La quinta pata del gato
18/02/2022 | 11:17 |
Adrián Simioni
Arde Corrientes. Siete por ciento de la superficie de la provincia está quemada. Las pérdidas económicas son incalculables. La desolación también. Y la sensación de abandono es plena: "Si Argentina entra en guerra, Corrientes la va ayudar", dice el viejo dicho, con una pizca de ironía. Bueno: la sensación es de que no funciona ida y vuelta.
¿Por qué esa sensación? Córdoba envió bomberos, aviones hidrantes. Otras provincias también. Algo también la Nación.
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Sin embargo, las redes sociales, el humor social, arde como Corrientes, pero con el fuego de la indignación. La cosa es con Alberto Fernández, con el jefe de Gabinete, Juan Manzur, y con Juan Cabandié, el holograma que puso Cristina Fernández en el Ministerio de Ambiente. Lo de Cabandié no sorprende. Nadie se explica por qué todavía no lo echaron del Gabinete.
Lo sorprendente es lo de Alberto Fernández, que también ha sido incapaz de llegarse, de sobrevolar la devastación, de mandar un mensajito. Nadie espera que un presidente apague un fuego. Pero el propio Fernández justificó su viaje a Barbados la semana pasada diciendo que había ido porque el Caribe "la está pasando mal" por el cambio climático. Se ve que para Fernández los correntinos la están pasando bomba, porque no les dedicó ni un saludito. Hasta ahora.
Lo que se quemó en Corrientes equivale a un Gran Buenos Aires y medio. Completo. Es decir, una vez y media la Capital Federal y los 20 y pico partidos bonaerenses que la rodean. ¿Alguien puede imaginar lo que estaría haciendo Alberto Fernández si se estuviera quemando, sin víctimas mortales, cuatro manzanas enteras de La Matanza?
Lejos de eso el presidente se fue a pasar un día de playa, a revolcarse en la arena intentando atajar un penal, rodeado de aplaudidores. No atajó el penal. Por cierto no atajó el fuego de Corrientes. Y mucho menos atajó el fuego de la bronca.
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Es notable la pérdida de tacto de Alberto, aunque sea para preservar el prestigio de un presidente, su propia imagen política. Prometió ser el más federal de los presidentes. Pero es el presidente del Gran Buenos Aires. No de los intranjeros, de los argentinos que, como los correntinos, vivimos como extranjeros en el interior del país colonial.
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