Liliana Montero, ministra de Desarrollo Humano y quien tiene a cargo la Senaf.

La quinta pata del gato

Calladitos ante el espanto: el silencio bancado con tus impuestos

05/11/2024 | 11:58

  

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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Calladitos ante el espanto: el silencio bancado con tus impuestos

Es sorprendente lo mansitos que somos. Cosas a las que estamos acostumbrados. Tan acostumbrados que hemos perdido la capacidad de verlas. Aunque están mal. Muy mal.

Por ejemplo, esta cuestión de que los políticos –desde presidentes a concejales- hablan sólo cuando a ellos les conviene. Cuando están en campaña. Cuando se les ocurre alguna idea que a ellos les parece genial. Cuando embocan una. Y el resto del tiempo eligen el silencio. Les da fiaca explicar una decisión. Les da terror que les señalen un error. Prefieren no rendir cuentas.

Ejemplos innumerables. Para seguir con lo que ya señaló el "Turco" Genesir en el desayuno: Milei. Que sólo habla con media docena de periodistas símileistas. O hay que ponerse de novio con él, "yuyizarse", para que te dé una entrevista como la que le dio a Amalia "Yuyito" González. Olvidate si sos un medio periodístico del interior. 

Es una tradición que viene de lejos: Cristina, en 16 años de reinado (como primera dama, como presidenta, como vice cuando lo puso como presidente delegado a Alberto Fernández), creo que jamás le dio una entrevista a un periodista del interior. Y en Buenos Aires prefería que la "entrevistara" Soledad Silveyra.

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Hay casos notorios en Córdoba, bien calientes. La ministra de Desarrollo Humano, Liliana Montero, que tiene a su cargo la Senaf. No hay forma de que le dé una entrevista por ejemplo a todos los periodistas y productores de Cadena 3 que le han pedido hablar sobre el espantoso caso de Aralí, la nenita de apenas 8 años asesinada por bestias en Brinkmann, en cuyas manos quedaron pese a que las bestias estaban bajo el radar de la Senaf. 

No. A Montero le pinta no hablar. Ella y sus asesores decidieron que no les conviene. Entonces, silencio estampa. Ponen lindas excusas. Por ejemplo, que no pueden describir una situación que involucra a otros menores. Son excusas. Si el entrevistador le preguntara eso, Montero podría decir "de eso no puedo hablar". Y chau.

Nos da la impresión de que está oculta bajo su escritorio. Porque lo de ella y sus asesores de comunicación es colapsar las redes con fotitos en las que Montero aparece abrazada a un nene sonriente, dándole un beso a una viejita, cortando la cinta de otra nueva oficina burocrática más. Campaña permanente, se llama.

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Pasa con cada político argentino -desde el último concejal al ministro más encumbrado-. En general tienen una nube de asistentes de prensa. Hay que verlo en los actos. Está el vocero, el que saca la foto, el que hace el videíto, el que la sube a X, el que la sube a Instagram, el que graba sus solemnes palabras, el que las desgraba, el que escribe el comunicado, los que llaman a los medios tradicionales para que la nota "salga". Gran parte del "público" en muchos actos suele estar formado por esta nube de asistentes.

En Córdoba, me animo a decir, son muchísimos más los profesionales de la comunicación empleados de políticos que los que trabajan en medios privados. La comunicación está estatizada. Pero son escasos, contados con los dedos de la mano, los que están al servicio de la sociedad. Doy dos ejemplos positivos: Alfredo Camponovo, vocero de EPEC, no desaparece cuando hay un tarifazo o un corte. O el ministro Juan Pablo Quinteros, que pone la cara en general cada vez que le estalla una bomba bajo el escritorio, casi una vez por semana.

El resto del aparato comunicacional está para otra cosa. Cobran del Estado. Pero están privatizados. Es bien antirrepublicano. Porque cobran para que lo que no les conviene no sea público. Nosotros les pagamos el sueldo con nuestros impuestos, pero no trabajan para nosotros, no trabajan para Aralí. Trabajan para la carrera política privada de, por ejemplo, Montero.

Tendríamos que empezar a cambiar la forma de ver estas cosas, empezando por una muy elemental: si esa portentosa máquina de propaganda continúa, esta nube de asistentes, voceros y operadores de comunicación va a trabajar para el político que los emplea, entonces que dejen de cobrar sus sueldos y contratos de nuestros impuestos. Que los pague el o la política de su bolsillo. Dejen de cobrarnos a los ciudadanos si no van a trabajar para nosotros los ciudadanos.

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