Alberto quiere bajar la inflación con magia

El presidente Alberto Fernández se refirió ayer al uso de criptomonedas. Y, aunque dejó claro que no es un experto en el tema, no se privó decir que estas monedas virtuales emitidas por privados fuera del alcance de cualquier gobierno, tienen la ventaja de "anular el efecto inflacionario".

La frase dejó sin palabras a los economistas y especialistas, que no saben por dónde empezar a explicar tanta pobreza conceptual. "Alberto es océano de sabiduría... de un centímetro de profundidad", dijo uno de ellos.

Intentemos imaginar que el gobierno de Fernández acepta el uso de una criptomoneda. Pongamos por caso Bitcoin. Efectivamente, la inflación, medida en Bitcoin, bajaría. Los precios serían inestables porque las criptomonedas tienen valores muy fluctuantes, que suben y bajan abruptamente. Pero no habría una suba constante de todos los precios, como viene sucediendo en Argentina desde hace 15 años.

O sea que Fernández podría tener razón. El uso de una criptomoneda como Bitcoin podría bajar la inflación, medida en los propios Bitcoin.

Ahora, ¿por qué sucedería eso? Bueno, sencillamente porque el gobierno argentino no puede emitir Bitcoin, como hace con los pesos. Por lo tanto, no puede generar una sobreoferta de Bitcoin, como pasa con los pesos. Y no puede devaluar el Bitcoin, como pasa con los pesos.

En el fondo, lo que sugiere Alberto es similar a lo que sucedería si la Argentina dolarizara su economía. Y la razón sería la misma: la inflación en dólares sería baja porque el Banco Central argentino no puede emitir dólares, sino pesos.

Ahora, para pagar los gastos del Estado en dólares o Bitcoin, Fernández tendría que bajar el gasto del Estado para poder pagarlo con lo que pueda recaudar en impuestos o lo que le puedan prestar. Porque no puede emitir ni Bitcoin ni dólares.

En definitiva, el presidente tiene razón. La inflación ahí podría bajar. Pero resulta que lo mismo pasaría si, en lugar de hacer tanto lío, siguiéramos usando el peso pero Fernández bajara el gasto y, por lo tanto, no tuviera que seguir emitiendo pesos a lo pavote.

Ahora, si Fernández está pensando en que la Argentina lance una criptomoneda (nadie sabe cómo lo podría hacer) o una moneda digital (que es virtual pero no una criptomoneda) para emitir a lo tonto igual que como emite pesos, la inflación en esas monedas no pararía. Sería exactamente la misma que con los pesos.

En definitiva, la solidez de una moneda no está definida porque sea electrónica, de papel o cualquier otro sostén. Está definida por la confianza de quienes la usan en que el emisor no lo va estafar emitiendo moneda de más sin valor.

Si no, Alberto puede fijarse en lo que le pasa a su amigo Nicolás Maduro, otro fanático de las criptomonedas. Hace ya tres años el autócrata venezolano lanzó el Petro, una rara moneda digital supuestamente respaldada en barriles de petróleo. Ha sido uno de los pocos países en hacerlo. Y no le sirvió de nada. Hace tres años que Venezuela está en el podio de la mayor inflación del mundo.

No hay nada que hacerle. Si uno no quiere inflación lo que tiene que hacer es dejar de emitir dinero sin respaldo, sean pesos o criptomonedas. Y para dejar emitir sin respaldo hay que reducir el gasto público. No hay pensamiento mágico ni monedita milagrosa que ayude a esquivar esa dura regla.