Aplausos al fracaso

Ayer, la Asamblea Legislativa interrumpió algunas veces a Alberto Fernández para aplaudirlo. Tres de esas interrupciones, tal vez las más estruendosas y prolongadas, fueron no para aplaudir cosas que el presidente propuso hacer, sino para cosas que propuso no hacer. Fue cuando el presidente dijo "no habrá reforma laboral", "no habrá reforma previsional" y "no habrá ajuste, sino un incremento del gasto real". Los legisladores, jerarcas y militantes oficialistas aplaudieron con fervor. Un fervor que no se entiende. Deben pensar que Argentina es una joyita, que acá está todo bárbaro.

Tomemos el mercado laboral. Argentina es el país más caro de la región para tener un empleado en blanco. El empleo privado está estancado hace años. El 40% de quienes trabajan lo hacen en negro, cuyos ingresos cayeron más de 7% en 2021, y eso con la economía creciendo. El salario en blanco promedio fue en diciembre de 490 dólares. En Miami una niñera cobra 2.400, cinco veces más al mes. ¿Qué aplaudieron? ¿Cuál es el éxito que ha tenido en los últimos 40 años un mercado laboral que sigue rigiéndose por convenios laborales de hace 70 años? ¿Qué es lo tan valioso que hay que defender?

¿Y la reforma previsional? El sistema está quebrado. La mitad de la población activa no aporta. De cada tres jubilados, dos nunca aportaron. La jubilación promedio -no la mínima - es de 45 mil pesos. ¿Qué aplauden los legisladores? ¿Cuál amenaza es peor? ¿Reformar el sistema o dejarlo igual?

Vamos al ajuste. Aplaudieron a rabiar cuando Fernández prometió que, lejos de ajustar, habrá un aumento del gasto real. Claro, se refieren a que no habrá un ajuste en el Estado. Porque lo que es en el sector privado estamos en ajuste desde nadie se acuerda cuándo. Hace casi 15 años seguidos que estamos entre la recesión y el estancamiento. La inflación no es otra cosa que ajuste, sólo que golpea solo al sector privado, justamente porque la causa un Estado que siempre gasta de más y para eso tiene que emitir. Y ayer aplaudieron porque Fernández les prometió que van a gastar más.

Fueron todos aplausos para fracasos estruendosos, grotescos, que llevan décadas. Hace rato que no nos proponen algo que no sea gerenciar la decadencia. La vocación por la derrota, por el fiasco, por la frustración de los legisladores, al menos los oficialistas, parece no tener límite. Se ve que les encanta que las cosas estén así. Debe ser por eso que ayer aplaudieron cada vez que Fernández les juró que no se va a reformar nada.