La quinta pata del gato
23/05/2023 | 11:50
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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Cuando el Estado te hambrea
¿Qué come uno cuando se come un bollito de pan? Uno se come el esfuerzo que costó producir ese bollito de pan. El 13% es el esfuerzo que puso todo el agro en producir el grano de trigo. Un 4% del bollito que uno se come es el esfuerzo de los molinos que lo transforman en harina y la distribuyen y el 60% es el esfuerzo de toda la industria panadera, que amasa, cocina, reparte y vende. O sea que cuando pagamos el bollito, pagamos el trabajo, la inversión, el esfuerzo de toda esa gente, empresarios, empleados, distribuidores, etc. Pero nos está quedando un 23%. ¿Y eso? ¿A quién le pagamos el 23% restante? ¿Qué esfuerzo pagamos? Bueno, le pagamos al Estado. A la Nación, a las provincias y al municipio. Pagamos impuestos. Más de un cuarto del bollito, son impuestos. No sabemos bien a cambio de qué esfuerzo le pagamos, dado la miseria de los servicios estatales que recibimos.
Estos son los últimos datos que surgen del último estudio de Fada, la fundación riocuartense dedicada al estudio de la agroindustria. Fada hizo el mismo cálculo para la carne y para leche. En un sachet de leche, el 25% son impuestos. En la carne, el 27% son impuestos.
El dato es impactante. El gobierno se rasga las vestiduras por la pobreza, que es récord, pese a que reparte dinero a troche y moche, también por cifras récord. Pero les saca a las personas más de un cuarto del alimento que esas personas llevan a su boca. Es una paradoja exasperante.
Y que produce doble mùltiples daños. Primero, porque revienta el poder de compra de los más pobres. Segundo, porque deprime, desalienta, a los que producen alimentos. Con menos impuestos, más gente se dedicaría a producir alimentos para el mercado interno, para exportar, en cualquier caso para mejorar.
El único argumento que tiene el Estado para actuar con este nivel de violencia tributaria es que usa esos impuestos, supuestamente, para redistribuir el ingreso, para darles pesos a quienes no trabajan para que puedan ir a comprar pan, carne y leche. Bueno, no funciona.
Primero, lo que el Estado reparte es récord en la historia del país y ya no le alcanza los impuestos de una economía tísica. Así que tiene que emitir dinero a lo pavote. Y eso genera inflación, que transforma en pobres a los que trabajan de verdad y en indigentes a los que no trabajan.
Segundo, porque, con estos impuestos demenciales, Argentina está con 39% de pobreza, mucho más que el 32% de pobreza de todo América latina según la Cepal (último dato, 2021). ¿Qué otra prueba necesitamos para entender que el Estado tiene que dejar de morfarse un cuarto del pan, un cuarto del bife y un cuarto de la leche que consumimos? ¿Cuándo piensan terminar con esta locura en la que el Estado te hambrea?
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