Perfiles de La Previa
28/06/2020 | 13:24 | El delantero argentino de 25 años disfruta en el Sevilla del mejor momento de su carrera. Debutó con River en el Nacional B y ahora sueña con estar en el Mundial de Qatar 2022. Conocé su historia.
Raúl Monti
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El quilmeño Lucas Ocampos disfruta de su mejor momento en el Sevilla F.C.
Es una de las revelaciones del campeonato en España, está entre los máximos artilleros de La Liga y metió el primer gol del torneo tras el parate por la pandemia, pero está muy lejos de ser una estrella. Aunque ningún pibe vaya por la calle usando su camiseta o tenga su póster pegado en la pared de la habitación, todo eso podría cambiar en los próximos años.
Lucas Ocampos disfruta en Sevilla del mejor momento de su carrera, y ahora que su nombre está en la carpeta de clubes como el Real Madrid, volvió a estar en la cresta de la ola. Su explosión futbolística se hizo desear pero su nivel más reciente sorprendió a todo Europa, y ahora se ilusiona con ser uno de los referentes del proyecto de Lionel Scaloni para la Selección Argentina del futuro.
Lucas Ariel Ocampos nació en pleno Mundial de Estados Unidos, el 11 de julio de 1994, un par de semanas después del dóping positivo de Maradona. Hijo de un albañil y una ama de casa, es el menor de cuatro hermanos y vivió una infancia humilde en el partido bonaerense de Quilmes.
Se obsesionó con la pelota desde que era un chico y no rechazaba jamás una invitación a jugar un picadito, sin importar si era en una cancha de baby o un baldío de la zona. Al café con leche y tostadas del desayuno le sumaba siempre que podía una dosis de Premier League, y se levantaba temprano los fines de semana para mirar por la tele los partidos del Manchester United y Cristiano Ronaldo, su gran ídolo en la niñez.
Estaba tan loco con el fútbol que cuando tenía 8 años lo llevaron a una prueba en Quilmes, para ver si tenía condiciones. Como no supo responder de qué jugaba, ya que hasta entonces lo había hecho sólo por el placer de jugar, lo mandaron al único lugar vacante en la formación, el lateral derecho.
El experimento salió bien: Lucas quedó en las inferiores del “Cervecero” como defensor y jugó de “4” por un par de años, hasta que un entrenador lo probó en la mitad de la cancha. No pasó mucho tiempo para que sus inexploradas dotes ofensivas comenzaran a notarse, y terminó consolidándose como un centrodelantero ágil y goleador.
Inició su camino en las divisiones menores de la Selección y se destacó en la categoría sub-17, bajo las órdenes de Oscar Garré. “El Mago” notó que Ocampos funcionaba mejor cuando tenía más espacios para moverse y lo convirtió en un extremo, aunque el cambio de posición no le gustó nada al entorno del atacante. Lucas expresó su descontento con la situación, pero la charla (revelada años más tarde por Garré) no salió como él quería:
- Mi papá y mi representante dicen que voy a andar mejor de 9.
- Ah, está muy bien. Y decime, ¿de qué trabaja tu papá?
- Es albañil.
- Bueno, entonces andá y decile que se dedique a hacer bien las casas. Y a tu representante, que te cuide la plata. Deciles que de dirigir me encargo yo.
El tiempo le dio la razón al entrenador. Ocampos la rompió jugando por la banda y River, el club del que era hincha, lo compró por su desempeño con la casaca albiceleste. Lucas estaba eufórico, pero su ilusión sufrió un golpe demoledor el 26 de junio de 2011, cuando el Belgrano del “Ruso” Zielinski condenó al “Millonario” al abismo del Nacional B.
Su historia con “la Banda” no arrancó de la mejor manera, pero el difícil escenario terminó jugando a su favor. Con el club sumido en una crisis institucional, los juveniles tendrían más oportunidades. Matías Almeyda lo descubrió en un partido de la Reserva, y sintió que había encontrado una flor en el medio del desierto.
