La quinta pata del gato
07/03/2022 | 11:28 |
Adrián Simioni
Audios
Alberto ofendiendo en lugares
Alberto Fernández no puede parar de hablar. Y de meter la pata. No decepciona casi nunca.
Ayer, por ejemplo, en un encuentro de mujeres que son concejalas e intendentas, y que estuvo marcado por los discursos feministas y en favor de la diversidad de género, el presidente, cómo no, se proclamó un campeón de la inclusión.
Dijo: "Tenemos que terminar con esta idea de que vamos a segregar a este porque es homosexual, a aquella porque es lesbiana, al otro porque es transexual... ¡Qué me importa la sexualidad de la gente! Perdónenme por lo que voy a decir, pero he conocido mucho más canallas heterosexuales que canallas homosexuales".
La verdad, la última frase es inexplicable. Primero, no "cierra" lógicamente con lo que venía diciendo Alberto: si no le importa la sexualidad (en realidad, se refería a la orientación sexual, pero esas sutilezas lo superan al presidente), entonces no se entiende por qué anda contando canallas de una y otra orientación.
Pero lo que el Presidente dice tampoco cierra con lo que hace. Un mes atrás se atragantó con una media cuando fue a arrodillarse frente a Vladimir Putin, quien encabeza, precisamente, uno de los regímenes más homófobos del planeta. Fernández exhibió su admiración por Putin, quien hasta octubre decía, por ejemplo, que los derechos de las minorías sexuales son "perturbaciones socioculturales de occidente". En abril del año pasado reformó la Constitución y prohibió expresamente los matrimonios entre personas del mismo sexo. A Alberto no le importa la orientación sexual de las personas. Pero tampoco le importa si Putin aplasta esos derechos.
Nos tiene acostumbrado el Presidente. Le dice una cosa a un grupo. Y otra cosa a otro. O incluso al mismo grupo le dice una cosa en un momento y la contraria un tiempito después. Lo difícil es saber por qué lo hace: si es por una necesidad afectiva -una pulsión por ser aceptado incluso a costa de desaparecer él mismo, porque finalmente no sabemos nunca quién es realmente él- o una necesidad política, como cada vez que dice, calcado, lo que Cristina Fernández quiere escuchar.
El presidente tiene un problema. Y es que lo hace muy mal. No tiene la astucia discursiva ni la inteligencia sutil necesaria para moverse en esas arenas movedizas. Como le pasó ayer, que en una sola frase empezó declarándose protector de la diversidad y terminó, sin frenos, ofendiendo de arriba a los heterosexuales, que, según el presidente son más canallas que el resto de los humanos. Decí que Putin está ocupado en Ucrania, que si lo llega a agarrar lo manda derecho a Siberia.
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