Informes de La Previa
08/08/2020 | 13:40 | Chelsea y Manchester United se clasificaron a la próxima Champions League de la mano de técnicos jóvenes e inexpertos. Una tendencia que crece en Europa: ídolos que se retiran y saltan al banquillo.
Raúl Monti
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Manchester United y Chelsea apostaron por técnicos sin experiencia.
Nuevos vientos soplan en la Premier League, una de las ligas más competitivas del mundo. Las clasificaciones del Chelsea y el Manchester United a la próxima edición de la Champions son grandes ejemplos de un movimiento que viene ganando fuerza en el fútbol europeo: ídolos que se retiran como futbolistas y saltan al banquillo de los clubes en los que hicieron historia, con poca o nula experiencia previa.
Ole Solskjaer tenía 45 años cuando tomó las riendas del Manchester United. Frank Lampard recién había cumplido 41 cuando se convirtió en el entrenador del Chelsea. En ambos casos, sus éxitos dentro de la cancha superaban ampliamente lo que habían demostrado como técnicos, pero les confiaron la conducción de dos de los clubes más poderosos de Inglaterra. Con trayectos diferentes, ambas historias tuvieron un final feliz.
En diciembre de 2018, tras una consecución de malos resultados, José Mourinho fue despedido del Manchester United. La salida del portugués representaba un nuevo fracaso de la dirigencia, que acumulaba varios años de frustraciones. Luego de 27 temporadas bajo la conducción de Sir Alex Ferguson, nadie parecía capaz de ocupar su lugar.
La designación de Ole Solskjaer como técnico interino del club causó revuelo en la ciudad de Manchester, que desconfiaba de sus pergaminos. Un par de títulos en el fútbol de Noruega, su país natal, y un descenso con el Cardiff de la Premier League era todo lo que había en su currículum. Nadie negaba que era un hombre de la casa, pero eso no significaba que estuviera listo para tamaño desafío.
Lo que sí tenía Solskjaer era mística ganadora. Metió 126 goles en su etapa como futbolista del United, pero pasó a la historia por uno en particular. En la final de la Champions de 1999, el equipo inglés perdía contra Bayern Munich y lo empató a los 90 minutos. El milagro se consumó en el minuto 93, cuando el actual entrenador metió el agónico 2 a 1 y le dio a los suyos una de los títulos más emotivos de su historia.
Los críticos decían que solo otro milagro podría levantar al Manchester cuando Solskjaer se puso el buzo de DT, pero su ciclo tuvo un arranque demoledor. Ganó 8 partidos al hilo y la Premier lo eligió como el mejor técnico del mes, aún cuando era un interino. Los medios ingleses hablaban de la “resurrección” del equipo, y la dirigencia le propuso firmar un contrato por 3 temporadas.
La siguiente campaña fue muy distinta. El equipo tuvo un rendimiento flojo en las primeras fechas y quedó a dos puntos de los puestos de descenso. Todos los cuestionamientos a la inexperiencia del técnico volvieron a aparecer, y un gran sector de la prensa habló de un experimento fallido. Más allá de los resultados, al noruego le cuestionaban su perfil bajo y su falta de autoridad para controlar los egos del vestuario, pero Solskjaer nunca dejó de creer en su proyecto.
La tabla final le dio la razón. Manchester terminó tercero, puesto que solo había alcanzado una vez desde los tiempos de Ferguson. No solo pudo domar a las figuras del plantel, sino que recuperó a jugadores de la talla de Paul Pogba. Con la clasificación a Champions asegurada, declaró que los habían “crucificado antes de tiempo”, pero la alegría era mayor que sus ganas de revancha. Su mensaje final sobre el equipo lo pintó de cuerpo entero: “Uno puede percibir el ADN de Manchester United. Al menos, así es como lo siento yo”.
El camino de Frank Lampard al banco de suplentes del Chelsea fue aún más breve que el de su colega del United. Lampard jugó más de 600 partidos en el equipo londinense, donde ganó la Champions League, y firmó su contrato como técnico apenas dos años después de su retiro. Solo había dirigido una temporada en el ascenso, pero esa campaña y su apellido bastaron para convencer a los directivos.
El club que le dio la primera oportunidad como entrenador fue el Derby County, de la segunda división inglesa. Su condición de novato no lo afectó en lo más mínimo, y no le tembló el pulso para denunciar que Marcelo Bielsa había enviado espías a los entrenamientos de su equipo. Formó un equipo sólido que llegó a la final de los playoff por el ascenso, pero fue derrotado por el Aston Villa.
El nivel de su equipo en esa temporada, sumado a su larga historia en Chelsea, le alcanzaron para dar el salto a la Premier League. Cuando Lampard llegó a la institución, el club tenía una sanción de FIFA que le impedía traer refuerzos y la figura del plantel, Eden Hazard, se había ido al Real Madrid. Afrontó el desafío con la actitud que lo había caracterizado dentro de la cancha, y salió vencedor.
No solo alcanzó el cuarto puesto de la tabla en su temporada debut en primera división, sino que su equipo realizó una gran campaña en la FA Cup y él es candidato a llevarse el premio al mejor entrenador del año en Inglaterra. Todos estos méritos toman un valor especial cuando se tiene en cuenta que pasaron apenas 3 años desde que colgó los botines y 2 desde que empezó a dirigir.
Ole Solskjaer y Frank Lampard son dos casos exitosos de una tendencia que se repite con cada vez más frecuencia en los grandes clubes de Europa: dirigencias que valoran las glorias obtenidas como futbolista y la identificación con la camiseta por sobre los méritos demostrados como entrenadores en otros equipos.
La apuesta puede fallar, como les pasó a Gennaro Gattuso en Milan y a Thierry Henry en Mónaco. Pero cuando sale bien, como en el caso de Zinedine Zidane en el Real Madrid, las victorias cobran un gustito especial, porque las consiguió un hombre de la casa. Así las sienten y celebran Manchester United y Chelsea, que disfrutan los logros de sus ídolos de siempre, pero con renovado hambre de gloria.
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