“El Pelado” apostó por él desde el principio y lo puso de titular en el primer partido del campeonato. Ocampos debutó con 17 años en el torneo más complicado en la historia del club, pero Almeyda dijo que era “el futuro de River” y Daniel Passarella estaba encantado con la proyección de su nueva joyita.
Metió su primer gol en un partido contra Independiente Rivadavia en Mendoza, bajo la atenta mirada de su papá en las tribunas, y sintió que el sueño empezaba a tomar forma. Unos meses más tarde fue un espectador de lujo en los goles de Trezeguet a Almirante Brown y celebró como un fanático más el ansiado retorno a Primera División.
Fue una pieza importante en el camino del “Millonario” para salir de las malas, pero no pudo quedarse en las buenas. El club necesitaba ingresos y Passarella aceptó gustoso los 6 millones de euros que le ofreció Mónaco por los servicios del delantero, que partió al Viejo Continente con apenas 18 años.
La adaptación le costó muchísimo. No hablaba el idioma, no conocía a nadie y el estilo de vida de uno de los países más ricos del mundo era un desafío extra para un adolescente que un par de años atrás estaba terminando la secundaria y vivía en Quilmes. Aún así, aprovechó las oportunidades que le dieron en su primera temporada y celebró el ascenso a la Ligue One con su nuevo club, en el que se quedó hasta finales del 2014.
Fue cedido al Olympique de Marsella, donde conoció a Marcelo Bielsa en su máxima expresión. El “Loco” no le dirigió la palabra en ningún momento durante su primera semana en el club y le habló recién en el entretiempo de su partido debut, para decirle que calentara porque iba a jugar la segunda mitad.
Ocampos entró en el complemento, metió el gol del empate y le dedicó el festejo a su mujer que estaba embarazada. Era el inicio soñado hasta que Bielsa hizo “la gran Guglielminpietro” y lo sacó de la cancha unos minutos más tarde, tras la expulsión de un compañero. El técnico rosarino se fue del club unos meses después y el delantero nunca terminó de acomodarse en la plantilla.
Olympique lo mandó a préstamo al Genoa italiano en el 2016, donde jugó apenas un semestre. En la segunda mitad de la temporada se fue al Milan, pero no pudo encontrarse con el arco. Volvió a Marsella frustrado por su paso en la Serie A y tuvo que empezar de nuevo en el fútbol francés.
Encaró su segunda etapa en el club con una madurez distinta, y poco a poco se ganó su lugar en la consideración del técnico y de los hinchas. Jugó más de 90 partidos entre sus dos últimas temporadas y su renovado nivel de juego le valió una oportunidad en una de las ligas más prestigiosas del planeta.
Llegó al Sevilla a mediados de 2019 y firmó un contrato por cuatro temporadas, lo que le permitió trabajar con la tranquilidad de que los directivos confiaban en él. Inició su travesía en España con el pie derecho y enamoró rápidamente a la afición sevillista con 13 goles y 4 asistencias en sus primeros 30 partidos.
El brillante fútbol que desplegó en el césped del Sánchez-Pizjuán no pasó desapercibido para Lionel Scaloni, técnico de la Selección Mayor, quien le permitió cumplir uno de sus grandes sueños. Lucas devolvió el gesto con dos tantos en sus dos primeros partidos, y se metió a Scaloni en el bolsillo.
Cerró el 2019 con una gran actuación en la victoria argentina contra Brasil y recibió la bendición de Lionel Messi, que calificó de “extraordinaria” su aparición en el conjunto nacional. El parate por la pandemia no pudo frenar su buena racha y marcó el primer gol del fútbol español tras 93 días sin fútbol, justamente en un derbi contra Betis.
Encontró su mejor nivel después de varios años agridulces en el fútbol europeo y sueña con volver a River en algún punto de su carrera, pero hoy solo tiene un objetivo en mente. Con la Copa América y el Mundial de Qatar a la vuelta de la esquina, quiere asegurarse de que su apellido aparezca en la lista de Lionel Scaloni, y eligió un método muy claro para convencerlo: Lucas Ocampos reclama su lugar en la Selección Argentina a fuerza de goles.
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