Grandes del Deporte
07/08/2021 | 15:25 | La selección argentina de hockey femenino logró su primera hazaña en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. La obtención de la medalla de plata marcó un hito en el deporte nacional. Nuestro homenaje.
Jorge Parodi
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Las Leonas a 20 años del primer rugido
Las leyendas, como los cuentos de hadas, siempre tienen un día, una fecha cierta, un momento o una circunstancia que nos invitan a comenzar el relato diciendo que: Había una vez…
Esos mismos cuentos de hadas, a veces no tienen un final, ni un colorín colorado, solo porque en el presente los herederos de aquellas historias permiten que las leyendas sigan vigentes, que no sea el final de nada, simplemente porque la leyenda continúa.
Las Leonas nacieron un 24 de septiembre en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, donde el hockey de Argentina logró su primera medalla de plata.
En las lejanas tierras australianas surgió el mito y comenzó a escribirse la leyenda que protagonizó un grupo de jugadoras que cambiaron la historia del hockey en particular y del deporte femenino en general, de todo un país.
Aquel equipo que dirigió magistralmente Sergio “Cachito” Vigil, donde brillaron “Lucha” Aymar, Vanina Onetto, Cecilia Rognoni, Madgalena Aicega, Karina Massota, Ines Arrondo y “Mechi” Margalot, entre otras.
En ese grupo de jugadoras inolvidables, que mostró las garras en la tierra de los canguros, la más joven del plantel era una tal Agustina Soledad García, “La Sole” para los cordobeses.
Con apenas 19 años, Soledad García deslumbró al mundo del hockey por su desfachatez, su habilidad y su frescura.
La morocha con ADN cordobés, empezaba a mostrar sus credenciales con sus trencitas al viento, una vistosa vincha blanca y un corazón a la altura de semejante hazaña deportiva.
Fui testigo privilegiado en el coqueto Centro de Hockey del Sydney Olympic Park, de una apilada inolvidable de Soledad ante China, que significó el 2 a 1, que le permitió a Las Leonas enfrentar a Nueva Zelanda por una medalla.
Su garganta juvenil explotó con un grito de gol emocionado, hasta que sus solidarias compañeras de aventuras, cargadas de asombro, volaron sobre su humanidad para abrazarla, para celebrar la travesura de la más cachorra de las Leonas.
En los Juegos de Sídney 2000, en la primera ronda, dos victorias y la misma cantidad de derrotas colocaron al equipo en la segunda posición de su grupo.
Un error en la comprensión del reglamento modificó drásticamente el panorama.
De repente, el seleccionado argentino de hockey femenino necesitaba ganar los cuatro partidos de la Etapa Final para pelear por el Oro.
Seis equipos jugaban todos contra todos para ver quién se quedaba con la medalla dorada. Lejos del nivel de Holanda y Australia, Argentina apuntaba al bronce, más aún después de la derrota ante España.
El 24 de septiembre del año 2000, fue el primer encuentro de la ronda definitoria con el partido ante la poderosa Holanda.
Las jugadoras argentinas salieron a la cancha con la camiseta habitual, pero a la altura del pecho tenían un pequeño dibujo. Desde la tribuna de prensa me costaba vislumbrar qué era ese detalle amarillo que brillaba.
Con goles de Luciana Aymar y un doblete de Soledad García, la selección albiceleste logró un triunfo impensado por tres a uno.
El dibujo, ese pequeño distintivo de la camiseta que se volvería seudónimo, era una Leona. La pata izquierda hacia adelante pisando una bocha con las garras, la cola con forma de palo de hockey y una cara temible.
Se estrenó en aquel mediodía australiano y al día de hoy es una obligación en el diseño de la camiseta de Las Leonas.
Fue Inés Arrondo, la experimentada delantera de aquel equipo, quien se encargó de dibujarlo. Tuvo la ayuda de la cuñada del entrenador “Cachito” Vigil, para los últimos detalles.
La denominación de Leonas se tomó como un ejemplo de grupo, de fortaleza y de superación ante situaciones adversas.
Luego del triunfo sobre Holanda, llegó China. Nuevamente “la Sole” (con ese golazo que contamos antes) y “Lucha” le dieron el triunfo a la Argentina (2-1).
Solo faltaba una victoria contra Nueva Zelanda para clasificarse a la final. Golearon 7-1 y nacieron Las Leonas.
Ese grupo de chicas con corazones de acero, pese a perder la final contra Australia por 3 a 1, festejó junto a todo un país deportivo el logro de una medalla plateada con sabor a hazaña.
El nacimiento de las Leonas, aquel distintivo que diseñó Inés Arrondo y se clavó en el corazón.
A partir de allí la repercusión mediática, la admiración de miles de chicas que empezaron a jugar al hockey.
Las Leonas fueron al hockey lo que Vilas al tenis. Tuvieron un efecto multiplicador y de imitación.
Las chicas comenzaron a soñar con ser Leonas, querían ser como “la Sole”, como “Lucha”, como Karina Masotta. Veinte años después, se repite la historia y palo en mano miles de pibas sueñan con ser como Juli Jankunas o Delfi Merino.
Hasta ese año 2000 no había en la Argentina un equipo femenino con el cual identificarse. Sólo Gabriela Sabatini se distinguía como mujer en la élite. Las medallas de Nora Vega o Andrea González en el patín no llegaban hasta los Olímpicos. Además, las "chicas del hockey" mostraban belleza, carisma, desparpajo ante las cámaras y un profundo sentimiento de pertenencia a la camiseta nacional. Futboleras a pleno, se identificaban con Maradona. Este vínculo con el fútbol también atrajo a los varones, que no sólo se sentaban frente al televisor para ver "lindas minas".
En ese año 2000 Las Leonas fueron Olimpia de Oro del deporte argentino y Soledad García, además, ganó el Rombo de Oro que galardona al mejor deportista cordobés del año.
Después de aquel logro, llegaron 3 medallas olímpicas más (una de plata y dos de bronce), dos campeonatos mundiales (Perth 2002 y Rosario 2010) infinidad de medallas Panamericanas, innumerables logros individuales para Luciana Aymar, quien es considerada la mejor jugadora de hockey de la historia.
Actualmente y desde aquella hazaña en Sídney 2000, Argentina es considerada una potencia del hockey femenino mundial.
Esta historia tiene un momento, una circunstancia, un día, una fecha que nos permite decir que “había una vez, hace 20 años en la lejana Australia, cerca del Opera House…”.
Pero en esta leyenda, en este cuento de hadas, no hay lobos, ni Caperucitas, sólo Leonas que nacieron y crecieron superando la adversidad.
Tampoco hay un colorín colorado, porque este cuento NO ha terminado.
Las herederas de hoy de aquella historia, las protagonistas del cuento en la era digital, 20 años después de aquel primer rugido, nos permiten afirmar que felizmente, aquella leyenda de Las Leonas continúa.
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