendo: los nombres más relevantes cayeron en los casilleros más importantes.
Por otro lado, Tinelli fue ungido como nuevo presidente de la Superliga en reemplazo de su exempleado Elizondo y será el encargado de sepultar la vieja estructura para plantar la semilla de lo que dicen llevará el nombre de Liga Profesional, aunque todavía nada de eso es oficial.
El poder de los clubes del interior está concentrado en dos hombres: Pablo Toviggino y Guillermo Raed. Los santiagueños pusieron al fútbol de su provincia en los primeros planos y con esa carta de presentación llegaron a la tesorería (Toviggino) y la vicepresidencia de AFA (Raed).
Como nuevo-viejo hombre fuerte del ascenso metropolitano quedó Marcelo Achile, el presidente de Defensores de Belgrano. Achile siempre supo tejer lazos con la política partidaria y no le tembló el pulso para sugerir una tabla general, que no existe, como opción en caso de que no pueda completarse la temporada en la Primera Nacional. El objetivo es muy claro: beneficiar a su club.
¿Y Talleres? ¿Y Belgrano? ¿Y la Gloria? ¿Y Estudiantes de Rio Cuarto? Más o menos lo de siempre: la ven pasar. De todas formas, hay que tener en cuenta que los clubes de Córdoba atraviesan realidades institucionales distintas. Mientras el Pirata espera para cambiar autoridades, Fassi controla todo en la T, pero quedó relegado en la nueva estructura afista porque muchos de la vieja guardia lo miran de reojo.
En ese sentido, Mario Leito, el presidente de Atlético Tucumán, que reconoció muchas coincidencias con Fassi, no tuvo ningún reparo en hacer público que al mandamás de Talleres le cuestionan su predilección por el modelo de sociedades anónimas en el fútbol.