Perfiles de La Previa
21/11/2020 | 13:47 | Surgió como la gran estrella del "Rojo" desde la reanudación del fútbol en el país, en un periodo complejo para el club, con su entrenador a prueba y la obligación histórica de pelear un campeonato.
Raúl Monti
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Sebastián Sosa, un león en el arco de Independiente
Antes de atajar el agónico penal contra Colón, que lo consolidó como la figura de Independiente en lo que va del campeonato, Sebastián Sosa no paraba de saltar, de hablar y de mover los brazos sobre la línea de cal. Aunque en este caso su intención era distraer al pateador, el uruguayo admitió en más de una oportunidad que esa intensidad lo acompaña las 24 horas del día, desde que tiene memoria.
Cuando era chico, sufría como loco cada vez que su amado Peñarol ingresaba al campo de juego. Sebastián seguía todos los partidos por una vieja radio que había en su casa en Montevideo, y el resultado de los encuentros determinaba su humor por el resto de la semana. En paralelo a su fanatismo por el “Manya”, se fue enamorando de la radio, y era común encontrarlo encerrado en el baño, relatando partidos imaginarios frente al espejo, porque la acústica de la habitación hacía que su voz se escuchara más fuerte.
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No tuvo que esperar mucho tiempo para que todas esas “increíbles atajadas de Sebastián Sosa” que inventaba en sus relatos se hicieran realidad. Debutó en Peñarol en el 2006, cuando tenía 20 años, e inició un exitoso camino como profesional, siendo campeón en Uruguay, Boca y Vélez. Su primera gran alegría llegó cuatro temporadas más tarde, en el 2010, cuando el “aurinegro” se quedó con el torneo local y él se ganó el premio al mejor arquero de la temporada.
Llegó al “Xeneize” en el 2011 tras ser subcampeón de la Libertadores con Peñarol, pero no le dieron muchas oportunidades para ganarse el puesto. Mientras que Agustín Orión era el elegido de Falcioni para los partidos más importantes, Sosa tuvo que conformarse con los duelos de Copa Argentina. No era lo que quería, pero dejó el alma en cada ronda y fue importante para que el equipo se quedara con el trofeo en la final ante Racing.
En el 2012, cuando ya estaba harto de seguir la campaña de Boca desde el banco de suplentes, tuvo su oportunidad en el duelo más importante del año. En la final de vuelta de la Libertadores contra Corinthians, en Brasil, tuvo que entrar a los 32 minutos de partido por una lesión de Orión. A pesar de que estaba muy ilusionado, terminó viviendo otra noche de amargura: sufrió en carne propia los dos goles de Emerson y cortó de golpe su relación con el club de La Ribera.
Tenía arreglada de palabra su continuidad en Boca, pero cambió de idea tras esa dura derrota y firmó contrato con Vélez dos semanas más tarde. La desprolijidad de su salida no le salió gratis, ya que Ricardo Gareca, técnico del “Fortín”, sentía que ponerlo en la cancha era una traición contra Falcioni. El “Tigre” le explicó a Sosa que no lo tendría en cuenta por una cuestión de códigos hacia su amigo, y el arquero pasó días muy difíciles.
Sebastián ha confesado que si pudiera cambiar algo de su personalidad, sería mucho menos ansioso de lo que es. Se siente incapaz de controlar sus expectativas y las esperas le hacen mal, pero con Gareca no le quedó otra opción. Cuando el “Tigre” aflojó con su postura y Sosa volvió a ponerse los guantes, todas las alegrías le llegaron de golpe: consiguió tres títulos en tres años en Vélez, y dejó un grato recuerdo en Liniers.
Luego de consagrarse con la “V” azulada en el pecho, Sosa continuó su carrera en el fútbol mexicano. Entre 2015 y 2020 defendió los colores del Pachuca y Monarcas Morelia, lejos de los reflectores y el protagonismo que había tenido en años anteriores. Más allá de una temporada a préstamo en Rosario Central, el uruguayo se había salido del radar de los futboleros argentinos, hasta que recibió el llamado de Lucas Pusineri.
Los hinchas de Independiente tuvieron que revisar las fotos un par de veces antes de convencerse a sí mismos de que el refuerzo que había llegado era el mismo arquero que habían visto en Boca, Vélez y Central. Sosa volvió al país con una apariencia radicalmente distinta a la que se recordaba de él, completamente pelado, casi sin cejas y con un imponente tatuaje de un león en la parte posterior de su cabeza. El pelo se le cayó cuando se contagió de COVID, pero Sebastián minimizó el enorme dibujo en su piel, asegurando que era simplemente “un cambio de peinado”. Por algo dicen que todos los arqueros están un poco locos…
Con o sin tatuajes, el uruguayo se encargó de dejar su imagen en un segundo plano desde el momento en el que saltó a la cancha. En un período complejo para el club, con su entrenador a prueba y la obligación histórica de pelear un campeonato, el arquero surgió como la gran estrella del “Rojo” desde la reanudación del fútbol en el país. Al final, Sebastián Sosa tuvo razón al elegir el tatuaje de su cabeza: en los últimos partidos fue un verdadero león en el arco de Independiente.
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