Perfiles de La Previa
23/05/2020 | 13:00 | El volante de Juventus está cada más cerca de convertirse en refuerzo del equipo catalán. Su familia huyó de la guerra en Bosnia cuando era un niño y hoy es una figura mundial. Escuchá su historia.
Raúl Monti
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Pjanic, la belleza de lo simple que enamoró al Barcelona (Por Raúl Monti)
Hace poco tiempo declaró que no le importaba tirar lujos ni humillar a sus rivales: “Estoy más fascinado por la simplicidad del juego, lo que hace que este deporte sea tan hermoso. Las cosas más simples son a menudo las más difíciles”. Miralem Pjanic lleva varios años siendo uno de los mejores volantes del mundo, y su forma de pensar el fútbol lo puso en la mira de los gigantes de Europa.
El mediocampista de Juventus analizó las ofertas que le pusieron sobre la mesa, se decantó por lo que le pedía el corazón y dejó de lado chances más beneficiosas para su bolsillo. El bosnio terminó con las especulaciones del particular “mercado de pases de cuarentena” y dijo que su objetivo es jugar con Lionel Messi y defender los colores del Barcelona.
A sus 30 años, Pjanic no quiere pasar ni una temporada más sin desplegar su talento en el Camp Nou, hogar por excelencia del “buen fútbol” en la última década. Compartir plantel con Messi y luchar junto a él por la conquista del Viejo Continente es un escenario soñado para un hombre que inició su camino en un contexto de mucha oscuridad.
Sus padres eran muy jóvenes cuando Miralem Pjanic llegó al mundo, el 2 de abril de 1990, en Bosnia. Tenían apenas 20 años y estaban encantados con la llegada del bebé, pero temían por lo que pasaba a su alrededor, en un país revolucionado a nivel social y político, que se volvía más peligroso con el correr de las semanas.
Su papá era un joven futbolista en ascenso que viajaba mucho gracias a su profesión, y el ánimo que percibía en las calles no le gustaba para nada. Decidió sacrificar su carrera por el bienestar de su familia y le pidió a los dirigentes de su equipo que lo dejaran libre, para poder irse del país junto a su mujer y su hijo recién nacido.
Las autoridades del club rechazaron su pedido en dos oportunidades, por lo que su esposa se hartó de la situación y se metió en la oficina de los directivos para rogarles ese favor. El pequeño Pjanic, que estaba en brazos de su mamá, se puso a llorar desconsoladamente y ablandó el corazón de todos.
En ese momento, los responsables del equipo se sintieron tan mal que cedieron por las lágrimas de ese niño, que terminaron marcando su destino. La familia llegó a casa, tomó sus pertenencias y abandonó Bosnia justo antes del comienzo de una sangrienta guerra con los demás países de la agonizante Yugoslavia.
Los Pjanic llegaron a Luxemburgo con un nene de dos años, un par de valijas, una mano atrás y otra adelante. Sin siquiera hablar el idioma local, agradecieron que al menos estaban seguros y tomaron todos los trabajos que podían para establecerse rápido y darle una buena vida a su pequeño hijo.
Su papá lo llevó a un club de la zona cuando tenía 6 años y disfrutó mucho al ver que el niño había heredado su buen pie y la pasión por el juego. Luxemburgo le quedó chico demasiado rápido, y Pjanic tuvo que irse de casa con solo 13 años para continuar su aventura futbolera en tierras más adecuadas a su nivel.
Llegó a Francia para sumarse a las inferiores del FC Metz, donde pulió su talento hasta convertirse en la gran figura de su división. Debutó en primera en el 2007 en un partido contra el Paris Saint Germain y tuvo una gran primera temporada como profesional, en la que se destacó en un equipo que peleaba por la permanencia.
El Metz se fue al descenso y perdió a su gran figura, que se fue al Olympique de Lyon como una de las promesas de la Ligue One. La máxima estrella del equipo, Juninho Pernambucano, lo adoptó como su heredero y le reveló los secretos del mediocampo.
El crack brasileño ayudó a Pjanic a desarrollar una técnica muy precisa en la ejecución de tiros libres, lo que le dio muchas satisfacciones a lo largo de su carrera. Cuando Juninho se fue, el bosnio se adueñó de su camiseta, la número 8, y se convirtió en el líder del Lyon.
Se recibió de estrella en el club francés en el 2010 con un golazo al Real Madrid en el Santiago Bernabéu, y llamó la atención de los pesos pesados de Europa. Finalmente, la Roma se hizo con los servicios de ese mediocampista elegante, que era el amo y señor de la pelota.
La capital italiana lo recibió con los brazos abiertos y él contó con la aprobación temprana de su ciudadano más importante. Francesco Totti, capitán e indiscutido rey de Roma, estaba encantado con su nuevo compañero y lo apodó “El Principito”.
Pjanic mostró lo mejor de su fútbol en la Serie A y se adaptó a la perfección al roce de una de las ligas más competitivas del continente. No era el más rápido, fuerte o carismático, pero tenía un guante en el pie derecho que le valió el cariño unánime de los hinchas.
Se consolidó como una figura en Roma y vivió una de las experiencias más gratificantes de su vida en el 2014, cuando llevó a la selección de Bosnia a su primera Copa del Mundo. Debutó en la máxima competición con una derrota por 2 a 1 frente a Argentina, cuando le tocó ver de cerca a Lionel Messi en acción.
Bosnia quedó afuera en primera ronda, pero él se dio el gustito de meter un gol en el último partido de la fase de grupos, ante Irán. El grito no alcanzó para clasificar a su equipo, pero fue un regalo hacia la gente de su sufrida tierra natal, que había abandonado con apenas dos años cuando su familia huyó de la guerra.
La aventura mundialista terminó rápido y Pjanic volvió a la Roma por un par de temporadas, pero estaba ansioso por cambiar de aires. Sonó en Barcelona, Madrid y París, pero eligió Turín para continuar su carrera y empezar a ganar títulos de una buena vez.
Juventus le permitió conseguir campeonatos a piacere, aunque sufrió una dura derrota en la final de la Champions League del 2017 contra el Real Madrid. Aún así, dio seis vueltas olímpicas en 3 años con la camiseta albinegra, y comenzó a llenar sus vitrinas.
Jugar en la “Juve” le otorgó reconocimiento a nivel mundial, pero el bosnio no se dejó influenciar por su nueva realidad como figura internacional. Mientras Cristiano Ronaldo se lleva toda la atención, él maneja los hilos del equipo desde el centro del campo, como un director de orquesta, y ahora lo conocen como “El Pianista”.
La pandemia sacudió la economía de los clubes en todo el mundo, pero parece que en Barcelona los números que más preocupan son los 5 años de frustraciones que acumula en la Champions. El club catalán está decidido a volver a reinar en Europa, y la llegada del bosnio se convirtió en una verdadera obsesión.
La dirigencia culé hizo público su deseo de traerlo, pero la opinión de los hinchas con respecto a su posible adquisición está dividida. Mientras que nadie niega su talento y capacidad a la hora de crear juego, muchos no comparten la decisión de traer a un futbolista de 30 años que podría tapar el surgimiento de jóvenes promesas.
El volante de Juventus ya hizo su parte de la negociación y dejó en claro que quiere convertirse en blaugrana cuando se reanude la actividad. Si la conversación llega al destino deseado por ambas partes, el Camp Nou verá a un futbolista soberbio, pero que rara vez los hará levantarse del asiento por alguna jugada excepcional: Miralem Pjanic prioriza la belleza de lo simple, que enamoró al Barcelona.
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